Coronada por el destino, marcada por el deseo

Capítulo 14

El filo bajo la seda
Jessed

El Ritual del Compromiso no significa nada.
Y lo significa todo.

No hay vínculo legal. No hay marca. Solo símbolos y sonrisas forzadas.
Un espectáculo para apaciguar a quienes aún creen que mi alianza con la manada de Alaric fue impuesta.
Una coreografía de paz entre casas que estuvieron a un paso de la guerra.

Llevo blanco. Seda. Plata. El cabello suelto.
No por vanidad, sino por estrategia.
Nada intimida más a los lobos que una hembra que entra a la jaula desarmada, pero no indefensa.

Todos los ojos están sobre mí.
Así lo quise.
Así lo entrené.

Converso con emisarios, juego con las palabras, lanzo medias verdades envueltas en sonrisas.
Y entonces, él llega.
No Alaric. Otro.

El embajador del clan Durnwen.
Joven. Ambicioso. Inseguro, pero hábil.
Me halaga con una frase bien construida, como si pudiera leerme.
Como si creyera que una cortesía bastara para entrar en mi órbita.

Me toca el brazo, suavemente.
No lo detengo.
Porque yo también juego.

Hasta que lo siento.
Él.

Alaric entra en mi campo sin anunciarse.
Pero lo sé.
Antes de oírlo.
Antes de verlo.

Lo siento detrás de mí como una tormenta contenida.
Una energía caliente, primitiva.
Mi columna responde antes que mi mente.

Kael le dice algo.
Lo intenta frenar.
No funciona.

Alaric se planta entre nosotros como un muro viviente.
Su voz es cortante.
Su mirada, un filo al cuello.
Y cuando amenaza al embajador con perder el brazo… sé que lo dice en serio.
Que lo haría.
Por mí.

Y eso me enfurece.

—¿Puedes no comportarte como un animal salvaje por cinco minutos? —le espeto entre dientes.

Lo miro, esperando que retroceda.
No lo hace.
Solo me devuelve una verdad tan brutal que me desarma:

“Porque me está costando no sacarte de este salón y llevarte a donde nadie más pueda mirarte así.”

Dioses.

No me toca.
No me besa.
Pero me desarma como si lo hiciera.
Como si ya supiera cómo hacerlo.
Y lo peor es que una parte de mí… quiere que lo haga.

Porque también lo siento.
El tirón. El vínculo.
La forma en que mi cuerpo responde a su voz,
a su rabia,
a su deseo de marcarme frente a todos.

Y entonces, me acerco.
Lo suficientemente cerca como para que el aire se tense entre nosotros.
No lo miro. No lo toco directamente.
Solo lo rozo.
Con los dedos.
Ligero.
Preciso.

Una promesa.

Y me alejo.
Porque sé lo que eso hace en él.
Sé que no olvida un gesto.
Sé que estoy alimentando a su lobo.
Y al mío.

Camino hasta el otro lado del salón sin mirar atrás.
Pero mi pecho arde.

No por lo que hizo.
Sino por lo que no hicimos.
Aún.

No es mi posesión.
Ni yo la suya.
Pero si me mira así otra vez…
si me arrincona como hoy…
si me exige como un Alfa y no como un aliado…

Puede que no lo detenga.

Y eso sería mi perdición.
O mi liberación.

Pero mientras tanto, hay otra cosa que me inquieta.

Vareth Soren.

Sus ojos no me observan.
Me estudian.
Como si supiera algo que yo no.
Como si esperara algo que no ha ocurrido.

Y en mi sangre, una advertencia:
Ese hombre no vino solo por política.
Y si representa una amenaza para mí o para Alaric…

No necesitaré a un Alfa para protegerme.
Porque yo también sé morder.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.