Sabía que mí llegada aquí no pasaría de ser inadvertida, sabía que mí mudanza desataría un caos que solo yo podría acabar.
O empeorar.
Depende de lo que sucederá.
Mí informante siempre me había traído cuánta información fuese necesaria, al menos aquella que me ayudaría a cumplir mí propósito, era realmente exasperante ver a esta clase de gente, ver cómo cometían tantos actos horripilantes y simplemente se resguardaban bajo la creencia de dos deidades que supuestamente les ordenaban hacer semejantes abominaciones. Villanelle no era la primera ciudad Libre a la cual visitaba, de hecho, me sorprendía que no hubieran notado mí presencia y me estuvieran buscando por ello, pero bueno, digamos que el Excelso ha sido misericordioso conmigo.
Caminé descalzo por los pasillos de mí hogar, me detuve en las escaleras en forma de caracol, esos muros de mármol entre las escaleras habian sido mi refugio en el momento de impartir justicia hacia esos monstruos. A pesar de estar completamente amueblado no me parecía acogedor, no podía dejar de pensar en qué estará sufriendo aquellos pobres inocentes a manos de aquellos monstruos, por ahora tenía tiempo pues cada 10 de diciembre algo malo pasa, alguien...alguien desaparece. En un principio eran los 3, 7 o 10 de cada mes, el momento en el que alguien desaparecía, ahora solo era el día 44 y el 10 de diciembre. Parecía que la tierra se los había tragado, en general eran excursionistas, mochileros o turistas que tenían la mala fortuna de pasar por una ciudad Libre, como resultado desaparecían durante días o quizás años, solo se había rescatado dos cuerpos, ambos en muy mal estado y con claros índices de tortura, en estos casos no se aplicaban los numerosos ataúdes que eran encontrados en el mar, algunos llevaban décadas allí abajo, otros tenían la infortunía de ser encontrados por embarcaciones o por marineros inocentes que no esperan ver el cuerpo sin vida de una joven mujer encadenada a los cimientos de un ataúd, con la inscripción "Ramera" en el.
Cuando decidí involucrarme en esto supe que sería difícil pero por ahora todo va bien, a lo único que vine es a derramar sangre, muchísima sangre, lo que le sucedió a aquellas tres chicas, cuyos nombres ya he olvidado, fue simplemente glorioso, tuve que contenerme para no empujarlas yo mismo, fue sumamente tentador, afortunadamente tuve autocontrol en la situación. Todavía puedo escuchar la sinfonía indescriptible y divina de los múltiples huesos rompiéndose, la piel rasgandosé y los alaridos de sorpresa por parte del público.
¿Pero qué estoy pensando?
Lo de Anantashesha, Zilla y Lyna fue sumamente desafortunado.
Ver la tristeza en los ojos de esas tres chicas me hacía estremecer, no podía ser descrita aquella situación, ¿Qué tanto debía sufrir una persona para tener semejante mirada? No lo sé y me aterra saber, no, no me aterraba, simplemente me encantaba la idea de cómo alguien podía destruir a alguien de una forma tan inusual.
Aunque yo era un experto en destruir.
Al igual que tantas veces anteriores, debía fijarme en un objetivo, uno que pudiera ayudarme, prácticamente Tabitah llegó rogando ser dicho objetivo, toda su forma de actuar, ella era simplemente irreal, su forma de pensar, todo parecía haber sido cuidadosamente programado desde su más tierna infancia, todo con tal de ser así.
Yo mejor que nadie sabía a qué clase de torturas psicológicas se estaba sometido desde la niñez, todo con tal de aspirar a la perfección absoluta.
Ya que la perfección atrae la felicidad.
O eso decía mí padre antes de golpearme con un libro en la cabeza hasta llegar a la inconsciencia. Me asomé por la ventana fijandomé en una de las casas vecinas, a simple vista parecía ser una normal, pero entre más observas se puede ver una clase de patrón: el padre siempre se encierra en su oficina, generalmente pasa horas allí y solo deja entrar a sus hijos varones o a la criada para fornicar; Bastián salía muchísimo, en especial en las noches, lo podía ver ocultándose entre las sombras para irse a las ciudades o pueblos cercanos, todavía no me había dado el lujo de seguirlo pero pronto lo haría; Gerald, el segundo, solía ir mucho al sótano de la casa, a veces pasaba días allí, luego salía como si nada hubiera pasado, aunque él era el más inservible de todos, después de sus lecciones se la pasaba seduciendo a las Hijas, metiendo sus asquerosas manos bajo las faldas de ellas, Gerald era simplemente repugnante, al igual que su padre; Tom era alguien más monótono, disfrutaba de privilegios y nada más, al menos uno de sus bastardos tenía algo de inocencia; Liana era la más aburrida, prácticamente siempre hacía todo aquello que se le dijera, sin excepción, lo más arriesgado que la vi hacer fue tomar un terrón de azúcar demás cuando su madre le dijo que no lo hiciera; hasta el momento Whitney era mí favorita, no se dejaba dominar tan fácilmente y la había visto torturar a sus muñecas en su casita de juguete, pude adivinar que la muñeca que dejó encerrada en el sótano era su madre y el muñeco colgado de una soga al cuello era su padre.
Y luego estaba Tabitah.
Cuyos ojos incoloros me fascinaban, porque esos ojos incoloros estaban llenos de secretos.
Siempre la misma rutina, aspirando a la perfección absoluta, ni siquiera pensaba sin el consentimiento de alguien más, ¿O no? Últimamente la había visto más decidida y cambiante, como si algo le pasará, ya había visto esa misma actitud con Bastián, a diferencia de la mayoría de hombres aquí, Bastián le daba cuánta libertad Tabitah deseará, sinceramente era la relación más sana que había visto hasta ahora.
El sonido de algo rompiéndose llamó mí atención, di unos cuantos pasos notando la extrañeza de las sombras que surgían de aquella ventana, en la habitación de Tabitah podía ver unas extrañas siluetas, como si un grupo de personas estuviera allí, mirándola dormir o algo similar, me giré para ver una pequeña pila de cajas en el suelo, al instante tomé un revólver de la parte baja de la mesa de caoba, sabía que alguien estaba aquí, ya lo había presentido. Sí me descubrían en sí no habría muchos problemas, fácilmente podía matarlos, pero eso implicaba que se tendría la mínima idea de lo que hago.