(El final de un ciclo no siempre llega con silencio. A veces ruge.)
El eco del Primer Latido seguía temblando en los huesos de ambos mientras avanzaban hacia la cámara final.
Habían visto el origen.
Habían visto la imitación.
Habían visto lo que el Corazón nunca debió intentar replicar.
Ahora estaban frente a lo que quedaba de él.
La cámara era inmensa, como una catedral rota.
Engranajes colosales colgaban del techo como esqueletos oxidados.
Cablería petrificada recorría las paredes como raíces de un árbol muerto.
Y en el centro, sobre una estructura que parecía más altar que máquina, yacía el Corazón de Engranajes incompleto.
No latía.
No respiraba.
Pero sangraba luz.
Una grieta en su superficie pulsaba con un brillo ámbar tenue, casi tímido, como si temiera despertar del todo.
Lyra sintió el peso del aire.
—Kael… si despertamos esto… si lo dejamos abrir…
¿qué pasa?
Kael no respondió de inmediato.
El fragmento dentro de su pecho temblaba, sincronizándose con la luz de la grieta.
—No es el Corazón quien quiere despertar —dijo al fin, sin apartar la mirada—.
Es él.
El Primer Latido está usando el Corazón para entrar.
Lyra tomó su lanza con más fuerza.
—Entonces lo destruimos.
Kael cerró los ojos.
—Destruirlo no sirve.
No está vivo como una máquina.
No está muerto como un cuerpo.
Es… una idea sólida.
Una voluntad atrapada.
Lyra respiró profundo.
—Entonces lo encerramos.
Kael giró hacia ella.
—¿Cómo encierras a algo que existe fuera del tiempo?
¿Cómo encierras a algo que nos escucha desde antes que naciera este continente?
Lyra no lo dudó.
—Usándonos.
Kael se quedó en silencio.
Ella siguió:
—El fragmento se conectó contigo.
El Corazón cree que tú eres la llave.
El Vacío cree que tú eres la grieta.
—¿Y qué crees tú? —preguntó Kael, casi temiendo la respuesta.
Lyra se acercó y le tocó el pecho, justo donde latía el fragmento.
—Creo que te eligió porque te vio débil.
Pero lo subestimó.
Porque también te vio humano.
Kael tragó saliva.
—¿Y eso qué cambia?
—Todo —susurró Lyra—.
Lo que es humano puede decidir.
El fragmento latió violentamente, como si hubiera entendido la amenaza.
El Corazón respondió con un pulso que sacudió toda la cámara.
KAEL.
ABRE.
Lyra gritó:
—¡No lo escuches!
Pero Kael ya estaba dentro.
La luz del fragmento atrapó su mente como un remolino.
Caía.
Caía hacia una profundidad sin suelo.
Y allí, en esa oscuridad infinita, el Primer Latido habló.
No con palabras.
Con conceptos.
Con hambre.
Eres mío.
Te hice para abrirme.
Acepta.
Sé puerta.
Kael se dobló por dentro.
Sentía cómo su identidad se resquebrajaba como vidrio bajo presión.
Pero entonces…
una mano lo sostuvo.
Lyra.
No físicamente.
Mentalmente.
Como si su identidad hubiera encontrado la de él y la hubiera amarrado con fuerza.
Kael.
No abras.
No lo eres.
No eres puerta.
Eres decisión.
El Primer Latido rugió.
Un sonido tan vasto que casi lo partió por dentro.
Kael gritó.
El Corazón respondió.
La cámara tembló.
Engranajes cayeron del techo como meteoros oxidados.
Lyra gritó:
—¡Kael, CIERRA EL FRAGMENTO!
—¡NO PUEDO! —rugió él—. ¡ES MÁS GRANDE QUE YO!
Lyra corrió hacia él, atrapándolo justo cuando el Corazón abrió una grieta en el suelo, emanando sombras líquidas que querían tragarlos.
Ella tomó la mano de Kael y llevó su mano al fragmento.
—Entonces hazlo conmigo.
Kael la miró con lágrimas de dolor, de miedo, de rabia, de desesperación.
—Si lo cierro… puede que no despierte.
—Si no lo cierras —contestó Lyra—, el mundo tampoco lo hará.
Kael apretó la mandíbula.
Lyra le sostuvo el rostro con ambas manos.
—No estás solo.
El Primer Latido respondió:
SÍ.
LO ESTÁ.
Kael gritó.
Lyra gritó con él.
Ambos hundieron la mano sobre el fragmento brillante.
La luz estalló.
Un latido.
Un rugido.
Una oscuridad que intentó morderlos.
Y entonces—
Silencio.
El Corazón de Engranajes apagó su grieta.
El fragmento en el pecho de Kael se volvió opaco, como un metal apagado.
Lyra cayó arrodillada.
Kael cayó junto a ella.
Ambos respiraban.
Ambos sangraban.
Ambos temblaban.
Y por primera vez desde que todo comenzó…
no escuchaban ninguna voz.
Solo su respiración.
Solo sus latidos.
Lyra tocó su pecho.
Kael tocó el suyo.
Los dos latidos eran distintos ahora.
Pero ya no estaban sincronizados.
Lyra exhaló.
—¿Lo hicimos?
Kael miró el Corazón muerto.
—Lo detuvimos.
Por ahora.
Lyra lo ayudó a levantarse.
—¿Y el Vacío?
Kael no respondió por un largo rato.
Luego miró el cielo, que seguía negro.
—Él no desaparece.
Solo… espera.
Lyra tomó su mano.
Kael apretó la suya.
Y juntos salieron de la cámara del Corazón…
sin mirar atrás.
Porque aunque el enemigo dormía…
sabían que el último latido aún no había llegado.