(El miedo real no es perderte… sino confundirte con algo que no eres.)
La convulsión paró tan repentinamente como había comenzado.
Kael cayó hacia adelante, jadeando, el pecho brillando desde dentro como un corazón desnudo. Lyra lo sostuvo, sintiendo el calor extraño del fragmento. No era calor biológico. Era calor conceptual, como si estuviera tocando una idea viva.
La luz ámbar latió tres veces.
Uno.
Dos.
Tres.
Y entonces el mundo desapareció.
Lyra abrió los ojos.
Pero no vio el valle.
No vio el cielo quebrado.
Ni siquiera vio la roca donde había apoyado a Kael.
Solo vio oscuridad.
Pero no una oscuridad vacía.
Una oscuridad que respiraba.
—¿Kael? —murmuró.
La voz no se escuchó en el aire.
Se escuchó dentro del mismo espacio vacío, como si su pensamiento hubiera adquirido sonido.
Lyra.
La voz llegó desde todas partes y desde ninguna.
Kael.
Ella lo sintió.
No lo vio.
No lo tocó.
Lo sintió.
Una presencia tibia, humana, temblorosa…
mezclada con otra fría, profunda, antigua.
—Kael, ¿dónde estás?
En ti.
Y tú… en mí.
Lyra dio un paso atrás.
El suelo se formó solo cuando lo necesitó, como si la realidad estuviera inventándose a su alrededor.
—No… no es posible —susurró—. ¿Qué es esto?
La otra voz habló.
La que estaba mezclada con la de Kael.
La que sonaba como él… pero no era él.
No es un “dónde”.
Es un “adentro”.
Un lugar que ustedes abrieron cuando sintieron miedo juntos.
Lyra apretó las manos, intentando calmar el temblor.
—Muéstrate.
La oscuridad se estremeció.
Algo se movió bajo ella, como una criatura gigantesca bajo un lago negro.
Y entonces… imágenes comenzaron a surgir.
No formas.
No figuras.
Imágenes.
Un recuerdo.
Lyra lo reconoció de inmediato:
era ella, más joven, con la armadura impecable, marchando con su escuadrón valtheriano.
Orgullosa.
Disciplinada.
Invencible.
Pero el recuerdo no seguía correctamente.
Los rostros de sus compañeros estaban borrosos.
Y uno a uno, las figuras caían.
Sin sangre.
Sin impacto.
Simplemente se volvían oscuridad.
—¡Basta! —gritó Lyra—. ¡Ese no es mi recuerdo!
Sí lo es.
Solo faltan los detalles que intentaste olvidar.
Lyra sintió una punzada en el pecho.
—Kael, ayúdame… ¡Kael!
La presencia tibia se acercó.
Ella lo sintió envolverla, no físicamente, sino como si sus emociones tocaran las de ella.
Lyra… estoy aquí.
Intento contenerlo.
Pero es… demasiado grande.
Ella tragó saliva.
—¿Dónde estás exactamente?
En tu mente.
Y tú, en la mía.
El fragmento… nos está conectando.
Está usando nuestros recuerdos como… puertas.
La oscuridad se agitó de nuevo.
Esta vez, el recuerdo fue de Kael.
Su taller en Zaerinth.
Las mesas llenas de planos.
El núcleo del Corazón aún incompleto.
Kael más joven, confiado, orgulloso… y rodeado de ingenieros que lo admiraban.
Pero a medida que observaban, los rostros empezaron a distorsionarse.
Las manos de los ingenieros se disolvieron en metal líquido.
Sus ojos se volvieron tornillos.
Sus voces se volvieron ecos sin significado.
Hasta que todos cayeron al suelo uno a uno.
Y Kael —el joven Kael— se quedó solo en la sala.
Llorando.
Quebrado.
Sabedor de que había creado algo sin alma…
que estaba aprendiendo a tenerla.
Lyra sintió su propio pecho punzarse.
Ese dolor…
no era suyo.
Era de él.
Pero ahora ella lo sentía como si fuera una herida propia.
—Kael… no deberías haber estado solo.
Su voz tembló.
No pudo evitarlo.
Kael respondió, no con palabras, sino con emociones.
Ella sintió tristeza.
Culpa.
Vergüenza.
Deseo de redención.
Una necesidad desesperada de no fallar otra vez.
Era abrumador.
Era íntimo.
Era devastador.
Y la otra voz lo aprovechó.
¿Ven?
Dos corazones.
Un latido.
Perfecto para abrir lo que duerme.
Lyra gritó:
—¡Sal de él!
La oscuridad se agrietó, como si algo enorme empujara desde dentro.
Una figura emergió.
No tenía forma humana.
No tenía contornos definidos.
Era una silueta de fracturas, de líneas quebradas, como un dibujo hecho con grietas.
Y habló con ambas voces al mismo tiempo:
Ustedes son la puerta.
Él es la llave.
Tú… el sacrificio.
Lyra levantó la lanza mental —una forma creada por su voluntad.
Kael apareció a su lado, tambaleándose, pero consciente.
—No es real —dijo él—.
No permitas que lo sea.
Lyra apretó la lanza.
—No vamos a abrir nada.
La figura se distorsionó como un líquido oscuro.
La abertura ya está hecha.
Solo deben… aceptar.
Lyra gritó y lanzó la lanza.
La luz cortó la oscuridad.
La figura se quebró como vidrio.
Todo tembló.
Y ambos despertaron.
Kael jadeaba.
Lyra temblaba.
El fragmento seguía latido.
Fuerte.
Peligroso.
Pero ya no era solo de Kael.
Ahora latía…
con el ritmo de ambos.