Coronada por el destino, marcada por el deseo

Capítulo 21

La máscara del traidor
Jessed

La noticia llegó con el primer mensajero, cubierto de polvo, sangre seca y ojos abiertos por el miedo.

—La patrulla del sector sur… atacada. Tres caídos. Uno desaparecido.
Kael herido, pero vivo.

Mi sangre se congeló.

Corrí hacia la sala de estrategia. Alaric ya estaba allí, con los dientes apretados, leyendo el informe.

—¿Quién lo sabía? —le pregunté, sin rodeos—. ¿Quién conocía exactamente las rutas y las horas?

Él no respondió de inmediato.

No necesitaba hacerlo.

Ambos sabíamos que solo un círculo reducido tenía acceso a esa información.

Y uno de ellos… estaba jugando para el enemigo

El eco de mis pasos resonaba como una sentencia por los pasillos de piedra.

Había sangre seca en la armadura de los que regresaron.
Y las marcas de la emboscada aún latían en el aire, como una herida que no terminaba de cerrar.

Alaric caminaba a mi lado, con los puños, los ojos más oscuros que la noche.
No había palabras entre nosotros.
Solo un objetivo Vareth.

Lo encontramos en la sala de audiencias, inclinado sobre un mapa, como si no acabara de enterarse de nada.
Demasiado sereno.
Demasiado pulcro.

—Una emboscada en el sur —dije sin rodeos—. Precisa. Letal.
Solo cinco personas sabían la ruta exacta. Tú eras una de ellas.

Vareth levantó la mirada. Tranquilo.
Casi… curioso.

—¿Acusas a un embajador de alta traición sin pruebas, princesa?

—No acuso. Pregunto —intervino Alaric, su voz grave—. ¿Dónde estabas esta madrugada?

—En mis aposentos. Pregunta a tu guardia —respondió Vareth sin parpadear—. ¿Realmente crees que me ensuciaría las manos? Por favor, Alaric…
Eso sería de un nivel muy burdo.

Me acerqué, con los brazos cruzados.

—¿Y si no buscabas ensuciarte las manos?
¿Y si solo buscabas que pareciéramos divididos, vulnerables?
Perfecto para cuando el Consejo Superior se reúna la próxima luna y quiera vetar nuestra alianza.

Vareth sonrió, despacio.

—Princesa… eres tan aguda como peligrosa. Me gusta eso de ti.

Alaric dio un paso adelante. Solo uno.
Pero bastó para que el aire se congelara.

—La próxima vez que tu nombre se cruce con el de un caído mío —gruñó en voz baja—, no vendremos a hablar.

Vareth alzó las manos en gesto de paz.

—Estoy tan interesado como ustedes en descubrir al verdadero culpable.
Después de todo…
—miró directo a mí, con una chispa que no supe leer—
…una guerra ahora nos destruiría a todos.

Me mantuve en silencio.

Pero mientras salíamos de la sala, supe algo con certeza

Vareth sabía más de lo que decía.
Tal vez no había disparado las flechas.

Pero estaba en el centro de la red.

Y alguien, muy cerca de nosotros, le estaba entregando los hilos.

El pasillo parecía más largo cuando no confiabas en quienes lo cruzaban.

Los guardias saludaban al pasar, los sirvientes bajaban la mirada como siempre, pero ahora cada gesto me parecía ensayado.
Fingido.
Como si supieran que algo estaba por quebrarse… y solo esperaran no estar cerca cuando ocurriera.

Alaric caminaba a mi lado, en silencio.
No porque no tuviera nada que decir, sino porque sabía lo mismo que yo: que las palabras, en este momento, eran trampas.

—¿Vareth? —dije al fin, sin detenerme.

—Sabe demasiado —respondió él, sin vacilar—. Y no se molesta en ocultarlo.

—Pero no lo suficiente para mancharse las manos.

Él gruñó, apenas.

—No. Pero sí para ordenar a otros que lo hagan.

Entramos a la torre de observación. Desde allí, el bosque del sur se extendía como una cicatriz verde y espesa.
El mismo bosque donde Kael casi muere.

Mis dedos se apoyaron en la baranda de piedra. Fría. Sólida.
Todo lo que ahora necesitábamos ser.

—Hay una red —murmuré—. No se mueve por oro ni por poder inmediato.
Se mueve por algo más antiguo.
Más peligroso.
Odio.

Alaric asintió, con los ojos en el horizonte.

—Y si no la cortamos desde adentro, nos va a devorar desde las raíces.

Silencio.

Un cuervo pasó volando por encima, como una sombra que no dejaba rastro.

—¿Confías en todos los tuyos? —pregunté, con voz baja, casi sin mirarlo.

Él tardó en responder. Lo suficiente como para que la duda se hiciera real.

—Confío en quien está dispuesto a morir por ti, aunque no esté de acuerdo contigo.
Los otros… solo están esperando que el viento cambie.

Me giré hacia él.

—Vamos a necesitar otra clase de ojos. Que no estén dentro del círculo. Que no tengan nada que perder.

Sus ojos se encontraron con los míos.
Y por un instante, el Alfa feroz pareció leer mi mente.

—¿Quieres formar una red paralela?

—No. Ya existe. Solo tenemos que dejar que piense que opera sin vigilancia… mientras le cortamos el hilo correcto.

Alaric me estudió. Como si viera algo en mí que hasta yo misma había olvidado.

—Tú no solo estás en guerra. Estás cazando.

—No —corregí—. Estoy esperando que el verdadero traidor crea que ganó terreno.
Cuando lo crea…
Cuando se sienta seguro…

Mi voz se volvió hielo.

—Le arranco la máscara yo misma.




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