Coronas de hielo y sangre.

Capítulo 9.

Emily.

Las puertas dobles del comedor se abrieron ante nosotros. Si el vestíbulo era una demostración de poder, el comedor era un acto de guerra.

La habitación era una caverna de obsidiana y cristal. Una única y monstruosa araña de luces, que goteaba diamantes negros, colgaba sobre una mesa de caoba tan larga que apenas podía ver el otro extremo. Las paredes eran ventanas que mostraban la ciudad a millas de metros por debajo, haciéndome sentir que estábamos cenando en el ojo de una tormenta.

El Rey Teo entró primero, riendo de algo que solo él encontraba divertido, y tomó asiento a la cabecera.

Thomas no soltó mi brazo. Su mano se movió desde mi codo hasta la parte baja de mi espalda, un toque firme y posesivo que me guio hacia la mesa. Su calor se filtraba a través de la seda de mi vestido.

El pánico me atenazaba, pero debía ser fuerte.

La Reina Tiana se sentó a la izquierda de Teo. Era pálida, hermosa y completamente silenciosa. Sus ojos de vampira me analizaron, pero no pude leer nada en su expresión.

Thomas me guio hasta el asiento contiguo al suyo. Él se sentó a mi lado, tan cerca que nuestras rodillas casi se rozaban bajo la mesa, y al lado derecho del Rey.

Thiron se sentó frente a mí, una sonrisa lánguida en su rostro. A su lado, se sentaron mi padre, mi madre y Rosa. Estaban en el lado opuesto de la mesa, como en una batalla. Mi nonna, para mi sorpresa, fue sentada por Lucien cerca de la Reina Tiana, un lugar de respeto.

Los sirvientes, silenciosos como fantasmas, empezaron a servir vino.

Thiron levantó su copa. —Bueno, esto es... acogedor. Padre, Madre, Lores Bellini. Debemos brindar.

Todos levantamos las copas.

—Un brindis —continuó Thiron, sus ojos fríos fijos en mí—. Por las alianzas sorprendentes. Y por los talentos ocultos. Díganos, Señorita Emily... ¿cómo fue exactamente que conoció a mi hermano?

Saliva tragué. La primera prueba. Recordé nuestro ensayo. Usa la verdad siempre que podamos.

Sonreí, una sonrisa pequeña y temblorosa. Miré a Thomas, como me había ordenado. —No fue un "cómo", Lord Thiron —dije, mi voz suave—. Fue más un "cuándo". El destino decidió que era el momento de que nos encontráramos.

Thiron soltó una risita. —¿Destino? Thomas, ¿tú? ¿Creyendo en el destino? ¿Después de...?

—Ten cuidado, hermano —la voz de Thomas cortó el aire, suave pero letal. No levantó la voz, pero el silencio que cayó fue instantáneo.

Sentí su mano moverse bajo la mesa. Caliente, firme, se posó sobre mi rodilla. Apretó ligeramente. Un ancla. Un recordatorio. Soy tuyo.

Me giré hacia él y puse mi mano sobre la suya, entrelazando nuestros dedos sobre mi rodilla, un gesto de intimidad para que todos lo vieran. El lazo en mi pecho ardía.

—Es difícil no creer en el destino, Lord Thiron —dije, mirando a Thomas mientras hablaba— cuando se siente así.

El rostro de Thiron se ensombreció.

—¡Qué conveniente! —escupió Rosa desde el otro lado de la mesa. No pudo contenerse— ¿Destino? Es gracioso, Emily. No recuerdo que tuvieras ningún don para el destino. Solo para soñar despierta y ser una inútil.

La mesa entera se congeló. Sentí la mano de Thomas apretar la mía con fuerza, sus nudillos rozando la piel sensible de mi muslo. Su lobo estaba furioso.

Me giré lentamente hacia mi hermana. La miré con la fría indiferencia. —Es verdad, hermana. Pasé mucho tiempo soñando despierta. —Sonreí—. Pero resulta que mis sueños eran valiosos. Me trajeron a un Príncipe. ¿A ti dónde te ha llevado tu magia?

El rostro de Rosa se contorsionó de rabia. Abrió la boca para gritar, pero Thomas se movió primero.

Levantó mi mano, la que sostenía bajo la mesa, y la llevó a sus labios. Sus ojos nunca se apartaron de los de Rosa. Besó lentamente mis nudillos. Un gesto posesivo, desafiante.

—Prefiero sus sueños a tus raíces, Comandante —dijo Thomas, su voz un gruñido bajo.

Mi estómago dio un vuelco.

—Suficiente —dijo mi padre, Anthony, su voz de comandante. Vio que Rosa estaba perdiendo—. Príncipe Thomas, la historia de Emily es... fascinante. Pero como su padre, me preocupa. Fue exiliada por su... fragilidad. Su inestabilidad. ¿Está seguro de que está preparado para la vida en su corte?

Era un ataque directo. Estaba diciendo que yo era débil, que estaba loca.

Thomas soltó mi mano y rodeó el respaldo de mi silla con su brazo, un gesto de propiedad que me acercó a él. —No se preocupe por su fragilidad, Lord Anthony —dijo Thomas, su sonrisa desapareciendo, reemplazada por la máscara del Príncipe Tirano—. Es cierto. Usted la arrojó a la basura por ello. Y yo la encontré.

Su mirada se volvió letal. —Y yo, a diferencia de usted, sé cómo cuidar de lo que es mío.

Se volvió hacia la mesa, levantando su copa de vino. —Un brindis. Por mi prometida. La futura Reina de este palacio. Emily Bellini.

Todos, incluso mi padre y Rosa se vieron obligados a levantar sus copas. La guerra acababa de empezar.



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En el texto hay: magia amor seres sobrenaturales

Editado: 19.11.2025

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