Casi media hora después de lo acontecido, Esteban y Daniel notoriamente adoloridos llegaron a la casa, tres golpes en la puerta principal llamaron la atención de Mariana quien estaba haciendo los quehaceres de la casa, se dirigió a la puerta y al abrir se llevó un ataque de nervios al ver a su hermano Esteban y su amigo totalmente golpeados a causa de la sorpresiva pelea que habían tenido minutos antes.
—Esteban… Dios mío que les sucedió.
—Tranquila hermana, no te preocupes.
—Solo mira tu cara, que va a decir papá que te volviste a pelear otra vez.
—Papá es lo que menos importa ahorita Mariana. Déjame entrar.
—Entren, voy a curarle las heridas.
Mientras Mariana buscaba los medicamentos para limpiar la sangre que estaba en el rostro de ambos muchachos, ellos se miraron a la cara sin decir palabra alguna. Claramente las dudas florecían en sus mentes… por que todo había pasado de repente, quien y por que razón enviaron a aquellos dos incluyendo a Lucas a que los golpearan sin razón alguna. Esteban se levantó del sofá y fue hacia la habitación donde se encontraba Mariana, la miró con nostalgia… Lucas había echo de su vida años atrás el peor infierno que una mujer podía llegar a vivir, después de abandonarla con su hijo e irse sin explicación la vida de su hermana Mariana había estado tranquila. Esteban se encontraba en medio de un dilema más, debía contarle a Mariana que Lucas había vuelto o simplemente guardaría silencio para protegerla de aquel mal hombre que había tomado un camino equivocado y que podría dañar la paz de ella. Mientras la observaba pensó, a punto de tomar una decisión Mariana se dio la vuelta y se sorprendió al ver a Esteban frente a ella, de inmediato preguntó.
—¿Esta todo bien?.
—Si bien. ¿dónde está mi sobrino Christopher?. —Pregunto Esteban tratando de ocultar su indecisión
—Esta con la abuela, salieron a la plaza a pasear un rato. —Respondió Mariana con alegría.
—Tienes que cuidarlo muy bien, por favor.
—Por que me lo dices, siempre lo hago.
—Yo sé Mariana, pero ahorita todo está de cabeza y tienes que protegerlo aún más.
—Seguro. —Respondió Mariana entre duda.
Después de unos segundos para cambiar de tema Mariana bromeó diciendo.
—Creo que el golpe te afectó un poco la cabeza, vamos, voy a curarlos a los dos.
Una vez más en la sala Mariana empezó a curar a Esteban mientras este se negaba por el ardor que le provocaba en el rostro, Daniel observó la grande y bonita casa en la que vivía Esteban, miró detalladamente los cuadros puestos en la pared y le llamó la atención uno en específico, de inmediato preguntó.
—¿Eres abogada?.
—Si. Hace dos años obtuve mi título. —Contesto Mariana.
—Es una carrera muy interesante. —Opino Daniel.
—Si, lo es. No hay nada más bonito que servir en el buen sentido de la palabra a la sociedad. Para mi el derecho lo es todo. —Contesto Mariana con optimismo.
—No la ejerciste.
—No, tuve a mi hijo y me dediqué a cuidar de él.
—Entiendo, mi novia precisamente también estudia derecho… esta realizando un proyecto muy importante y no está de más que puedas ayudarla. —Propuso Daniel.
—No creo, Mariana se la pasa cuidando a Christopher. ——Intervino diciendo Esteban.
—Claro, me gustaría ayudarle. —Dijo Mariana con alegría.
—Por el niño no hay problema, puedes llevarlo.
—Claro, me encantaría.
Para Mariana era de gran felicidad acercarse nuevamente a su carrera, a pesar de haber cometido un error en el pasado podía volver a empezar, eso la llenaba de mucha ilusión.
…
Al día siguiente…
Había llegado el día en el que Carolina debía enfrentarse nuevamente a Eduard, su estadía en la empresa sin haber empezado debía estar asegurada sin negociación alguna. Ella había llegado a la vida de la familia Reyes Maldonado para quedarse, de cualquier manera haría su sueño realidad. A la espera del llamado, seguido de tres golpes en la puerta de la oficina y tras el delante de Eduard se encontró frente a el.
—Buen día señor Eduard.
—Bienvenida señorita Carolina. Pase y tome asiento por favor.
Luego de obedecer y de un cruce de miradas entre ambos, Eduard preguntó.
—imagino que ya tiene una respuesta a mi propuesta, señorita Carolina.
—Solo Carolina está bien. —Dijo moderadamente.
—Carolina. Dígame.
—Si, estoy de acuerdo en vender mi parte de las acciones a la empresa.
—Perfecto, no se diga más. En un momento ordeno redactar el documento… espere un minuto Carolina, por favor. —Comento Eduard con notable felicidad.
—No tan rápido señor Eduard, tengo una condición.
—Carolina, quien le dijo que usted tiene derecho de colocar algún tipo de condición. —Respondió Eduard tratando de mantener la calma, su único propósito era dar por terminado el tema de la inversionista misteriosa de su padre lo más pronto posible.
—Es lo mínimo que puedo pedir ante la grosería del gerente de esta empresa tan importante. —Comento Carolina en voz alta, Eduard quedo pasmado ante la acusación de aquella mujer.
