Coronada por el destino, marcada por el deseo

Capítulo 23

Entre la Marca y la Sangre

Jessed

Nunca lo había visto así.

Alaric, el Alfa que podía silenciar un salón con solo entrar, estaba quieto frente a mí. La respiración contenida. Los ojos encendidos no solo por deseo, sino por algo más primitivo.

Lazo. Instinto. Necesidad.

El filo de un abismo.

Él asintió. Una leve inclinación del rostro. El respeto detrás de la necesidad.

—¿Y ahora?

—Ahora…

No terminé la frase.

Un cuerno.

Tres toques cortos. Uno largo.

Alerta secreta. Usada solo por los guardianes del castillo.

—Ala oeste —dije, ya corriendo—. Las habitaciones de los emisarios.

Alaric me siguió. Sin palabras.

Pero el lazo entre nosotros…

Tendría que esperar.

Nuestros pasos resonaban contra los muros de piedra.

El castillo parecía contener la respiración. Como si también supiera… que algo se había roto.

Al girar el último pasillo, dos guardianes nos esperaban frente a la sala de emisarios. Uno, espada desenvainada, alzó la voz al vernos

—No responde. La puerta está sellada. Y huele a…

Se detuvo.

Yo también lo olí.

Incienso negro.

El mismo que Kael describió antes de la emboscada.

Alaric no dudó.

Embistió la puerta. La madera cedió.

Dentro, el aire era denso. Turbio.
Cargado de algo oscuro.

La sala estaba vacía.

Demasiado vacía.

Tintero roto.
Copa a medio llenar.
Sillas desplazadas.

Pero fue lo que colgaba de la lámpara lo que heló mi sangre:

Un trozo de tela.

Mi emblema.

Y bajo él, en la mesa, aún húmedo:

"Sabemos a quién quiere marcar.
Sabemos a quién no podrá proteger."

El silencio fue absoluto.

Sentí a Alaric detrás de mí. Su energía era puro acero fundido.

—Esto es personal —murmuré.

—Esto es una declaración de guerra —gruñó él.

No me moví.

Alguien había entrado a un espacio protegido.

Habían tocado mis símbolos.

Y sabían.

No solo de mí.
De nosotros.

Una provocación directa al lazo que apenas habíamos sellado.

Me volví hacia Alaric. El corazón ya no latía con miedo.

Latía con furia.

—Ya no es una opción.
El lazo. La marca. El vínculo.

Alaric se acercó. Sus ojos eran fuego.

Pero su voz fue baja. Firme.

—Esta noche. A mi modo. Y con tu consentimiento.

Asentí. Solo una vez.

No por debilidad.
Ni por impulso.

Por guerra.

Porque alguien tocó lo que me importa.

Y ahora… voy a responder como lo haría una reina.




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