Tal vez se pregunten quién soy, aunque lo más probable es que no. Mi nombre es el mismo que aparece en el título de arriba: Ouroboros. Soy un científico, químico, físico, y ahora, escritor. Estos libros los escribo con la intención de que el siguiente que ocupe mi lugar los lea y, claro, los queme, para luego empezar a escribir el mismo libro una y otra vez, con ligeros cambios, por supuesto.
Tengo una esposa muy hermosa, pero no les diré su nombre para evitar crear más paradojas, porque sí, las paradojas son una parte inevitable de mi existencia. También tengo un hijo, a quien llamé Darían. Sé que no es el nombre más bonito ni el más común, pero tiene un aire de trascendencia, algo que quería que reflejara.
Mi vida es bastante feliz y tranquila, aparentemente. Vivo en 1884, en un pueblo remoto, alejado de la ciudad más cercana por unos ciento dieciséis kilómetros, más o menos. No tengo que preocuparme por Porfirio Díaz ni por los asuntos políticos que agitan el país, ya que, de todos modos, no podría intervenir. Este pequeño pueblo está cerca de un carnaval, donde trabajo dando espectáculos de magia. Aunque, en realidad, no hago magia. Lo que hago es usar química y física, y la gente se asombra, aunque en su mayoría prefieren comprar algo de comer o divertirse un poco.
Pero, al grano. Estoy escribiendo sobre alguien muy parecido a mí, un descendiente mío muy, muy lejano, nacido en 1984, exactamente 100 años después de que esté escribiendo esto. Es increíble, ¿verdad?
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Editado: 01.04.2025