Afuera de algún museo, en cualquier parque o en el jardín personal, podemos ir a la búsqueda de seres extraños; entonces algunos se posan por encima de nosotros ¡Contempla a los dragones! Carecen de colmillos, porque el pico es lo más versátil; sus andamios flotan como cartón, pero resisten igual que un tronco; de escama se limitan, al ser la pluma más fresca y liviana, reliquia que con frecuencia permite llegar al país de los vientos. Y los dragones resguardan muchos enigmas, de los cuales la historia de sus predecesores ha sido el arcano más desafiante.
Paulatinamente incrementó el poder de la observación en las ciencias naturales, hasta permitir darse cuenta de que los voladores (así como los que no vuelan pero se mantienen en el clan) son parte de un grupo que acostumbramos llamar “reptiles”. Tienen tantas cosas en común además de nacer de huevos, como son las costillas en el cuello (o “cervicales”), un hueso del oído conocido como “columela”, entre otros aspectos, como en el contenido de sus células y genes.
Se recuerda con honor a un erudito peculiar, Huxley de Inglaterra, quien contempló las diferencias y afinidades existentes en las patas de las avestruces y las de los reyes Megalosaurus, miembros de la dinastía Dinosauria; con dicha evidencia sugirió que de los seres extintos, los dinosaurios son lo más cercano a las aves, quizá como primos cercanos; hasta consideró la posibilidad de que algunos dinosaurios, como Comsognathus, tuvieron plumas en vida. Sin embargo, pasaron cien años para que tal lienzo de interpretación evolutiva fuese acabado.
En tanto, llegó a la escena otro buscador, Gerhard Heilmann de Suecia, gran dibujante que escribió e ilustró uno de los libros más influyentes en este periplo: “The origin of birds” El origen de las aves. En aquellos párrafos sostuvo que los emplumados no podían tener como ancestros a esos monarcas, en vista de que carecían de “clavículas fusionadas”, alhaja indispensable de todo dragón. Mas fluyeron los años, y los científicos persistieron en su búsqueda de tumbas funerarias; de imprevisto encontraron que muchos miembros de la familia real también lucían esos collares: Oviraptor, Ajancingenia, Segisaurus y tantos más.
A pesar de lo anterior, la interpretación de Heilmann persistió en los círculos académicos por largo rato, hasta que en décadas posteriores John Ostrom, señor de “raptores”, arribó a desenterrar los restos de un nuevo cacique: Deinonychus, “Garra Terrible”, procedente de las estepas mongolas:
–¡Bien que recuerda a un canario –imaginemos que de tal modo meditaba–! Posee tres dedos en las manos, que se hallan fusionados en los pajarillos; anda con cuatro dedos en cada pata, tres para el impulso y otro opuesto, que hoy se puede usar para prensarse a los árboles; ambos tienen el cuello como la letra “S”, también hueso esternón y clavículas fusionadas.
“John H. Ostrom de la Universidad de Yale revivió la idea de que las aves se hallan emparentadas con los dinosaurios terópodos [existieron muchos grupos de dinosaurios], y propuso explícitamente que las aves son sus descendientes directos.” – Padian y Chiappe (1998).
En lo sucesivo hicieron aparición muchos oponentes a esta propuesta, decididos a encontrar el origen de los plumíferos en algún ente distinto a la realeza. Casi todos esos animales eran comolagartos y lagartijas, de cráneos triangulares y de dientes pequeños, entre otras estructuras que parecían resguardar un ápice de semblanza con las de los emplumados. Destacan Cosesaurus, Longisquama (cuyas largas escamas fueron tomadas por pluma arcaica) y Megalancosaurus, los tres con calaveras que recuerdan a las de los gallos.
“No creo que haya alguien con evidencia real para probar que las aves descienden de los dinosaurios. Las aves evolucionaron a partir de reptiles separados de los dinosaurios.” –Larry Dean Martin, para el documental “Paleoworld” (1995).
Luego ocurrió que una nueva disciplina se extendió en el mundo científico, un conjunto de herramientas matemáticas y contemplativas, cuyo fin es ilustrar los árboles genealógicos de los seres vivos y extintos, con la mayor precisión de que pueda disponerse. Su nombre es “Sistemática Filogenética”, o “Cladística”, y nunca se detiene en el perfeccionamiento de sus métodos y resultados.
“El uso de métodos cladísticos no asegura por sí solo resultados indisputables. Sólo argumentamos que la cladística brinda hipótesis de parentesco más claras, más precisas, más explícitas y más fáciles de verificar.” – Padian y Chiappe (1998).
A la fecha, ningún análisis cladístico ha concluido que se deba excluir a las aves de la realeza, muy al contrario; en contraste, los seres reptilianos que no eran dinosaurios, y que fueron presumidos como los verdaderos padres, resultaron pertenecer a familias distantes.
“Ciertamente, algunos investigadores no se adhieren a estos métodos, pero a menos que especifiquen cuáles usan, y cómo es que sus ideas son puestas a prueba o falsadas, no hay base sobre la cual sus conclusiones puedan ser evaluadas contra las conclusiones basadas en los métodos aceptados por la biología comparada.