Corona De Lagrimas.

Capítulo 10.

(El cuerpo prohibido).  
Después de clase, Anna María en compañía de su mejor amiga Cristina decidieron dar un paseo por el parque. Últimamente se habían distanciado ya que desde niñas habían sido inseparables, ese día le dieron un nuevo inicio a su amistad. Mientras observaban todo a su alrededor y caminaban a paso lento, Cristina notó en Anna María una tristeza que la hacía no estar en ese instante, estaba perdida con la mirada apagada y sin ánimo alguno. Cristina se detuvo y mirándola a los ojos, pregunto.  
—¿Qué te está pasando Anna María?. Todo es diferente ahora, se que no te encuentras bien y aunque ya no nos veamos como antes, siempre voy a estar aquí.  
Anna María tras un suspiro, contesto.  
—Gracias amiga. Créeme que trato de… —Se le entrecorto la voz por un momento y recuperándose nuevamente continuo su explicación.  
—Trato de ocultar esto que estoy sintiendo en mi corazón pero es imposible.  
Ambas amigas se acercaron a una de las bancas más cercanas y tomaron asiento, Anna María debía sincerarse de sus sentimientos por que si no lo hacía con alguien se ahogaría en sus propios deseos.  
—Algunas veces pensamos que una persona está en tu vida sin ningún tipo de condición, simplemente está por que lo desea, por que quiere que su vida esté dentro de la tuya… pero definitivamente es una completa mentira. —Reflexiono Anna María al respecto a lo que le había sucedido.  
Cristina de inmediato entendió la situación y pregunto.  
—¿Supongo que se trata de el?. Emanuel, nuestro profesor. 
Anna María lo confirmó.  
—¿Qué fue lo que te hizo ese miserable?. —Pregunto Cristina con notable enojo.  
—Ya no importa lo que halla pasado, todo lo que pasó fue mi culpa desde el primer momento en el que me enamoré de él, me dejé llevar por el sentimiento tan bonito que sentía y todo termino tan mal. —Las lagrimas eran inevitables y se empezaron a deslizar por sus mejillas. 
—No me puedo imaginar que tan mal pudo terminar. —Comento Cristina un poco decepcionada.  
—Simplemente se acercó a mi para luego ofrecerme dinero y entregarme a su hermano como si fuera un objeto por el que podía pagar. —Dijo Anna María con notable tristeza.  
A Cristina se le cristalizaron los ojos de lagrimas al escuchar aquella confesión de Anna María que había tenido atorada en el pecho. Pensó en todos las maneras más normales que pudo haber acabado el vínculo entre su amiga y su profesor pero nunca por lo que había pasado en realidad.  
—Me hizo sentir como la peor mujer de este mundo.  
De inmediato la abrazo con fuerza por unos minutos, era difícil comprender el dolor tan grande que Anna María sentía, Cristina trató de disimular su frustración y tristeza, miro fijamente a su amiga y le dijo.  
—No tienes por qué sentirte así, ese miserable cuando menos te lo imagines va a pagar por lo que te hizo pasar… no te sientas así Anita, tienes que ser fuerte y tener la voluntad de seguir con tu vida como si nada hubiera pasado.  
—Tienes razón. Pero solo hay una cosa que me impide seguir adelante. —Comento Anna María.  
Cristina quedó a la expectativa.  
—Yo todavía estoy enamorada de él.  
No había remedio alguno, el sentimiento que Anna María sentía era tan fuerte por Emanuel y era imposible borrarlo de la noche a la mañana de su corazón y su mente.  
—A pesar de eso… por más que quiera verlo, sentir su presencia, mirarlo a los ojos con cariño es mejor extrañar que seguir llenando este sentimiento.  
—Si te sirve de consuelo, ya no estará en el colegio así que no lo vas a ver más y poco a poco te irás olvidando de él. —Opino Cristina al respecto.  
—Si, es mucho mejor así. —Afirmo Anna María.  
Ambas amigas sonrieron y se dieron un fraternal abrazo. 
… 
Eduard se encontraba en su oficina, tratando de entender la situación de la empresa y del por qué una mujer desconocida para el era una de socias del legado familiar. Mientras analizaba todas las posibilidades, su padre tocó a la puerta e ingresó a la oficina.  
—Eduard, hijo discúlpame por la manera tan inapropiada que te enteraste sobre la socia de la empresa. Igualmente te lo pensaba comunicar el día de la junta.  
—Papá, no te parece más inapropiado enterarme el día de la junto que compartes parte de las acciones de la empresa con alguien que ni siquiera conocemos… pensé que me estabas haciendo parte de todo esto.  
—Y así es hijo, es la única socia por que es nuestra proveedora directa… yo sigo siendo el dueño del 92 por ciento de las acciones y esta mujer es mínima su participación.  
—No te olvides de mi mamá y mis hermanos, mi tío y mis primos, así ellos no estén aquí también son dueños de un porcentaje. —Aclaro Eduard la situación de las acciones.  
