Coronada por el destino, marcada por el deseo

Capítulo 52

Choque de Alfas
Alaric

La batalla rugía a nuestro alrededor, pero en un claro apartado, lejos de ojos y oídos, él y yo nos enfrentamos.

Vareth Soren.
Su mirada ardía con una furia contenida que amenazaba con consumirlo por completo.
Yo, con el peso de la manada y la vida de Jessed latiendo en cada fibra de mi ser, mantenía la calma como un muro infranqueable.

—Pensaste que podrías jugar con fuerzas que no entiendes —dije, con voz baja pero firme—.
Pero esta manada no caerá tan fácilmente.

Él sonrió, pero no había alegría, solo veneno puro.

—Tu amor es tu debilidad, Alaric.
Mientras te consumes protegiendo a esa mujer y a sus cachorros, yo conquistaré lo que es mío por derecho.

Di un paso hacia él.
El aire vibraba con el poder ancestral de dos alfas enfrentados en duelo.

—No permitiré que toques a Jessed ni un solo cabello más —gruñí—.
Esta vez, la guerra es personal.

Su furia estalló en un grito desgarrador, y en ese instante, la tierra pareció detenerse mientras ambos nos lanzábamos al choque.

No era solo una pelea.
Era la batalla por el alma de nuestra manada, por el futuro que ninguno estaba dispuesto a ceder.

Nuestros cuerpos chocaron con la fuerza de tormentas desatadas, cada golpe resonando como un trueno en el bosque.
Vareth era feroz, moviéndose con rabia y habilidad, pero yo llevaba conmigo algo más poderoso:
el vínculo con Jessed y la manada entera.

El aire se cargaba de energía mientras intercambiábamos golpes y gruñidos, ninguno dispuesto a ceder.
Su mirada estaba llena de odio; la mía, de una determinación inquebrantable.

Justo cuando sentí que podía tomar ventaja, un estruendo rompió la intensidad del duelo.

De entre las sombras, Varya irrumpió con un ataque traicionero, apuntando a mí mientras todavía luchaba con Vareth.
Al mismo tiempo, un grupo de soldados enemigos se lanzó contra nosotros sin piedad, rompiendo el combate.

Vareth maldijo con furia, su cuerpo tambaleándose, pero la pelea estaba lejos de terminar.

A pesar de la confusión, algo quedó claro en mi mente
había traidores dentro de mi territorio.
Fuerzas que les dieron la oportunidad de arrebatarme a Jessed, a la mujer que, sin querer, había llegado a amar con todo mi ser.

Pero aún no sabía dónde la tenían, y esa incertidumbre me estaba volviendo loco.

El enemigo se dispersaba, pero mi resolución solo crecía.
Debía encontrarla.
Debía traerla de vuelta.

Y esta vez, nada ni nadie me detendría.




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