Coronada por el destino, marcada por el deseo

Capítulo 8

En un lugar del castillo. El que cayó por saber demasiado

Vareth Soren

Desde mi rincón entre las vigas del techo —invisible, como siempre lo fui cuando más importaba— observé la cena.
Pero no era una cena.
Era una danza.
Una danza con garras ocultas y veneno en cada mirada.

Yo fui consejero de reyes, reinas y guerras.
Mi voz selló tratados.
Mi silencio desató conflictos.
Y, aun así, fui apartado.
Por saber demasiado.
Por no callar cuando el poder exigía sumisión.

Ahora, desde las sombras, contemplo lo que me fue negado.
Observo.
Anoto.
Recojo las piezas del juego que algún día volveré a controlar.

Jessed.
La más bella desde su nacimiento. La que he querido siempre para mí, su cuerpo, su poder… y el reino que merezco.
Llegó tarde. No por error. Por decisión.
No fue una falta diplomática. Fue una declaración.
Y Alaric la escuchó.
No dijo nada, pero sus hombros se tensaron. Para mí fue suficiente.

Él la mira cómo se mira una espada forjada por manos ajenas, con admiración, sí, pero con los reflejos listos por si hiere.
Y ella… ella sabe provocar esa tensión.
Toda ella es una mezcla de gracia, peligro y fuego contenido.
Es poder envuelto en belleza.

Yo aún uso la máscara de fiel sirviente.
Pero pronto caerá.
Mañana se firmará el acuerdo, y si él la marca, lo mataré.
Y entonces, con ella a mi lado, reinaré.

Sin embargo, hay algo que me perturba.
Ella lo mira con cautela… pero también con respeto.
Un respeto que jamás me ha ofrecido a mí.
Y eso me carcome más que cualquier traición.

Cuando se sonrieron, no hubo ternura.
Solo filo.
Una amenaza envuelta en elegancia.
Conozco esas miradas las vi en salas donde se decidía el destino de imperios.
Solo que esta vez no había pergaminos ni testigos.
Solo ellos dos, y una tensión espesa como sangre derramada en piedra.

—Mis ojos te interesan porque son armas —dijo ella.

Reí por dentro, frustrado.
Claro que lo son. Siempre lo supe.
Y tú, Alaric, acabas de admitir que admiras el filo.

Ella le devolvió esa sonrisa. La misma que vi por primera vez cuando tenía catorce años y empezaba a dejar de ser niña.
Su padre me pidió que la entrenara en política.
Creía que iba a quebrarla.
Pero ella aprendió.
Demasiado rápido.
Demasiado bien.

Ahora está frente al Alfa del Norte, y por primera vez en años… no sé quién saldrá victorioso de esta batalla silenciosa.
No sé a quién elegirá.
Y eso me inquieta.

La corte cree que este tratado sellará la paz.
Pero yo sé que no será así.
Porque yo me encargaré de que no lo sea.
He servido demasiados años a la verdad.
Y cuando dos depredadores se miran como lo hicieron esta noche, la paz no es más que la pausa que precede al desgarrón.

Y yo, Vareth Soren, que fui su consejero…
Seré testigo.
Y seré el causante.
Y, si el momento llega, tal vez… solo tal vez…
Seré algo más.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.