¡corre!

1er Encuentro: La llegada

07/07/2006

 

—Qué aburrido… —dije para mí mismo, mientras iba en camino hacia mi nueva preparatoria.

Bueno, creo que hace falta una presentación. Me llamo Nate, mi apellido simplemente no lo diré, por flojera y porque no es relevante en este momento. Soy un chico a punto de ingresar a mi primer día de clases en la preparatoria… aunque ya antes estuve aquí en unos cursos «propedéuticos». Estos me costaron el dinero necesario para un video juego nuevo, y honestamente no me sirvieron para nada.

El día de hoy es en el que oficialmente entro a esta escuela de «prestigio»: la preparatoria «G», unidad occidente. Decidí venir a ésta porque mi hermana Sarah me lo pidió. La verdad, yo quería ir a la «V», hasta iba a poner algunas respuestas equivocadas en el examen de admisión para entrar allí, ya que de segunda opción puse aquella; pero luego pensé en la paliza que me daría Sarah si se enteraba de esto último, así que me retracté. Siendo honesto, no tengo nada en contra de este lugar, mas tengo mucha flojera de estudiar demasiado, de esforzarme de más.

Total, ¿ya qué? Será mejor que lo haga y ya. Al fin y al cabo, para mí, el estudio es como un juego. No sé qué dirían mis padres sobre eso, aunque no sé dónde anden. Aún los recuerdo muy bien, mi padre siempre estaba fuera, excepto por la noche, y mi madre también trabajaba de medio tiempo en la mañana. Sólo en la tarde estaba en la casa para ponerme a estudiar; aunque nunca necesité que me lo recordase, pues me la pasaba en mis deberes, aprendiendo lo suficiente para aprobar. Siempre he sido muy conformista, no me gusta resaltar.

Tampoco diré el motivo que ocasionó la desaparición de mis padres en mi vida, así de simple. ¿Por qué? Porque no quiero hablar de eso y punto. Ahora sólo vivo con mi hermana mayor y no me molesta para nada. Ella me recuerda a mi madre, sólo que es mucho más agresiva. No, no soy un menor que sufre de maltrato intrafamiliar, es sólo que mi hermana se deja llevar mucho por sus emociones. Pero bueno, creo que es todo lo que tengo que contar sobre mí… ¡Ah! Casi olvido un pequeño detalle. Sólo tengo dos amigos, los mejores que pude haber deseado alguna vez. Ellos son Kaleb y Josue, son un par de idiotas que se fueron a las preparatorias «O» y «V» respectivamente… porque ellos así lo eligieron, totalmente lo contrario a lo que me pasó a mí.

Kaleb es un chico frío y bien parecido que vive con su tía divorciada, ya que sus padres fallecieron cuando apenas era un niño pequeño. En el caso de Josue, vive con nosotros, porque su madre murió cuando él nació y su padre es un idiota que sólo sirve para embriagarse y golpearlo; era así antes, hasta que Sarah defendió a mi amigo y prácticamente nos lo robamos. Josue es muy sensible y algo… ¿tierno? No lo sé, eso dicen las chicas.

Aunque creo que es mejor dejar de hablar de esto y entrar al salón donde llevaré mis clases a partir de hoy. Esto será en el grupo 16. No me di cuenta que existía esta aula cuando estaba en los cursos propedéuticos. Al menos tiene el baño de hombres cerca; eso significa que, al salir del salón, en lugar de respirar aire fresco, posiblemente inhalaré un asqueroso hedor. Maldición, eso sí que no es bueno; me gustaría que el baño de los chicos oliera a lavanda, como el de las mujeres. Total… ¿qué importa ya?

Entré al salón e inmediatamente vi un banco en la orilla. «Creo que ese estará bien», pensé.

Fui hasta aquel asiento vacío y me senté en él. Dejé mi mochila llena de libros en el suelo, a un lado de mi lugar, y volteé a ver mi reflejo en una de las ventanas del salón. Vi mi complexión delgada, mi alta estatura junto a mi piel blanca y mi ojo derecho. Peiné un poco mi largo fleco de cabello que me cubre la mitad del rostro, incluyendo mi ojo izquierdo, viendo los pinchos que formaba el resto de mi pelo, el cual es algo corto en lo que resta de mi cabeza; mis labios son un poco carnosos, mi nariz algo grande, mis cejas delgadas y mis facciones algo redondas. No me defino como «guapo», aunque la gente no para de describirme de una peor forma: «No estás feo». Imbéciles…

Al poco tiempo, sonó la alarma de la escuela, indicando que las clases están por comenzar. Así que todos los chicos que vi afuera comenzaron a entrar al salón, haciendo lo mismo que yo al momento de escoger un lugar, platicando ya algunos entre ellos sociablemente.

Miré alrededor del lugar, me di cuenta que las caras de mis compañeros son muy variadas, ninguno parece un clásico «nerdo» a como todos me describieron que este lugar tendría por alumnos. Son chicos totalmente normales de mi edad. Ninguno se ve extraño; muy por el contrario, me parece que son demasiado comunes para mi gusto. Nada resalta de especial en ellos… excepto por uno.

Sé que es muy pronto para que pasé algo extraño en mi primer día de clases; pero, al momento de dar una vuelta con la mirada hacia las caras de todos, vi que al final de mi fila de asientos se encuentra un chico justo entre ambas hileras de bancas, puesto en un asiento que se supone debería ser movido de allí atrás.

Aquel joven no es nada inusual. Es un chico apuesto de tez morena, cabello corto peinado en un estilo mohawk wannabe, con cuerpo delgado hasta donde lo percibo, cejas largas y ojos café claros muy expresivos; lleva puesta una camiseta común de color gris azulado, un pantalón de mezclilla bien sujetado por un cinto negro y roto de las rodillas; además, posee tenis de una marca muy popular de color café oscuro, algo viejos a cómo los veo.

No hay nada malo con él (exceptuando el hecho de estar en un lugar que no debería de ser usado así). Mi problema es que, justo cuando lo vi, aquel chico me sonrió. Cerró sus ojos un poco al momento de arquear su boca hacia arriba del lado derecho, de una forma algo cool o picara; cosa que me provocó una sensación extraña.

En el tiempo que toma el aleteo de una mariposa, mi corazón se aceleró, mi piel se comenzó a sentir exageradamente caliente, mi garganta se secó, se creó un enorme hueco en la boca de mi estómago, mi respiración se comenzó a dificultar y mi vista se fijó totalmente en torno a aquel chico que, simplemente… me sonrió a mí, a un desconocido…




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