Coronada por el destino, marcada por el deseo

Capítulo 57

El Juramento del Alfa
Alaric

Las horas pasaban lentas, como si el mundo mismo estuviera conteniendo la respiración.
En el refugio, el silencio no era vacío. Era sagrado.
Jessed sanaba.
Y con cada día que despertaba con más color en sus mejillas y más firmeza en su voz, una parte de mí también comenzaba a volver a la vida.

Nuestros cachorros dormían profundamente, envueltos en pieles suaves, con los corazones latiendo en sincronía.
Cinco vidas.
Cinco promesas.
Cinco estrellas que habían nacido en medio de la oscuridad.

Llamé a la manada más cercana, a los ancianos y guerreros leales.
Era hora de nombrarlos.
De anclar sus existencias al destino de nuestra tierra.

Me acerqué primero al mayor.
Un macho de pelaje oscuro y ojos que parecían leer el alma.

—Kaelen —dije, con voz firme—. En honor al beta que me salvó más veces de las que admitiré. Lealtad. Fortaleza. Silencio y temple.

El siguiente era ágil, nervioso. Su energía chispeaba como una brasa incontrolable.

—Eryon, guardián del fuego. Que tu espíritu arda cuando los demás flaqueen.

Las dos hembras me miraban con los ojos de su madre: sabiduría y misterio en igual medida.

—Lyra —pronuncié al tomar a la primera—. Como las estrellas que nunca se apagan, que siempre guían incluso en la noche más oscura.

—Y tú, Seren —susurré a la segunda—. Porque tu energía es calma en la tormenta. La paz que sana. El equilibrio que sostiene.

El último cachorro era más pequeño, pero su mirada...
Era fuego y hielo. Un guerrero aún sin nombre, pero no sin fuerza.

—Darian —dije, y mi voz se quebró un instante—. Que tu sombra proteja lo que la luz no puede. Que seas el filo oculto del lobo.

Jessed me observaba desde la cama, sus labios curvados en una sonrisa suave.
Sus ojos lilas, aún cansados, brillaban con emoción.

—Son perfectos —susurró—.
Cada nombre... es una promesa.
Una historia que apenas comienza.

Me acerqué a ella y tomé su mano.
El vínculo entre nosotros pulsaba, más fuerte que nunca.
Cerré los ojos, y en ese instante, no sentí miedo.
Solo determinación.

Porque esos nombres no eran solo palabras.

Eran juramentos.

Y yo protegería esa historia, esta familia, este linaje… con todo lo que soy.




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