El Choque de Sangre y Luna
Alaric
El aire se cargó de electricidad cuando los dos ejércitos colisionaron. El choque resonó como un trueno ancestral, y el suelo tembló bajo la fuerza de los pasos y el estruendo de las armas.
Las primeras flechas oscuras surcaron el cielo, pero fueron recibidas por escudos de luz lunar que se formaban alrededor de nuestros guerreros, una barrera invisible que brillaba con un fulgor plateado.
Lucan avanzaba en el centro, su báculo alzándose con cada conjuro, desatando tormentas de magia oscura que convertían la tierra en cenizas y llamas. Su poder había crecido, eso era indudable, y su furia parecía capaz de desgarrar el mismo cielo.
Jessed estaba a mi lado, sus ojos lilas destellaban con una mezcla de furia y determinación. Su magia irradiaba en oleadas que protegían a nuestros guerreros y herían a los enemigos, una luz líquida que atravesaba las sombras.
—¡Mantengan la formación! —grité, blandiendo la espada—. ¡No podemos dejar que la oscuridad avance!
Nuestros soldados respondieron, moviéndose como un solo cuerpo, una fuerza imparable que defendía el corazón de nuestro territorio.
Pero Lucan no se rendía. De sus labios salieron palabras arcanas, y de repente, una horda de espectros surgió de la nada, sombras vivientes que atacaban sin piedad.
—¡Cuidado! —alerté mientras apartaba a un guerrero que caía bajo el ataque.
Jessed canalizó su poder, creando un círculo de luz pura que disipó a los espectros, pero la batalla apenas comenzaba.
De repente, entre el caos, sentí un golpe punzante en mi costado. La sangre brotó caliente y oscura, pero la adrenalina me mantuvo firme.
Vi a Lucan, avanzando directamente hacia nosotros.
—Esto termina aquí —gruñó, desatando una ráfaga de energía negra.
Jessed bloqueó el ataque con un escudo de luz lunar, pero la fuerza fue brutal, y ambos fueron arrojados hacia atrás.
Me levanté, la mirada fija en Lucan.
—No mientras estemos unidos —dije con voz firme—. La manada no caerá ante tu sombra.
Nuestros guerreros comenzaron a contraatacar con renovado vigor, apoyados por la magia de Jessed que envolvía cada espada, cada flecha, cada golpe.
Entre la batalla, vi a nuestros hijos, en un lugar seguro, pero sus aullidos resonaban en mi mente, un llamado a proteger lo que representaban.
La guerra no solo era por territorio o poder. Era por nuestro linaje, por la sangre que corría en nuestras venas.
Y mientras el choque de luz y sombra continuaba, supe que esta noche marcaría el destino de todos nosotros.
Porque en esta batalla, o renacíamos... o perecíamos.