Coronada por el destino, marcada por el deseo

Capítulo 67

Refugio Bajo la Luna
Alaric

La noche es un manto que nos envuelve, cálido y silencioso, y en ese silencio, solo se escuchan nuestros respiraciones, acompasadas, como si el mundo entero hubiese decidido detenerse para darnos este instante.

Jessed está a mi lado, y cada vez que la miro siento cómo se aflojan los nudos del peso que llevo sobre mis hombros. La guerra, los enemigos, las traiciones… todo se vuelve tenue cuando ella está cerca. En sus ojos, violetas y profundos, descubro un océano de fuerzas que ni yo mismo sabía que existían. Esa fuerza que no se muestra con palabras, pero que llena cada espacio de su ser.

Su mano, cálida y firme en la mía, me habla sin necesidad de sonidos. Es un recordatorio de todo lo que hemos luchado juntos, de los momentos oscuros que hemos atravesado y de la esperanza que aún se aferra a nosotros como un faro en la tormenta. Siento que puedo confiar en ella sin miedo, que no necesito esconder mis dudas ni mis heridas.

Hay tantas cosas que no le he dicho, que me guardo para mí porque a veces la realidad es demasiado dura, pero esta noche quiero que sienta que no está sola, que yo estoy aquí, para ella y para lo que venga. Porque sé que no solo luchamos por nosotros, sino por el legado que dejarán nuestros hijos, por la manada que aún tiene futuro.

Miro sus labios, suaves y cansados, y recuerdo cada beso que hemos compartido. No solo son actos de amor, sino promesas de resistencia, de no ceder ante el miedo ni la oscuridad. Quiero que sepa que soy su aliado inquebrantable, que su dolor es mi dolor y su victoria será la mía.

En esta paz fugaz, permito que mis dedos recorran lentamente su piel, que mis ojos busquen en los suyos la fuerza para continuar. Me siento vulnerable y poderoso a la vez. Vulnerable porque temo perderla, porque sé que cada batalla nos consume un poco más. Poderoso porque su amor me da la fuerza que ni la magia ni la sangre podrían otorgar.

Jessed suspira, apoyando la cabeza en mi pecho, y en ese simple gesto siento que el mundo puede esperar. Que por ahora, no hay enemigos, ni conspiraciones, ni miedo. Solo estamos nosotros, aquí y ahora, construyendo un refugio donde nada ni nadie podrá tocarnos.

Quisiera congelar este momento, dejar que la luna sea testigo eterno de esta promesa silenciosa que nos hacemos. Porque cuando la oscuridad vuelva —y volverá—, sabré que tengo un hogar al que regresar, que no estoy solo.

Respiro profundamente, absorbiendo su aroma, el latido de su corazón, el calor que emana su cuerpo. Y le susurro al oído, palabras que vienen del fondo de mi alma:
—Nunca dejaré que nada te haga daño. Ni la guerra, ni las sombras, ni el tiempo. Mientras yo respire, serás mi reina, mi loba, mi todo.

Ella me mira, y en esa mirada encuentro un amor tan puro y feroz que me estremezco. Es la promesa de un futuro donde, pese a todo, el amor será nuestra arma más poderosa.

Por un instante, cierro los ojos y solo escucho la melodía de nuestra respiración, de nuestros corazones latiendo al unísono. Sé que mañana traerá nuevas batallas, nuevas heridas. Pero ahora, aquí, bajo la luna, somos solo dos almas que se han encontrado en medio del caos para recordarse que el amor es la fuerza que nunca se rinde.




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