—Que van a pensar, hasta ahora iniciando el cargo más importante de su carrera y ya esta tratando de sobornar a sus empleados con dinero. Eso no hablaría bien de usted, señor Eduard. No es ético.
—Diga. Cual es su condición. —Respondió Eduard sin salida alguna, aunque lo evitara lo que estaba tratando de hacer estaba mal y no tenía opción que dar paso a la condición.
Luego de unos segundos de silencio, Carolina contestó.
—Quiero ser parte de esta maravillosa empresa. Nada sería mejor que dar mi primer paso como profesional aquí.
—¿Cuál es su interés en esta empresa señorita..? —Pregunto Eduard con notable extrañez.
Carolina trato de mantener su postura y contesto con seguridad.
—Por favor, todavía lo pregunta señor Eduard… su empresa es una de las mejores del país, por eso me interesa trabajar aquí, haré mi mejor esfuerzo para demostrar que soy la persona indicada para este trabajo.
—Comprendo.
Luego de analizar la situación por unos segundos, Eduard contestó.
—Precisamente le puedo ofrecer una vacante como asistente.
—¿Supongo que sería asistente del Sr. Ricardo?. —Pregunto Carolina con notable curiosidad.
—No, a partir de hoy será mi asistente. ¿Esta de acuerdo señorita?.
A Carolina la tomo por sorpresa la decisión de Eduard, aunque no estuviera cerca de Ricardo si no de su hijo era su única oportunidad de entrar a la empresa. Sus planes de una u otra manera a veces no salían como ella lo pensaba, terminaban por decepcionar o sorprender, para bien o mal acepto.
—Acepto la vacante.
—Bienvenida a la empresa.
—Muchas gracias.
—Por cierto, nos vemos en un par de horas para firmar su contrato y también para dar por terminado el asunto de las acciones… usted me entenderá, mi trabajo es cuidar el patrimonio de mi familia.
—Perfecto, permiso señor.
Carolina se dio media vuelta, su cara de placer y satisfacción lo decía todo. Había iniciado su plan aquel que lentamente acabaría a la familia por completo.
…
Dos horas después, Eduard y Carolina se encontraron en la sala de Juntas para oficialmente dar inicio al contrato laboral y final a las acciones que no estaban a nombre de la familia. Eduard se aseguró que el primer documento firmado fuera el de las acciones, después de ello sintió un alivio en el pecho. Seguidamente, a punto de firmar su contrato Ricardo entró a la sala.
—Buen día.
—Papá como esta. Te cuento que.
—Eduard necesito hablar contigo, me das dos minutos. —Dijo Ricardo, luego de interrumpirlo.
—Si señor.
Padre e hijo salieron de la sala e iniciaron una conversación.
—Hijo, me acaban de decir los de recursos humanos que le pediste que te enviaran dos documentos muy importante a tu oficina, sin consultarme primero.
Eduard guardo silencio por un momento y contesto.
—No comprendo papá, dijiste que cualquier decisión que tomara ibas a estar tranquilo.
—Claro es verdad. —Recapacito diciendo Ricardo.
—Discúlpame, para la próxima vez te haré saber todo antes de tomar decisiones. —Respondió Eduard un poco apenado.
—No hijo, no quiero que hagas eso, no quiero que te limites a tus decisiones. —Dijo el tratando de enmendar su extraño reclamo.
—Papá, está bien… te noto un poco tenso. —Pregunto Eduard.
—Si estoy bien, no te preocupes. Imagino que los dos documentos son para la señorita que está en la sala.
—Si papá. —Afirmo Eduard y dijo.
—La condición que colocó para renunciar a las acciones fue que deseaba trabajar aquí. Por esa razón los dos documentos.
—Entiendo hijo.
Ricardo estaba entre la espada y la pared, con Carolina cerca era inevitable estar tranquilo. Como decirle a su hijo que no existían ningunas acciones a nombre de aquella mujer, que simplemente fue el pretexto perfecto para entrar a sus vidas.
—¿Esta seguro de contratarla?.
—Si papá. Ya que estas aquí lo más recomendable es que le dé la bienvenida.
—Es cierto. Vamos.
Luego de ingresar nuevamente a la sala y de proseguir en lo que habían quedado, Carolina procedió a firmar los documentos.
—Bienvenida a nuestra empresa señorita Carolina, espero sea para usted de crecimiento laboral y personal. —Comento Ricardo tratando de disimular su desconcierto.
—Así es señorita, bienvenida. —Replico Eduard la bienvenida.
Por unos segundos Carolina observó a padre e hijo que eran casi idénticos, el mismo color de ojos, la misma estatura, la misma piel, la misma boca con una arreglada y decente barba que ocultaba una fascinante sonrisa en ambos… era inevitable para ella ver a Eduard con otras intensiones, como el simple hijo de su amante, pero verlo al lado de Ricardo la confundía y aumentaba exponencialmente su interés por conocer a aquel muchacho un poco más de cerca. Esclareció sus deseos hacia Eduard de su mente y pensó en su propósito inicial, con una sonrisa de felicidad contesto.
—Gracias por confiar en mi, estaré profundamente agradecida por esta oportunidad.