Coreus: Paradox

La nave

Escuchó la tormenta antes de verla.
No caía una sola gota. El cielo, sin embargo, rugía como si los dioses discutieran. Desde la ventana de su laboratorio, Coreus observó cómo un agujero comenzaba a abrirse en el cielo. No era un portal común, era... perfecto. Circular. Su centro brillaba con un tono imposible de describir, como si se tratara de una herida luminosa entre las nubes.

Y entonces bajó.

Una nave.

No como las de las películas. Esta era real. Gigantesca, intimidante, hecha de un material que parecía moverse como agua, pero brillaba como metal estelar. Descendía lento, silencioso, majestuoso. Era hermosa... y aterradora.

Coreus apenas le prestó atención.

El núcleo.
El cristal.
Eso era lo importante.

Hasta que el gobierno de los Estados Unidos apareció en Hawái.
No iban por la nave.
Iban por él.

Habían supuesto —con razón— que esa aparición tenía algo que ver con su trabajo. Esperaban que, como tantas veces, Coreus saliera de las sombras para revelarse.

La nave no se movió. No habló. No respondió.

Durante cinco años permaneció inmóvil en el cielo, como un dios dormido sobre la Tierra.

Los militares lo intentaron todo: ataques, infiltraciones, tecnología experimental. Pero la nave estaba rodeada por un escudo invisible, un campo electromagnético tan denso que absorbía la energía misma. Nada entraba. Nada impactaba. Nada funcionaba.

Mientras tanto, Coreus trabajaba.

El núcleo estaba casi listo.
Una creación que desafiaba la lógica del tiempo, la materia, el universo entero.
Algo tan poderoso que no pertenecía a ninguna dimensión existente.

Y entonces, bajó.

Una figura humana descendió desde la nave como si caminara sobre hilos de luz.
No llevaba armas.
No tenía escudos.
Solo una túnica blanca. Y una mirada tan calmada que dolía.

—No soy un enemigo —dijo aquella figura frente a los gobiernos del mundo—. No he venido a destruir. No aún.

Hubo silencio.

—Solo necesito una cosa: una esfera. Brillante. Poderosa.
Tan poderosa como este universo.
Tienen seis meses.

—¿Y si no...? —se atrevió a preguntar alguien.

El hombre sonrió, sin rastro de maldad.
—Entonces, la Tierra será solo polvo y cenizas.

Los gobiernos colapsaron. Nadie sabía qué hacer.

Coreus tampoco.
Porque aquella esfera...
Era el núcleo que él estaba construyendo.



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En el texto hay: secuela, cienciaficcion, accion

Editado: 16.04.2025

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