Las gotas de lluvia acabaron despertandome en la mañana, había sido una noche turbulenta, así que lógicamente estaba cansada, prácticamente no había logrado dormir bien, me sentía cansada, como si hubiera corrido toda la noche, me sentía tan agotada que por un momento quise fingir que me sentía mal para no tener que levantarme de la cama.
Incluso pensé en cortar uno de mis muslos y fingir que me había llegado el periodo, lo habría hecho, sin duda lo habría hecho, de no ser porque hoy sería un día muy especial, hoy Bastián me llevaría a ver nuestra casa. Al recordar esto el cansancio se esfumó y con más ánimo se levantó de la cama.
En pocos minutos ya estaba lista, con mí vestido azul marino que cubría cada centímetro de la piel y un velo celeste cubriendo mí rostro, me coloque un chal de piel negro y baje las escaleras, se notaba que el día estaba frío, casi como el polo Norte. Salí de la habitación, bajando las escaleras, coloque mí mano en la barandilla de madera, imaginando como sería el glorioso día que me vistiera de blanco nuevamente, el vestido que llevaré cuando me casé con él, recordarlo era bellísimo y perfecto, al igual que ese día él está allí, al final de las escaleras, con un traje menos elegante y un abrigo encima, su cuello está cubierto por una bufanda y en su mano derecha lleva un par de guantes. Puedo ver esa sonrisa invisible que tanto me encanta, sé que Bastián parece ser alguien frío y carente de emociones, por eso es tan gratificante saber que soy de las pocas personas que pueden derretir su corazón de hielo.
Termino de bajar las escaleras, dando un leve tropezón haciendo sonar el tacón de mis botas negras, él me toma de las manos y sin avisar me besa: sus labios son cálidos pero feroces, se mueven contra los míos provocando sensaciones que nadie me ha hecho sentir antes; mis brazos rodean su cuello profundizando así el besó; nuestros labios dan una danza improvisada pero en la cual se reafirma que se complementan, porque Bastián y yo, Tabitah Krajl, nos complementamos; nos separamos por falta de aire y yo aprovecho para morderle el labio, el sonríe y nos quedamos abrazados.
Mí mente sólo podía pensar en una cosa, ¿Qué hice para merecer a alguien tan perfecto? Pero justo en ese momento apareció Gyula en mí mente, con su sonrisa torcida y su voz sarcástica, "¿Pensaste lo mismo cuando nos besamos?" No, yo nunca lo besé, no, jamás pensaría lo mismo.
- ¡Ejem! - ambos nos soltamos al ver a madre detrás de nosotros, con su bastón de madera en la mano, ella nos mirá de forma desaprobatoria pero no dice nada, sabe que no puede, de todas formas somos pareja -. Guarden sus energías para su boda, recuerden que tienen el lapso de un año para intimar todos los días si quieren.
Madre se va y Bastián sonríe, mientras yo me muero de vergüenza.
- ¡Ah, que mujer tan entrometida! - Bastián se coloca sus guantes y me extiende la mano - ¿Lista para conocer su nuevo hogar, señorita Krajl?
- Señora Krajl, si no es mucha molestía - respondo feliz tomando su mano.
Ambos salimos y caminamos hacía el auto, allí ya nos espera el chófer, entramos al auto, me acurrucó a su lado, bajo la mirada curiosa del conductor, si estuviera sola hasta podría intentar tocarme, nadie me creería por el mero hecho de ser mujer, así que él podía hacer lo que quisiera conmigo, pero no estoy sola, con Bastián aquí soy Intocable. Igualmente le rompería los huesos si se atreviera a tocarme.
Bastardo de mierda.
Pasamos varios minutos, únicamente escuchando el sonido de las ruedas golpeando el suelo y uno que otro bache, las ventanas se empañaban, dejando caer algunas gotas de lluvia producto de una leve llovizna que pasaba cerca de allí. Mí corazón se estrujó de emoción al ver como dejabamos los barrios de clase media hasta llegar a las mansiones perfectas de la ciudad, la parte más costosa. El auto se detuvo frente a una enorme mansión de color hueso, con un jardín extremadamente verde rodeándolo.
Sería todo un reto mantener verde el jardín, pero ya aprendería y ejercería algún papel importante en el cuidado de la tierra, después de todo, cuando eres "pareja de..." No tienes muchas actividades que ejercer y se podía intentar interesar en algo más, quizás incluso tenga un don en la jardinera que ni yo conozco.
Ambos bajamos del auto tomados de las manos, apreté a Bastián, conteniendo la emoción.
- ¿Es esta? - pregunté, aún sin creer la maravilla arquitectónica que mis ojos veían.
- ¡Sí! ¿Acaso no es bonita?
Bonita era quedarse corto: era gigantesca, con muros brillantes de color crema, estatuas de nuestros dioses, de la primera mujer y de Shivalba, también había una de una mujer besando los pies de su marido, luego estaba una de dos hombres semidesnudos abrazados. Pronto me encargaría de exterminar esa estatua de la mujer, la rompería o la destruiré por completo, el punto es que esa cosa no se va a quedar en mí casa.
- ¡Ven! Entremos a nuestro hogar, Tabitah.
Subí las escaleras casi corriendo, no era apropiado pero estaba emocionada, antes de si quiera tocar la perilla, Bastián me empujó suavemente hacía atrás.
Lo miré indecisa, sin saber qué había hecho mal.
- Haremos las cosas de forma correcta.
Y sin dejarme si quiera pensar, me tomó en brazos, de forma nupcial, abrió la puerta y pasamos de bajo de ella, ¡Este día es tan bonito! ¡No puedo creer lo afortunada que soy! Bastián me deja suavemente en el suelo y corre como un niño en un parque de diversiones.
- ¡Este! - señala Bastián el gran salón con ventanales de cristal - ¡Será para los invitados! - el corre hasta otro cuarto y yo lo sigo casi trotando - ¡Aquí es la cocina! - Bastián alza los brazos y señala los gabinetes, el horno y el lavaplatos orgulloso , ya podía verme aquí, cocinando para mí esposo - ¡Y...! ¡Ven, Tabitah, quiero mostrarte algo! - sonrió tomando su mano y trotamos escaleras arriba, llegando al segundo piso, caminamos por el pasillo, Bastián se detiene al final y abre la puerta de madera, dejando ver una enorme habitación vacía - ¡Este será nuestra habitación!