Coronada por el destino, marcada por el deseo

Capítulo 75

El Último Eclipse
Alaric

El campo de batalla se había convertido en un infierno desatado, donde la magia y el acero se entrelazaban en una danza mortal. La noche, teñida de rojo y plata, parecía contener la respiración mientras los tres protagonistas principales se enfrentaban, llevando sus fuerzas al límite.

Lucan, envuelto en una aura oscura y retorcida, liberó un rugido que sacudió los cielos. Su báculo emanaba un poder tan intenso que parecía absorber la luz misma. —“¡Este mundo será mío!”— gritó, con ojos que ardían como brasas.

De un gesto, lanzó una tormenta de oscuridad pura, un vórtice que devoraba todo a su paso, arrasando con guerreros y destruyendo la tierra.

Jessed alzó las manos, convocando la luz lunar más pura y antigua que había sentido en siglos. Su piel brillaba como un faro en medio de la tormenta. —“¡Por la sangre de mis ancestros, no permitiré que la oscuridad reine!”— exclamó, y una ola de luz plateada barrió la sombra, neutralizando la tormenta de Lucan.

Yo me posicioné entre ellos, sintiendo la mezcla de poder y vulnerabilidad que nos unía.

—“¡Alaric, ahora!”— gritó Jessed, sus ojos encontrando los míos.

Con un grito de guerra, desaté toda mi fuerza de Alfa, liberando un rugido que resonó en el alma de cada guerrero y enemigo. La manada respondió con un estruendo unánime, elevando la moral y el poder.

Lucan no se detuvo. Recogió su energía y con un movimiento furioso liberó una descarga de magia ancestral tan devastadora que el suelo se abrió en grietas humeantes.

Pero Jessed y yo, entrelazados por destino y amor, unimos nuestras fuerzas en un pacto silencioso.

Sus manos y las mías comenzaron a brillar, fusionando la luz lunar con la energía de la manada Alfa. La magia se convirtió en una marea imparable que avanzó contra la oscuridad, una tormenta de fuego blanco y plata.

Lucan, atrapado en esa corriente implacable, gritó, su poder disminuyendo.

Sus ojos reflejaban no solo rabia, sino también algo más profundo: miedo.

—“¡No puede ser! ¡Mi linaje es más fuerte!”— exclamó.

—“Tu linaje está roto porque olvidaste lo más importante,”— respondí, acercándome con la espada alzada—, “el vínculo que nos une. El amor, la unidad.”

Jessed lanzó un último hechizo, una ráfaga de luz lunar que atravesó el corazón oscuro de Lucan.

El impacto fue catastrófico. Un estallido de energía que iluminó la noche y silenció el caos.

Lucan cayó de rodillas, exánime, derrotado.

El ejército oscuro comenzó a retirarse, desmoralizado.

Jessed y yo nos miramos, agotados pero victoriosos.

Sabíamos que esa batalla había cambiado para siempre el destino de nuestra manada, de nuestro linaje.

La luna llena brillaba alta, testigo silenciosa de la renovación.

Habíamos vencido.

No solo a un enemigo, sino a la sombra que quería apagar la luz de nuestra sangre.

Y mientras la calma volvía al territorio, supe que juntos, nada podría destruirnos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.