¡corre!

Encuentro Final: Amor Verdadero

27/04/2009

Jamás me iré de aquí, es mi deber mantenerme en este lugar.

Pelearé siempre por ti, sostendré mi arma en alto y haré todo para que nada te pase. Mi misión siempre ha sido protegerte. Fui tan ciego en el pasado y ahora entiendo que debo luchar por tu felicidad. Desde que me enamoré de ti, es lo que debí hacer: buscar la forma de que estés bien, de que seas feliz.

Si tú eres feliz, yo habré cumplido. Me sentiré entonces pleno.

Me arrojé hacia aquellos seres en medio de la oscuridad, enfrentando a aquel sujeto, sujetando fuertemente mi arma, gritando a todo pulmón, precipitándome ante el mal que amenaza mis deseos y el bienestar de a quien más quiero. Sin miedo, sin dudas, sin una sola pizca de egoísmo. Todo lo que haré desde hoy será vivir para que una sonrisa nazca de tu rostro, sin importar qué.

Abrí los ojos lentamente, viendo cómo el Keu pegaba su luz en mi rostro, admirando los ligeros colores de la alborada. Mi cuerpo está totalmente desparramado en medio de una cancha para jugar basketball. Reconocí rápido que se trata de la misma que se encuentra en medio del gran parque de mi colonia. Anoche terminé aquí acostado, en medio de la lluvia, llorando sin control para sacar lo que sentía.

Juro que no lo creía, pero lo logré.

Una vez que estuve al cien por ciento en sí, pensé en Gin; pero ya mi corazón no late de la misma forma que antes. Me llega a la mente su sonrisa y no siento un nudo en el estómago. Recuerdo su aroma y mi garganta no se seca. Al final, estos tres días fueron suficientes para poder eliminar el amor que sentía por aquel hombre. Me costó, pero por fin pude hacerlo; aquella pesadilla que tuve fue la prueba final de que así fue, de que las dudas ya no estaban dentro de mi corazón. Ya sé lo que debo de hacer de ahora en adelante.

Rápido, me levanté como pude, viendo cómo la gente que va a correr al parque en la mañana me reconoció. Todos ellos se acercaron a mí y me ayudaron a llevarme a mi casa, estando yo totalmente enfermo por la exposición a la tormenta de anoche. Creí que me iba a dar una pulmonía o algo parecido, pero parece ser que mi cuerpo resistió muy bien a pesar de no haber comido nada en tres días enteros.

Al entrar a mi casa, me encontré con Sarah, quien corrió hacia mí para abrazarme, todavía estando yo todo mojado. Mi hermana lloró desconsolada, explicando el porqué de su reacción.

— ¡Maldición, creí que algo malo te había ocurrido, nadie me daba señales de ti, desapareciste prácticamente desde el viernes! ¿Qué te pasó? ¿Dónde estabas? —Decía mi hermana, acariciando mi rostro, retirándome el lodo que tengo pegado a la piel y viéndome con un montón de lágrimas y mocos en su cara.

—Espera… tranquila, sólo tuve un problema y salí a resolverlo. Ya estoy bien como quiera.

—No intestes ya de ocultarme, Nate. Es sobre Gin, ¿no es así?

—Tienes razón. Sí… lo siento —no pude evitar romper en llanto, a la par que ella me abrazaba—. Yo lo amaba mucho y tuve que dejarlo ir, no quería hacerlo; pero si no lo hacía, lo perdería para siempre, no había otra opción y sufrí mucho.

—Óyeme bien, Nate. Quiero que sepas que te debo una enorme disculpa por todo. Perdóname por no estar contigo, fui una idiota al decirte todas esas cosas aquella vez, hermano. Yo te amo con todo mi corazón y eres mi única familia, siempre estaré contigo sin importar qué. Jamás vuelvas a ocultarme nada. De ahora en adelante, estamos juntos en esto. ¿Sí?

—Sí, te amo Sarah y lo siento.

—Yo también te amo, Nate. Eres lo más bello que me ha pasado en la vida y te prometo que jamás volveré a faltarte el respeto, hermanito… jamás —estuvimos un rato parados en la entrada de nuestra casa, llorando, abrasándonos, balanceando nuestros cuerpos hacia los lados, recordándonos lo mucho que nos queremos, que nos amamos. Mi hermana es la persona que más me ha cuidado desde que tengo memoria, desde que nací, incluso. Fui un tonto en despreciarla por un error que cometió. Me doy cuenta de que debí ser más compresivo con ella, pues yo también estuve confundido cuando descubrí esto.

Me hizo falta empatía, lo siento hermana. Te prometo que jamás volverá a pasar algo así. Los secretos entre nosotros ya no existen.

Al poco tiempo, nos sentamos en uno de los sofás y le conté a Sarah todo lo ocurrido, escuchando su sabio consejo y viendo la paciencia que ella tenía para intentar comprender mi situación. Al cabo de un rato, la historia terminó y ella me prometió que todo estaría bien. Ahora que ya he tomado una decisión, las cosas debían seguir su curso.

Subí hasta mi cuarto para sacar ropa nueva y al fin lograr bañarme. Luego bajé para comer lo que Sarah me estuvo preparando a la par que me arreglaba, sentándonos en la mesa después de un mal fin de semana, dejándome comer muchísimo por la bestial hambre que me comenzó a dar desde que mis problemas con mi hermana se disiparon.

—Oye, Nate. Perdona que haya entrado a tu cuarto, pero estaba buscándote y encontré tu celular roto. Me imagino que pasó con él y necesitas uno nuevo, así que fui rápido a comprártelo al momento que te duchaste. Es sólo hasta que te consiga uno bueno —al decir esto, me entregó mi nuevo teléfono. Había olvidado que arrojé el otro y se había hecho pedazos. El repuesto es uno de esos celulares de súper económicos, estará bien por ahora, no requiero luces y tonos personalizados en estas alturas de mi vida.

—Gracias Sarah, no te hubieras molestado.

—El «chip» de tu celular anterior está bien, puedes ponérselo a ese teléfono y seguro podrás ver los mensajes y llamadas que te estuvieron llegando en estos días.

— ¿En serio?, vamos a ver… —una vez propuesto lo anterior, coloqué la pequeña tarjetilla y prendí el teléfono móvil. Una vez que se conectó a la red, me mostro doscientas treinta y cinco llamadas perdidas, junto a ciento sesenta y siete mensajes. No pude evitar llorar al ver como todos se habían preocupado por mí, era increíble la cantidad de amor que había recibido en este tiempo.




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