Coronada por el destino, marcada por el deseo

Capítulo 26

Lo que Despierta el Lazo

Jessed

Primero fue una vibración.

No física. No visible.
Solo un temblor en el pecho, justo donde su aliento me había marcado la noche anterior.

Y al abrir los ojos… supe que no era solo el eco del lazo.
Era algo más.
Algo antiguo.
Algo que no venía de mí, pero que ahora me habitaba.

Me incorporé, aún envuelta en las sábanas, los pies descalzos sobre el suelo frío.
La habitación estaba en penumbra, pero lo veía todo con una nitidez nueva:
El vaivén sutil de la cortina.
Las partículas de polvo danzando en la luz.
El parpadeo inestable de una antorcha, tres corredores más allá.

Era como si el mundo hubiese subido el volumen solo para mí.

Y entonces lo sentí.
Alaric.

Aún dormido
Su energía se derramaba suave, como un río tibio conectado al mío.

Pero más allá de él…
Otra cosa se filtraba.

Un destello.
Un impulso oscuro.
Una presencia lejana, difusa, pero marcada por un aroma que reconocía demasiado bien
incienso negro.

Me vestí rápido. Descendí sin hacer ruido hacia los jardines internos.

Varya ya estaba allí.
Armada. Capa corta. El ceño fruncido.

—Sabía que vendrías —dijo, sin preámbulo—. El símbolo volvió a aparecer. Más al sur esta vez. En un claro que solo los guardianes conocen.
Nadie más debería saber llegar ahí.

Asentí.

No hacía falta decir que era una trampa.
Ambas lo sabíamos.
Pero también sabía esto:

Si no la enfrentábamos ahora… el enemigo se volvería sombra.

La patrulla fue silenciosa.
Solo Varya, yo, y dos exploradores de confianza.

El bosque estaba espeso.
Húmedo.
Cargado de algo que no era viento. Ni frío.

Era tensión.

Los árboles no nos ignoraban.
Nos observaban.

Y entonces lo vi.
El símbolo.

Pintado en sangre seca sobre un roble inclinado.
Más grande que los anteriores.
Más elaborado.

Me acerqué… pero me detuve.
No por miedo.

Por una sensación que no tenía nombre.

Y fue ahí cuando ocurrió.

Una visión.
No mía.
Pero dentro de mí.

Vi a un hombre.
Alto. Encapuchado.
Trazaba el sello con movimientos rituales, como si cada línea rompiera el aire a su paso.
Sus labios pronunciaron un nombre:

—Elash’nor.

Y todo se desvaneció.

Caí de rodillas, jadeando.
El cuerpo me temblaba. No de debilidad.
De exceso.

Varya se arrodilló a mi lado.

—¿Qué fue eso?

—No lo sé… —mi voz salió ronca—. Pero lo vi. Como si hubiera estado allí. Como si el sello hubiera dejado una huella… en el tiempo.

Ella frunció el ceño.

—Eso no es una habilidad omega.

La miré, aún con las manos contra la tierra.

—No lo era.

Me puse de pie, aun temblando.

—Es algo que el lazo despertó.
Algo que viene de él… y de mí.

Una habilidad nueva.
Precognición energética.
La capacidad de tocar el rastro espiritual de actos poderosos.

Y lo que vi…

No era solo un símbolo.
Era un ritual.
Uno de invocación.

—Tenemos que volver —dije—. Antes de que lo repitan.

Pero al girarnos…

Los exploradores ya no estaban.

Y entonces lo sentimos.

Algo se movía entre los árboles.
Rápido. Coordinado.
Demasiado silencioso para ser animal.
Demasiado tarde para ser aliado.

Varya desenvainó su arma.

Yo no.
No aún.

Porque sentía otra cosa.
Una presencia más cercana que el enemigo.

No Alaric.

Su lobo.

Despierto.

Y viniendo hacia mí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.