Coronas de hielo y sangre.

Capítulo 12.

Emily.

La Sala de Juntas era un círculo opresivo de caoba. Los veinte Consejeros eran una muralla de autoridad fría. Me senté a la derecha de Thomas, el zafiro negro ardiendo en mi cuello.

El problema que Thomas presentó fue el transporte del mineral de Mana y la amenaza de atacar el puerto de Koryus. La discusión se centró en la fuerza bruta, la vieja forma Visconti.

Mientras los Consejeros discutían las pérdidas de hombres, mi mente trabajaba sobre los mapas que Thomas me había mostrado. La lógica era simple.

—...pero el cuello de botella no es el puerto de Koryus —murmuré, mi voz tan baja que apenas superaba el zumbido de la sala.

Veinte pares de ojos se giraron hacia mí en silencio. El miedo me recorrió.

—El problema —dije, corrigiendo mi postura, recordando la lección de Thomas sobre la postura—, no es el transporte, sino el proceso de refinación. El producto refinado solo puede pasar por los Canales del Ébano. —continúe con todo lo que sabía— Si atacamos Koryus, cerramos el transporte. Si atacamos el paso de refinación en los Canales del Ébano, cerramos el suministro final. Es una estrategia más quirúrgica y menos costosa en vidas.

El silencio fue un castigo. Thomas estaba tenso a mi lado.

Entonces, el Barón Vexor, un hombre lobo robusto y con la cicatriz, soltó una carcajada de desprecio. Se puso de pie.

—¡Escúchenla, señores! La Bellini sin magia, la camarera, el descarte de su propio padre, cree que puede enseñarnos estrategia militar. Su cerebro es demasiado simple para estos asuntos, joven. Váyase a tomar el té y deje a los hombres de verdad trabajar.

La sangre me hirvió. La humillación era absoluta.

Thomas no gritó. Se levantó lentamente, con una calma que era más aterradora que cualquier rugido. Su mano se cerró sobre el borde de la mesa, y el sonido del crujido de la caoba llenó el silencio. Pude sentir el lazo activarse: una oleada de furia asesina que él estaba conteniendo a duras penas. El lobo quería destrozar a Vexor.

—Mida sus palabras, Barón Vexor —dijo Thomas, su voz baja y cargada de veneno—. Le recuerdo que la mujer que acaba de insultar es una Bellini que ha vivido en las zonas de conflicto de su propia familia. Ella conoce su logística mejor que usted, que solo conoce su asiento en esta mesa. Además de ser MI prometida, MI compañera y la futura reina.

Vexor tartamudeó. —¡Thomas, esto es inadmisible! ¡No arrastre a su compañera!

¡CLACK!

El Rey Teo golpeó la mesa. El sonido resonó como un disparo.

El Rey se levantó de su asiento. Se acercó a mí, su aura de poder era una fuerza palpable que me obligó a encogerme en mi silla.

—Joven Bellini, Emily —dijo, su aliento era frío y me golpeó el rostro. Sus ojos eran absolutos—. Repita su sugerencia. Alto y claro.

Tragué saliva, pero la sensación de la furia reprimida de Thomas y la presión del Rey me empujaron. Lo dije de nuevo, con la certeza de mi lógica y la valentía que me daba el lazo.

—El punto débil no es la extracción, sino la refinación, Su Majestad. Los Canales del Ébano obligan a Bellini a usar una única ruta para el producto procesado. Atacar allí es más eficaz y evita una confrontación de alto riesgo en Koryus.

El Rey Teo se reclinó lentamente, y asintió.

—Una idea excelente. Sorprendentemente lógica. Tienes razón; nos hemos centrado en la logística y no en el producto. Usaremos tu sugerencia.

Se giró hacia Thomas. —Es un arma valiosa, hijo. No la escondas. Ella sabe cosas de los Bellini que nosotros pasamos por alto. Si tiene una acotación, debe hacerla.

El Rey Teo clavó su mirada en Vexor. —Barón Vexor. La próxima vez que le hable así a mi nuera, tendrá que responder ante mí. ¿Me he explicado?

Vexor, pálido, se inclinó profundamente. —Sí, Su Majestad.

La reunión se disolvió en un silencio respetuoso. Había ganado mi asiento en la mesa.

Thomas me tomó del brazo y me guio hacia la salida. Su mano se sentía fuerte y protectora.

—Lo hiciste. —Su voz era áspera, pero el alivio y el orgullo eran evidentes.

—Vamos —murmuró—. Ahora, almorzaremos con mis padres. Y ese será tu examen final, antes del anuncio a la prensa.

Emily.

El comedor privado era pequeño y austero, dominado por el blanco y el oro. El Rey Teo y la Reina Tiana ya estaban allí.

El Rey Teo se levantó, una figura imponente.

—Madre, Padre —dijo Thomas, su mano se posó en la parte baja de mi espalda, un gesto de propiedad—.

—Un placer, Su Majestad —dije, haciendo la reverencia.

La Reina Tiana se mantuvo sentada. Rubia platinada, con una elegancia que me hacía sentir como una niña disfrazada. Su voz, cuando habló, era como el cristal.

—Es aún más... dócil de lo que esperaba. Livia ha hecho un trabajo milagroso con ese cabello.

Su "cumplido" era un cuchillo.

—Mi prometida es completamente capaz, Madre. Simplemente... discreta —intervino Thomas, la presión de su mano aumentando ligeramente.



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En el texto hay: magia amor seres sobrenaturales

Editado: 24.11.2025

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