¡corre, Conejo, Corre!

6. Marido elegido


Estoy sentada en medio del despacho de mí padre, con mamá y papá mirándome fijamente, casi enojados, el Señor principal de Villanelle me observaba sentado en la silla de papá. Me sentía tan diminuta aquí.

— Ya que te has negado a desposarte con Gyula — tragué grueso al recordar aquello, en este momento me arrepentía hasta los huesos — he decidido que te casarás a penas sea concretada la ceremonia de purificación, después de aquello te casarás con...

Escuché el crujir de la puerta al abrirse, pero no giré mí cabeza, de solo pensarlo sabía que lo odiaría.

— Bienvenido, cariño, pasa — miré a mí mamá con los ojos abiertos de par en par, ¿Cariño? ¿Es alguien que ella conoce?

Sentí el aire desaparecer y un escalofrío recorrió mí espalda, podía sentir su mirada sobre mí, luego sin previo aviso colocó sus manos sobre mis hombros y los apretó suavemente, sus manos eran heladas.

— Hola, querida Tabitah.

Su voz era inconfundible, aunque nuestras interacciones habían sido escasas o directamente mínimas reconocería su voz en cualquier lugar. Estiré mí mano y tomé la suya, respirando aliviada. Toda mí vida él había sido un enigma, el fruto prohibido que yo constantemente me veía tentada a probar, su sola presencia era tan magnética, me halaga, simplemente me halaga.

— Hola, Bastián.

"Te he recompensado por tu fidelidad y pureza"

Gracias, diosa, gracias.

Él era un auténtico caballero, no me molestaba en lo absoluto casarme con él, todo lo contrario, me sentía elegida entre las elegidas, la más dichosa, la mejor, la más hermosa, la preferida de los dioses espaciales.
Bastián se sentó a mí lado y tomó mí mano, acariciándola, se notaba feliz y yo también.

— Veo que todos están contentos, hay muchas sonrisas — me sentía elegida por un príncipe, puede que no lo amará todavía, pero de solo verlo sabía que podría hacerlo con suma facilidad. Me daba emoción de solo pensar como sería nuestro bello hijo —. Bien — el Señor principal se levantó en un gesto de gusto —, Bastián ve a preparar a tú mujer para que pidas su mano en matrimonio como es debido.

No quería separar mis ojos de él, pero la frase del señorío principal me dejó perpleja, ¿Tan rápido? ¿No me dejarán conocerle mejor? Bastián me tomó con dulzura de las manos y me guío a la salida, caminamos tomados de la mano justo al final de las escaleras allí me sonrió.

— Espero que esto no te incomode, puedo entender tus dudas, sé que debí preguntarte antes de pedir tú mano pero...— negué con la cabeza sin dejar de sonreír.

— ¡Oh, Bastián! ¡Me has hecho tan feliz! — pude ver el alivio en sus ojos.

— ¿De veras? ¿Me estás hablando enserio?

— Sí — tomé su mano y la coloque sobre mí corazón —, desde ahora juró que solo latirá por y para tí — él sonreía, Bastián tenía la clase de sonrisa que te ponía de rodillas con solo mirarla —, por tí y para bombear sangre a mí cuerpo, claro.

Ambos dejamos salir una tímida carcajada.

— Estoy tan feliz que estés de acuerdo.

Ahí la duda perforó mí mente.

— ¿Y si no lo estuviera?

El ambiente pasó de ser "Rosa y felicidad" a ser "incómodo nivel invernal".

— Haría lo que hiciera falta, cualquier cosa para enamorarte y que sea digno de llamarme tu esposo.

Apreté sus manos complacida con la respuesta.

— Ve a cambiarte, Tabitah, ya sabes que vestido usar, te esperaré para tomar mano como es debido.

Él no me soltó las manos hasta que los escalones ya eran demasiados como para seguir unidos. Desde la punta de las escaleras lo vi: al hombre que me haría suya y al que serviría por el resto de mí vida, el padre de mis hijos futuros y el dueño de mí futuro, un favorable futuro, en ningún momento dejo de sonreír, esa sonrisa que me volvía loca.

Llegué a mí habitación, en la cama descansaba una caja finamente decorada, con un listón rosa y flores en el papel tapiz, la abrí y saqué el vestido de allí: el vestido era blanco, con encaje de flores, la manga llegaba hasta los codos y la falda más arriba del talón, podía ver una flores doradas en la falda. Era tan bonito. Me lo coloque y baje las escaleras, era la primera vez en años que estaría fuera de mí habitación sin mí velo, pero aún más importante: sin mi cuchillo; ya había sido elegida, en caso de ser deshonrada ya no sería mi culpa y mi esposo me protegería; tome el cuchillo y con cuidado lo guarde en el cajón de mi mesita de noche, un tiempo más y no tendría que usarlo nunca más.
Ya podéis imaginar los nervios que me consumían, haciéndose presente en mí mente cada vez con más frecuencia, más al oír las voces de las demás mujeres, me acerque pero sin el valor suficiente de abrir la puerta, no todavía, quería saborear el momento, recordarlo todo, cada detalle, cada aroma, cada sonrisa, todo, era la fiesta que siempre soñé para mí y por fin se hacía realidad.

— Será mejor que te acostumbres a que otros tomen decisiones por tí — me giré sobresaltada viendo a quien me había asustado de semejante manera.

La Sra. Kosllov era una anciana en todo en sentido de la palabra, aunque a penas tuviera 43 parecía de 70, con artritis y la voz gruesa de tanto fumar. Ella era una de las Esposas más odiada, era conocida por su crueldad y ser completamente estricta con todo, era común que las mujeres de mí comunidad fueran estrictas con las normas religiosas pero la Sra. Kosllov lo llevaba todo a otro nivel.

— Las mujeres dependemos de ellos, de los hombres, a no ser que des a luz un hijo.

Es cierto, ella era una amargada total debido a su esterilidad, ella no quería un hijo, quería la posición social que se le da a una mujer cuando se es madre. Seguí sin responder, ella me miró expectante esperando una respuesta de mi parte, al no responder se dispuso a irse, no sin antes amargarme más la noche. La ignoré, por eso es que su esposo prefiere a las mujeres extranjeras y herejes que viven lejos de las ciudades libres, por su mala actitud, no era mí culpa que fuera tan amargosa, pero estaba tranquila, sabía que Bastián no me haría eso.




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