Coronada por el destino, marcada por el deseo

Capítulo 71

La Sangre del Odio
Jessed

La tarde se volvió un presagio, el aire grueso, cargado de una amenaza latente. Había una herida en el bosque antiguo, un silencio antinatural que me llevó hasta el claro donde los troncos centenarios parecían inclinarse a escuchar mi corazón.

Y allí lo vi.

Lucan. El traidor. El enemigo que creyó haber sido juzgado y enterrado por siempre.

Su figura emergió de la penumbra, casi espectral. La piel lozana había sido reemplazada por un tono tan pálido que parecía desprender la misma luz de la luna. Sus ojos, incrustados en fosas oscuras, brillaban con un azul gélido, una marca de un poder que ya no era humano.

—Jessed —su voz canturreó en el aire con un matiz de viejo rencor—. Toca la luna. Respira su aire. Te pertenece… pero nunca te perteneció.

Una ola de energía recorrió el claro. Las raíces de los árboles crujieron y se alzaron levemente. Un coro de susurros inconscientes se unió a su voz.

—El Sello del Juramento —dije, apenas un susurro—. Te destruyó.

Lucan sonrió, y al hacerlo, la oscuridad pareció enardecerse.

—El sello tocó tu fachada, no mi esencia. Puedo morir en carne… pero renazco en odio. En sombra. En gloria mancillada.

Mis manos temblaron. Las cicatrices de mi vientre, collares de luna, el vínculo mágico… todo tembló con su presencia.

—¿Quién eres? —pregunté, rompiendo el murmuro.

—Soy la sangre ignorada —contestó—. Hijo de Arianne, prima mayor de tu madre. La dama que osó inflingir amor en un linaje que no debía sentir. Por ese crimen, fui arrancado… silenciado.

Un dolor punzante me atravesó el pecho al comprender la magnitud de su odio.

—¿Primos? —pregunté, con un escalofrío.

—Primos con destino dividido —susurró—. Tú, el faro glorificado… yo, la chispa extinguida que devino incendio.

Lucan alzó una mano y el suelo tembló. La realidad osciló con su poder, fragmentando el mundo en dos mitades imperfectas.

—He pasado un año… dormido en un letargo forjado por el rencor. Al escuchar tus risas. Ver tu ascenso. Sentir el palpitar de tus hijos… mi odio se cristalizó, me dio forma y propósito.

Suspiré, con la garganta seca.

—Y ahora, ¿qué?

Sus ojos se encendieron como brasas.

—La purga comienza. Empezaré por ti, Alaric, tus guardianes… y cuando la luna no pueda reflejar su luz, sólo entonces conocerás lo que significa vivir sin una familia, sin una casa, sin una historia que valga la pena contar.

La tierra a su alrededor se rajó, una grieta oscura surgió, alimentada por una energía tan antigua que el bosque mismo se sintió amenazado.

—Tal vez creas que soy la sombra… pero soy tu espejo roto.

Con un abrupto estremecimiento, la criatura que fue Lucan se desvaneció en una explosión de penumbras, arrastrado por la misma grieta que destronó su cuerpo.

Me quedé temblando, con el viento arrancando lágrimas de mi rostro.

—Esto no termina aquí —murmuré, tocándome el pecho, donde el collar lunar brillaba con nueva intensidad—. No eres sólo mi enemigo, Lucan… eres mi sangre oscurecida.

Mientras se cerraba la grieta, el bosque volvió a su silencio, más pesado que antes.

Levanté la vista al cielo. La luna, que hasta ese momento había permanecido oculta bajo nubes densas, asomó tímida, como si me ofreciera su promesa.

—La guerra —susurré al viento—… con la sangre del odio… ha renacido.




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