La llegada del lobo
Alaric
Mi nombre es Alaric, soy un Alfa, no uno cualquiera lidero la manada Healer, una de las más poderosas del continente. Tengo 28 años y he visto cosas que forjan y quiebran a un lobo.
Vengo a Starlight a establecer un matrimonio por contrato, una alianza entre nuestras manadas que promete hacernos invencibles, jamás he visto a la princesa, pero cuentan que su belleza es tal que con solo mirarla el resto del mundo pierde sentido yo no creo en esos cuentos, no creo en destinos, pero sí creo en lo que puedo conquistar y algo en mi interior me dice que esta unión será más que una simple estrategia.
Las puertas del castillo se abrieron con un crujido antiguo, como si protestaran por mi presencia, dos guardias me repararon al verme, y aunque no dijeron nada sus ojos lo decían todo, este no es tu hogar, no eres bienvenido, no me importó.
Mis botas resonaron sobre el mármol a cada paso, el aire se volvía más espeso y cargado de incienso y protocolo, a mi lado, mi Beta Kael se mantenía en silencio y sabía que este no era el momento para palabras, el silencio también es estrategia y entonces la vi.
Estaba al final del salón, de pie frente al trono vacío, con las manos cruzadas sobre el regazo no llevaba corona, no la necesitaba su sola presencia exigía reverencia. La princesa de la manada Starlight.
El vestido que llevaba era oscuro, entallado, elegante, de esos que no revelan, pero si insinúan, su tela fluía como una sombra viva marcando su silueta sin ceder al exceso, cada movimiento suyo parecía medido no por debilidad, sino por estrategia como una loba que ha aprendido a moverse entre barrotes sin parecer enjaulada.
El salón, por su parte, era un monumento al exceso columnas de mármol, candelabros de cristal que colgaban como lágrimas congeladas, tapices que contaban glorias que quizás nunca existieron, pero ella no pertenecía a ese lugar. ella lo dominaba.
No era una figura decorativa, era el filo bajo la seda, la tormenta antes del rugido, su cabello plateado, piel irreal... y sus ojos esos ojos, no eran simplemente lilas, eran del color de una tormenta sobre campos de lavanda, eran simplemente bonitos, eran inquietantes, como gemas encantadas que te obligaban a mirar más de la cuenta, aunque supieras que estabas cruzando una línea…Hermosos, sí, pero, sobre todo, peligrosos.
No me miraban, me desafiaban ella no se movió y yo tampoco.
Un consejero tosió para romper el silencio, como si temiera que ese simple cruce de miradas pudiera incendiar el castillo.
—Alfa Alaric de la manada Healer —anunció un consejero, rompiendo la tensión—. ha venido por el acuerdo.
Ella bajó los escalones, cada paso era una declaración de poder, no me sonrió, no me temía… que Interesante.
—Pensé que serías más viejo —dijo, sin rodeos.
Le sostuve la mirada, no respondí de inmediato.
—Y yo pensé que serías más dócil.
Un murmullo se extendió entre los presentes, ella alzó una ceja no sé si por sorpresa o diversión.
—Si esperas una princesa sumisa, elegiste el castillo equivocado.
—No vine a buscar una princesa —respondí—. Vine a sellar una alianza, el resto es... negociable.
El silencio volvió, pero ahora era distinto, como el filo de una espada antes del primer corte, sabía dos cosas en ese momento
Una, que esta unión no sería fácil.
Y dos... que no quería que lo fuera.