— ¡Que bello día!
— ¡Que bendición!
Las Esposas sonreían, cada una con sus hijas, el color azul y blanco se veía por todo el lugar, el ambiente festivo hizo a todos regocijarse. Los colores para las fiestas siempre era azul para las Esposas y blanco para las hijas, en este caso la festividad era muy especial, demasiado, en especial porque no era tan seguido, era un suceso tan extraño que desde que tengo memoria sólo han habido un total de 9 eventos similares.
Un nacimiento.
No hay festividad más importante que un nacimiento.
Mamá, Liana, Whitney y yo bajamos del auto sonriendo, muchas Esposas corrían con sus hijas hacía la inmensa mansión, mamá nos tomó de las manos y a su vez nos tomamos de las manos con otras hijas, posando frente a la casa, todas sonriendo, con una Madre a cada lado de nosotras, una Esposa nos tomaba la fotografía, era evidente que quisieran inmortalizar un momento así.
Entramos y unos músicos están tocando, miles de mesas finamente decoradas se extienden por todo el inmenso patio trasero de la mansión una Servidora nos lleva a nuestra mesa
— ¡Gyula! Que sorpresa, no esperaba verte aquí — un retumbe de temor atrapo mi respiración, miré a Gyula, era simplemente apuesto, cabello rubio intenso, ojos azules grisáceos y una sonrisa que me ponía de rodillas, ahora me arrepentía de haberlo rechazado, de hacerme la difícil como me lo pidieron, pero era lo mejor, era mejor calmar las aguas antes de que hubiera una tormenta que me ahogara, además, estaba claro que de alguna u otra manera terminaríamos juntos. Gyula me sonrió aventando una figura de cristal en el aire, era la figura de nacimiento, una escultura que se nos da al nacer, cada una es única, ninguna es igual a la anterior y él la trataba como a un juguete —. Disculpa...no deberías jugar con eso — señaló la figurita — es muy especial, cada figura es única, por eso se dan únicamente en el nacimiento, no deberías tenerla — él lanzó la figura hacía arriba y yo me abalance para atraparla, él la sujetó en el aire mirándome con insuficiencia.
— ¿Acaso acabas de intentar quitármelo? — me quedé helada, Gyula sacaba lo peor de mí, yo era una mujer, él, un hombre, no podía atreverme a decirle algo, era pecado, él ya era santo por ser hombre, yo era impura por ser mujer. Sentí la sangre helar en mis venas, junte mis manos e intenté disculparme pero él levantó la mano en señal de silencio —. Me gustas más cuando demuestras tu verdadero tú — Gyula sonrió, colocando la figura de cristal en la mesa.
Gyula salió de la habitación y yo respiré aliviada, pero mí alivio no duró mucho, ya que al dirigirme al jardín principal me encontré nuevamente a Gyula, mirando todo con una sonrisa torcida, como si estuviera viendo a un millón de criminales pagar su sentencia, quise irme pero de alguna forma sentí que sería algo raro que fuese hacía un lado y de la nada me devolviera, además de ser obvio que no quería estar a su lado. Intenté caminar e ignorarlo pero su voz ronca me detuvo, sigo sin entender cómo alguien puede tener semejante voz y no tener algún problemilla en las cuerdas vocales.
— Me pregunto a quien secuestraron está vez — me quedé helada al escuchar eso.
¿Secuestró? ¿Qué secuestró? ¿Acaso Gyula sabía algo que yo no?
— ¿De qué hablas? No comprendo — su posición cambio de la nada, su mirada era espeluznantemente intrigante, retrocedí y él avanzó hacia mí.
— Piensa, Tabitah, piensa, si sólo han habido nueve nacimientos desde que tienes uso de la razón, ¿De dónde salieron los otros Hijos e Hijas? — me quedé helada, no lo había visto de esa forma.
— ¿Eh? ¿Cómo sabes que han habido solo 9 nacimientos desde entonces?
Él me sonrió.
— A tú hermana le encanta hablar y mucho — apreté mí lengua mordiéndola hasta que el sabor metálico surgió, pero en ningún momento dejé de retroceder —. Contesta mí pregunta, ¿De dónde vinieron los otros niños?
— Yo...— mí espalda golpeó una pared y Gyula ya estaba al frente.
— Hagamos algo, querida mía, busca a la supuesta "madre" y verás que está demasiado bien como para acabar de dar a luz.
Gyula se alejó, definitivamente el mundo estaría mejor sin él y de eso me voy a encargar. Ajuste mí velo sobre mí rostro dejándolo descubierto, los días festivos eran de los pocos días en que podíamos dejar nuestros rostros al descubierto, por eso los apreciaba tanto.
Entre todos los rostros rápidamente noté el de Reachel, ella era una de las Esposas más recientes, se veía tan bella, me acerque a ella cuando las demás Esposas e Hijas dejaron de aplaudir al verla, hice una señal con mis manos que significaba nacimiento.
— ¡Oh! ¿Cómo estás, Reachel? Te vez tan radiante.
— Bien, Cándido día.
— Igualmente.
Observé su enorme panza, aunque apenas tuviera cinco meses ya era bastante notoria, por lo que sabía Reachel estaba embarazada de gemelos, no había noche que yo no rezará para que fueran varones, Reachel había sido casada hacía un año, su esposo el Señor Steinfeld era un hombre apuesto sí, pero ya de 40 años, me parecía injusto que alguien tan joven y bella como lo era Reachel terminará con alguien así, él ya había tenido una esposa anterior, Reachel tan sólo tenía 19 años pero ya había aceptado su destino, ¿Así sería yo? ¿Radiante y bella? ¿O sería solo un grupo de huesos con una panza demasiado grande para mí cuerpo? No lo sabía y me asustaba.
— Debes sentarte, linda — le dije tomándola de la mano —. No querrás arruinar el nacimiento de hoy con el nacimiento de tus hijos.
— ¡Oh! No, no, no, claro que no, Tabitah, jamás sería capaz de hacer algo así, ¡Que el Excelso me castigue si he de pensar algo similar!
— Lo sé, ¿Cómo estás?
— No me puedo quejar, mí cuerpo se hizo por esta razón, aunque a veces no me dejan ni dormir, uno de ellos es muy inquieto.
— ¿Ya sientes las pataditas? Creí que era más adelante en el embarazo.