Corazones Tempestuosos +18

3. Tóxico I

Cuando salí del ala de enfermería me ocupé de mandar la información sobre mi lesión a la secretaria de mi tío Marck para las justificaciones de mi ausencia de los próximos cinco días. Ashley aseguró que se la haría llegar a mi tío en cuanto volviera de su reunión con el sindicato de docentes y administrativos.

Ahora mismo me encontraba sentada en el comedor de áreas verdes de la facultad de cinematografía. Observaba el celular en mis manos y las notificaciones que no paraban de llegar a mi bandeja de entrada. Había videos de Ithiel y de mí de hace una hora, cuando él intentaba llevarme a enfermería y yo me negaba a que me tocara.

Puse los ojos en blanco al leer algunos comentarios machistas de los seguidores de Ithiel, u otros tantos comentarios sobre mí y mi “actitud infantil”.

Cerré las redes sociales y decidí llamar a mi nana Paty.

—¿Cory? ¿No se supone que deberías estar en clases? —Apreté los labios, aunque sabía que no podía verme.— ¿Ha ocurrido algo? Ni te creas que no me he visto los videos que rondan de ti y de ese muchacho Hale.

Sonreí apenas un poco. Patty no se perdía ningún chisme sobre mí. Era su manera de estar al pendiente, según me había dicho una vez.

—No te preocupes por eso, nani —pedí— lo único que ha pasado es que tuve un pequeño incidente en el entrenamiento.

—¿Cómo que un incidente, niña? —Me había dicho, con un matiz de preocupación en su tono de voz. Reí un poco al escucharla, entonces ella volvió a hablar.— ¿Estas mintiendo, Cory? Porque si lo estás haciendo le diré a tu madre que te castigue por mentirosa.

—No, nani, sabes que jamás te mentiría a ti —Le aseguré con sinceridad, mientras me acomodaba sobre el asiento, de manera que no me lastimara el pie.— Pasa que he estado ensimismada y he hecho mal el brinco mortal.

—Supongo que por eso le llaman brinco mortal— Dedujo ella. —Ay, peque, ¿Y qué necesitas que haga mi niña?

Suspiré

—¿Puedes decirle a Bradley que venga por mí? Estaré esperándolo en el comedor de áreas verdes del edificio de cinematografía.

Patty no perdió el tiempo preguntándome más sobre mi incidente, solo me pidió que esperara en la línea mientras le comentaba a Brad. Me sentí mal cuando la escuché decir que se apresurara y dejara el desayuno para otro momento. Bradley se la pasaba cuidando de mí, llevándome y trayéndome a dónde le dijera y era rara la vez que se daba un tiempo libre para comer o hacer algo más que solo cuidarme; justo eso me hacía sentir como una idiota

Quise decirle que podía pedir un libre o un Uber, pero Patty se negó.

—¿Cómo crees que dejaré que te vayas en un auto con un desconocido? No, Kassie, Bradley ya va en camino por ti, espéralo ahí y nos vemos aquí en veinte.

No me atreví a tomarle la contraria, la conocía mejor que nadie, y sabía que cuando se ponía en plan de “la nana estricta y protectora”, no había nadie que pudiera sacarla de ahí.

Patricia Monreau había estado en mi vida desde que tenía memoria. Era la mejor amiga de mi madre y la mujer más noble y buena que había conocido. Ella casi nunca hablaba de su pasado, pero las pocas veces que lo había hecho, me contó que hace nueve años perdió a su esposo en un altercado cuando estaba en una gala y desde entonces no había vuelto a casarse con nadie.

Patty solía decir que cuando dos personas se aman sobre todas las cosas, ni siquiera la muerte podrá romper el lazo que los une. Su historia era tan trágica y tan hermosa al mismo tiempo, porque, a pesar del tiempo y el montón de pretendientes que seguramente había tenido, Patty no volvió a compartir su vida con nadie más. Por eso y más la respetaba demasiado, por lo resiliente que fue a pesar de la tragedia que desoló a su corazón.

El rugido de un motor me devolvió a la realidad. A pocos metros se encontraba el Ashton martin, uno de los tantos autos que papá coleccionaba. Del coche bajó un hombre entrajetado, alto, imponente, un muro de músculos que no encajaba para nada con el concepto de chofer con sus rasgos duros y sofisticados, correspondientes a un hombre que estaba entrado en sus treinta y tantos años, tal vez menos, pero no lo sabía, porque Bradley nunca hablaba más de lo necesario conmigo. Era su cliente, no su amiga, me lo dejó claro desde el instante en el que se presentó ante mí.

Los ojos oscuros de él me miraron con la seriedad que siempre lo caracterizaba. Le sonreí y saludé mientras se acercaba a mí para ayudarme a llegar al auto. Brad era gales, pero tenía rasgos asiáticos que suponía, venía de alguno de sus ancestros.

—Señorita, Cory —Saludó, tan formal como siempre, una vez que estuvo cerca.

—No hace falta que te lleves mi…

Mi voz fue desapareciendo al mismo tiempo que Bradley tomaba mi bolso y me ayudaba apoyarme sobre su hombro para llegar al auto.

—¿Si sabes que puedo caminar por mi cuenta? —Pregunté en cuanto me dejó junto a la puerta trasera del Ashton matin.

Brad, por supuesto, no respondió, en lugar de eso, abrió la puerta y me metió en el interior, asegurándose de no lastimarme al hacerlo. A veces me preguntaba por qué era tan serio, pero había leído demasiadas historias de romanaction[1] para saber que los guardaespaldas eran demasiado reservados con sus vidas, como para prestarse a una conversación con sus clientes. Brad solo estaba aquí para cuidarme, no para hacer amistad conmigo.




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