Capítulo nueve: Una boda de horror
29 de setiembre del 2001
Jardines del valle de Hope.
Todos los habitantes del pueblo estaban muy contentos y felices por la celebración que se llevaría hoy a cabo, la maravillosa boda de la pequeña hija del detective Rodríguez. Todos querían la felicidad de aquella familia, un pequeño niño y Nora eran los hijos de aquella pareja.
La jovencita no quería despertar de su maravilloso sueño, en los sueños era donde Nora podía ser feliz y sentirse a gusto con lo que sucedía a su alrededor, pero no era correcto seguir viviendo en las nubes.
El reloj sonó y ella hizo una mueca con sus labios parando aquel sonido irritante, se sentó sobre la cama y dejó salir un pequeño suspiro causante por un gran y bello sueño.
La joven soltó un bostezo y luego se levantó de la cama, se dirigió hacia el baño y se bañó; pasaron horas y ella seguía bajo la lluvia de la ducha. Aquella sensación magnífica en la que el agua tibia caía por su cuerpo provocaba muchas más ganas de perder el tiempo.
Ella no lograba quitarse de la mente la noche en la que le contó todo a Noah, ella tenía miedo de que algo malo le sucediera a Noah o quizás a Juan, ella no quería seguir pensando en esas cosas y por eso decidió salir de la ducha.
Observó el vestido blanco que debía ponerse y simplemente negó con la cabeza, no lo quería ni ver, pero debía vestirse de todos modos.
Cuando ella era pequeña siempre soñó con un vestido justamente idéntico al que se pondría, sólo que no pensaba que ese hombre sería con el que se casará; ella le prometió a otro hombre que cuando creciera se casaría con él y ahora estaba fallando a su palabra.
Nora cerró los ojos simplemente para recordar mejor aquella situación que aún seguía marcando la vida de la joven y ella sabía muy bien que jamás lograría olvidar ese momento de su vida.
Dos pequeños niños jugando en un jardín, en el jardín donde ahora ella debería casarse.
Había mucha multitud, muchos niños observando lo que éstos dos harían. Era un momento muy especial para todos los niños, ya que no siempre había bodas en el vecindario.
Los pequeños se tomaron de las manos y se miraron a los ojos, aquella mirada amorosa que ambos poseían dejaba notar el amor infantil que ellos se tenían el uno al otro.
—Sí, quiero —dijo él con una gran sonrisa en su rostro.
La niña lo miró fijamente y asintió con la cabeza.
—Acepto —dijo ella.
— ¡Nora! Es hora de ir a casa —la voz de Lis arruinó la boda de los niños.
Nora observó a su esposo de mentira y se acercó para dejar un pequeño beso sobre sus labios, se alojó lentamente viendo que él aún tenía los ojos cerrados y corrió a la casa para que su madre no la retara por llegar tarde a la cena.
— ¡Espera! —exclamó él y se acercó a ella con sigilo en su accionar, él no quería que la joven se alegara demasiado de su lado—. Cuando seas grande serás mi esposa ¿Verdad? Serás sólo mía, Nora —dijo el niño con una gran sonrisa en su rostro, esperaba que ella respondiera algo favorable.
Ella lo miró.
—Lo prometo, Noah —soltó una pequeña risita nerviosa de sus labios— ¡Así será! —exclamó corriendo a la casa.
Al llegar a su casa lavó sus manos y tomó asiento para comenzar a comer, tenía hambre ya que hace mucho tiempo no había podido comer. Observó el matrimonio feliz de sus padres y sonrió ampliamente sabiendo que ella viviría mucho más feliz al lado de Noah.
—Norita, ¿Cómo lo pasaste hoy? —preguntó Rodríguez.
—Muy bien, papá —dijo Nora viéndolo mientras llenaba su boca de puré— ¿Tú? —preguntó.
—Come bien, Nora —dijo él con el ceño fruncido al notar como su hija estaba comiendo la comida—. Muy bien, tengo una compañera nueva.
Lis frunció el ceño.
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Editado: 12.03.2020