Raíces de Paz y Nuevos Comienzos
Jessed
Han pasado 17 años desde que la última gran tormenta se alzó sobre nosotros. Diecisiete años desde la batalla que casi destruyó todo lo que éramos... y que, sin embargo, nos enseñó cómo renacer.
El territorio ahora florece. No sólo en el verdor de sus tierras, sino en la forma en que la manada respira, en la risa de los niños, en la paz con los reinos aliados, y en las raíces profundas que plantamos desde entonces.
Esta mañana, el jardín estaba más hermoso que nunca. Los rayos del sol atravesaban las hojas de los viejos robles, iluminando los senderos marcados por pies pequeños y flores silvestres. Nuestros cinco hijos —Kaelen, Eryon, Lyra, Seren y Darian— ya no son los cachorros que un día defendimos con garras y sangre. Son jóvenes, fuertes, llenos de carácter y de historia en sus venas.
Alaric se sienta a mi lado, con el cabello ya tocado por hilos de plata, pero con los ojos igual de feroces y nobles. Su mano, cálida y firme, entrelaza la mía mientras observamos a nuestros hijos reír, correr y entrenar entre árboles que ellos mismos plantaron. Hay una armonía que parece imposible de romper.
Y entonces…
Una corriente de calor me recorre el vientre.
Un mareo suave, como un susurro desde dentro.
Una luz antigua, que me acaricia por dentro.
Me detengo.
Mi mano se posa sobre mi estómago. El vínculo… lo siento otra vez.
—Alaric… —mi voz es apenas un suspiro. Él me mira con atención.
—¿Qué sucede, amor?
—Creo que… estoy embarazada.
Por un instante, el mundo entero se detiene.
El canto de los pájaros cesa.
El viento deja de mover las hojas.
Y sus ojos —esos ojos que han visto guerra, dolor, renacimiento— se llenan de un asombro tan puro que me quiebra.
—¿De verdad? —pregunta él, sin aliento.
Asiento. Las lágrimas me queman en la garganta.
Él me abraza. Fuerte. Como si abrazara a la vida misma.
—Después de todo este tiempo… —dice— un nuevo comienzo.