¡corre, Conejo, Corre!

21. Ceremonia de expiación

La tela suave cubre mí rostro, al igual que el de las personas a mí alrededor, el velo negro aumenta la oscuridad en la habitación, las personas están a mí alrededor con velos blancos cubriendo sus rostros, yo estoy en el centro, arrodillada y con mis manos sobre mis rodillas, ya no llevo puesto el vestido blanco que simbolizaba pureza, no, ahora estoy de rojo, el color de una ramera.

Un hombre entra en la habitación, lleva una máscara de hierro y vestiduras negras, al igual que unas botas y unos guantes de cuero, lo miró através del velo, nunca antes había visto algo así.

- Abré la boca, pequeña inmunda.

Acate las órdenes y dos píldoras fueron colocadas bajo mí lengua.

- Ahora traga.

Lo hice, dejando que explotarán y dejarán fluir el líquido por mí garganta.

Sabía que el castigo sería doloroso, muchas antes que yo pasaron por esto, por ello sé que debo hacer: confesar mis pecados y rogar clemencia.

Están listos, ¿Verdad? - las personas con velos asintieron, yo no tenía ni voz ni voto, como siempre -. Tabitah Krajl, has deshonrado a tú familia y comunidad, al llenar de pensamientos ególatras a nuestro nuevo miembro, el joven Gyula, ¿Cómo te declaras?

- Yo no hice nada malo.

Escuchó su grave risa.

- ¿Ustedes que opinan?

Todos levantan el dedo índice y me señalan.

- Culpable.

- Culpable.

- Culpable.

- Culpable.

Dicen todos al unísono. El hombre enmascarado levanta las manos en señal de silencio.

- ¿Por qué es culpable?

Los del rostro cubierto se llevan las manos al pecho, cruzandolas y agachando la cabeza.

- Por corromper a un hombre.

- Por corromper a un hombre.

- Por corromper a un hombre.

- Por corromper a un hombre.

El hombre de la máscara de hierro gira a mí alrededor, escuchó el crugir de sus botas contra la madera, si de algo aprendí en crecer en un lugar así es identificar las emociones de una persona basándome en su forma de caminar: él estaba rebosante de felicidad. Él se acercó y apretó mis hombros.

- ¿Y qué es lo que piden nuestros dioses?

Bajan sus manos velozmente y las empuñan, como si contuviera la irá.

- Enseñarle una lección.

- Enseñarle una lección.

- Enseñarle una lección.

- Enseñarle una lección.

"No te resistas, no te resistas" me digo a mí misma, sé que no saldré de esto sin más cicatrices, fui ingenua, creí poder salir de aquí, cuando en realidad desde el principio vi que era imposible. No pude evitar empezar a llorar, temía, temía lo que fueran hacer, ¿Qué tan grave ha sido mí falta? ¿Me azotarán? ¿Me golpearan o...me violaran?

- Lo aceptó, he sido culpable del peor pecado: he dudado de mis señores. Lo acepto y me hago responsable.

El hombre de la máscara de hierro se coloca frente a mí, me inclino ante él, con la frente tocando el suelo y los brazos extendidos a los lados como máxima muestra de respeto.

- Ruego perdón, porfavor, os suplico misericordia.

Sentí que alguien tomaba mí mentón, levanté la vista y era el mismo hombre, el que dirigía todo, él estaba en cuclillas frente a mí, su máscara era aterradora, algo me decía que esto no iba a terminar bien, quizás eran las risas burlonas o las hormonas en el aire, pero si de algo estoy segura es: los hombres Libres jamás tienen piedad de una mujer.

- Tabitah...- lo miró esperanzada, buscando piedad en sus ojos cubiertos por las sombras de la máscara, pero no veo nada, nada más que oscuridad y perversidad - no seas una llorona.

Escuchó las risas y finalmente sé que mi destinó está sellado: son risas gruesas, risas de hombre. Ellos me señalan y casi puedo ver las agridas sonrisas bajo los velos blancos.

- Llorona.

- Llorona.

- Llorona.

- Llorona.

- ¡Silenció! ¡Silencio! - reprende el hombre de máscara de hierro - ¡Ahora nuestro líder hablará con ella antes de decidir el castigo! ¡Salid de aquí!

Todos acatan la orden del hombre, dejándome sola en la habitación, pero antes de irse uno de los hombres se giró hacia mí, levantándose el velo, revelando el rostro de mí padre bajo la oscuridad.

- El Iluminado va a decidir, hablará contigo y el castigo será decidido - papá se giró, dándome la espalda y al borde de desaparecer en la oscuridad -. Ruega piedad, hija.

Asentí, apretando las cicatrices en mis muñecas y empezando a clavar mis uñas en las palmas de mis manos. Estaba nerviosa, aunque sabía que lo peor vendría después. Me erguí, enderece mí espalda y junte mis rodillas, juntando mis manos en la parte de las muñecas y abriendolas como una flor, el vestido rojo caía más abajo de mis rodillas, llegando al suelo, al igual que el vestido caía por el suelo podía apostar a que eso no era lo único rojo que caería allí en la noche. Vi la puerta abrirse y espere al señor LaVona surgir de allí, pero en vez de eso sentí el golpeteo de unos tacones y una silueta femenina se abrió paso entre las sombras. No tuve tiempo de pensar pues mis manos ya eran sujetas por una correa de cuero y el velo retirado de mí cabeza, siendo remplazado por la brisa de una venda negra presionando mis ojos y cubriendolos por completo.

- Si que me has decepcionado, Tabitah - el señor LaVona hablo, su voz era tan suave, que parecía estar a punto de dormir -. Confiamos en ti, para guiar a nuestro nuevo miembro en el camino de la rectitud y la luz, ¿Y qué has hecho tú? - escuché algo áspero arrastrarse en el suelo, un látigo de cuero - ¡ACTUAR COMO TODA UNA PUTA! - caí al suelo sin poder frenar el golpe con mis manos atadas y sentí la fuerza de la correa impactando mí cadera.

Ardía, vaya que lo hacía, cada golpe hacía que una parte de mí piel quedará expuesta y está a su vez permitía que la tela tocará la carne expuesta, ardía, muchísimo, luego los golpes bajaron a mí trasero, él golpeaba el mismo lugar, una, dos, tres, cuatro y cinco veces, haciendo la herida más y más profunda, tanto que pensé que me rompería hasta el hueso.




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