—Así es hijo, pero el único dueño, el que a trabajado y levantado esta empresa durante muchos soy yo. —Recalco Ricardo su postura como jefe general.  
—Lo sé papá, por eso me sorprendió mucho que tengas una socia.  
—Ya te dije la razón espero la puedas entender. —Respondió Ricardo en su defensa.  
—¿Algún otro socio o socia del que no tenga conocimiento?. —Pregunto Eduard con notable duda.  
—Que me quieres decir Eduard.  
—Dígame usted papá.  
La tensión entre padre e hijo se empezaba a tornar incómoda pero ninguno de los dos perdería la postura frente a las obligaciones que tenían en la empresa familiar. A Ricardo no le quedó más remedio que bajar la guardia y responder.  
—No hijo, ninguno.  
—Esta bien. Supongo que debo hablar con la socia para comprarle sus acciones. —Respondió Eduard tratando de asegurar el patrimonio familiar.  
—Como tu quieras hijo, tengo una reunión nos vemos en la casa.  
Ricardo salió de inmediato de la oficina de su hijo a punto de estallar, la situación en la que estaba metido era complicada. Entendía perfectamente el enojo de Eduard al enterarse de la supuesta socia de la empresa, solo alguien lo había metido en ese problema y aunque no quisiera debía seguir con la mentira e ir a verla en el hotel.  
… 
Luego de haber tomado una ducha en el baño de una de las habitaciones del hotel más costoso de la ciudad, Carolina se encontraba acostada sobre el sofá viendo la televisión mientras bebía una copa de vino tinto. Tres golpes en la puerta de su habitación llamaron su atención, de inmediato ella se puso de pie y caminó hacia la puerta, al abrirla sus ojos brillaron de alegría al ver a su amado Ricardo frente a ella. El la miro desde la cabeza hasta sus pies descalzos e ingresó a la habitación.  
—¿Quieres algo de tomar amor?. —Pregunto Carolina.  
—A que viniste Carolina. Explícame por favor, necesito entender por qué estás en esta ciudad y hoy frente a la puerta de mi empresa. —Dijo Ricardo puntualmente.  
—Estoy aquí por que ya no quiero estar lejos de ti, quiero estar contigo Ricardo. Nos merecemos estar juntos.  
—Si va a ser de esa manera, mañana que, vas a estar frente a la puerta de mi casa hablando con Maribel y mis otros hijos como si nada.  
—Pues si. Si debo hacerlo para estar contigo lo haré. —Dijo Carolina mostrándose fuerte ante la situación.  
—Y eso de que eres socia de la empresa de donde te salió esa estupidez. En pocas palabras mi hijo Eduard me insinuó que era un mentiroso por tus impulsos, acaso no piensas que yo tengo una reputación, tengo una empresa que está entre las mejores del país… se te olvida que tengo una familia.  
—Una familia que no quieres más, acaso se te olvido cuando me dijiste que ya no sentías nada por tu esposa, como es que se llama… Maribel.  
—Si lo recuerdo, pero tengo cuatro hijos con ella y no puedo…  
Carolina lo interrumpió y acercándose a el coquetamente le dijo.  
—Si puedes amor, puedes pedirle el divorcio y tus hijos no van a dejar de ser tus hijos y así nosotros dos podemos ser felices después de tantos años.  
Ricardo se quedó viendo a Carolina fijamente a los ojos mientras ella lentamente le desabotonaba la camisa.  
—Ricardo yo no puedo vivir sin ti. Dime, todavía me amas, como me lo decías todas las noches cuando dormíamos juntos.  
Carolina deslizó la camisa de Ricardo por sus brazos para quitársela por completo, lentamente ella se quitó la toalla que le cubría el cuerpo y quedó completamente desnuda frente el.  
—Te amo, más que nadie. —Dijo Ricardo.  
En ese instante Ricardo la besó apasionadamente, mientras le acariciaba el cuello, seguidamente la tomó por la cintura y la levantó en sus brazos para luego llevarla a la cama. Allí ambos se encendieron de pasión por dos largas horas, en las que nuevamente Ricardo entró en el cuerpo de ella, donde lo prohibido florecía nuevamente en su pecho, en el que sus labios rodaron por cada parte del cuerpo perfecto de su amante y los leves gemidos invadían la habitación de placer. Aquella noche Carolina se quedó dormida sobre el pecho de Ricardo igual como las tantas veces que terminaban de hacer el amor, Ricardo se levantó sin despertarla se acercó a la ventana de la habitación y divisó la espectacular vista que se contemplaba del lugar donde nuevamente le había sido infiel a su esposa… tomo su ropa que estaba tirada por todo el piso del cuarto, luego se la colocó, arregló su pelo y salió del lugar, mientras Carolina descansaba sobre la cama en sábanas blancas de tela fina con una pierna al descubierto y su espalda totalmente desnuda.  
Aquel día Ricardo llegó a su casa como si nada hubiera pasado, nuevamente el esposo y padre estaba sentado en la mesa compartiendo la cena junto a Maribel y sus hijos. Ya lo disimulaba muy bien, pero debía tomar una decisión.  
 




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