¡corre, Conejo, Corre!

31. Verde, ¿Donde?

CHLOË

A veces, cuando no puedo dormir y no quiero torturarme a mí misma con los recuerdos del pasado, enumeró los motivos por los cuales me odio, motivos por los cuales estoy sumida en la miseria, es bastante fácil sentirse miserable con música electrónica de fondo, créeme, mejor no, nadie debería creer nada de lo que salga de mi boca, mucho menos salvarme, yo misma provoqué esto, lo hice, lo hice, carajo, lo hice y no merezco ser salvada, mucho menos perdonada. No lo merezco. Rayos, como desearía estar muerta, ojalá fuera lo suficientemente valiente como para desobedecer y asi, ser castigada, que me quitaran los órganos y me dejaran morir, estaría dispuesta a sentir todo ese dolor, porque si, los bastardos quitan los órganos sin anestesia, estaría feliz de soportar ese dolor a cambio de descansar al fin.

Pero, a parte de estúpida, ingenua, una ramera, mala hija y un sin fin de cosas mas, soy cobarde, muy cobarde.

Ignoré y no aprecié aquellas cosas que amaba, y me amaban, estaba tan acostumbrada a aquél ambiente, a ese mundo perfecto y sin pecado, complicaciones y mucho menos con abusos sexuales. Era...libre, realmente lo era, muy libre, furiosamente libre...esa era la real libertad, no la mierda que éstos fanáticos predican, no, carajo... tenía todo: amigos, familia y un futuro prometedor.

¿Y para qué?

¿Y para qué?

¿Para terminar así?

Lo arruine todo. Yo misma destruí mi destino y vida. Esa...fue mí jodida elección. Elegí fumar, nadie me obligó, elegí mentir, nadie me obligó, elegí drogarme, nadie me obligó, elegí escaparme de la escuela e ir a bares cada noche, nadie me obligó, elegí mentir, engañar, robar, fornicar y un sin fin de cosas más, ¿Lo peor? Nadie me obligó, yo lo elegí, yo quise eso, lo quise, yo lo quise para mí. Y ahora mi familia debe estar muerta de preocupación o directamente en una depresión crónica.

Mí familia...

Mí madre, Rosalie, mí padre Levi. Una hermosa pareja que se conoció en el apogeo de la escuela secundaria, mamá en ese entonces era una rebelde, como yo, pero a diferencia mía, ella si pensó y mantuvo sus límites, jamás hizo algo estúpido o degradante únicamente para ser única y exclusiva, no como lo hice yo.
Por otra parte, mí padre, siempre fue un chico tranquilo y pacífico, nunca se metió en problemas y siempre hizo lo que creía correcto, a veces se equivocaba, sí, como todos en esta vida, pero nunca, repito, NUNCA se equivocó tanto como yo.
Ambos se conocieron, se amaron, papá le hizo un exorcismo, metafóricamente claro, a mamá para que dejará esas acciones tan locas y a cinco años de iniciar su relación, nació Amy, la primogénita: fuerte, inteligente, segura de sí misma, siempre dispuesta a ayudar a los demás sin importar que ella tuviera los mismos o peores problemas, dulce como el chocolate.
Luego, después de una noche de pasión, nació Celesstine; un respiró de aire fresco a la familia; hermosa, inteligente, sociable, prudente, caritativa y un sin fin más de virtudes positivas.

Y luego, yo: rebelde, explosiva, grosera, estúpida y sobretodo a la que debieron haber abortado.

Maldición, los amo y los extraño tanto. A pesar de todo, ellos siempre creyeron en mí. Aunque yo estuviera tan drogada que ni siquiera podía pensar con claridad ellos estaban allí para cuidarme, jamás me dieron la espalda, me corrigieron de forma correcta, jamás fueron crueles. Mamá siempre fue una mujer temperamental, pero siempre mantuvo los cabos puesto, nunca me lastimó de forma física, pero aunque sus palabras eran terribles lo hacía porque perdía la paciencia, pero mi padre con una sonrisa lograba calmarla, nunca me trataron mal. De hecho, creo que ni siquiera obedecí los castigos que ellos me daban cuando hacía las cosas mal, muy mal.

Papá se encargó mayoritariamente de nuestra crianza y él tenía una regla de cinco: una vez, está bien, dos, cualquiera se equivoca, tres, una advertencia, cuatro, una charla tendrás, cinco, hora del castigo; siempre nos daba cinco oportunidades antes de decirle a mamá y que ella procediera a ejercer el castigo, pero nunca obedecí.

Intenté escapar, cientos de veces, pero en todas fallé, en todas fallé miserablemente: la primera vez, fue cuando me dí cuenta de que este lugar no era el paraíso que prometía. Después de ser abandonada por Sean, sí, como si fuera un pedazo de basura que ya no tenía propósito alguno, me quedé sola...no tenía dinero, no conocía a nadie y no sabía qué hacer, estaba sola, con únicamente una mochila con un poco de comida rápida que había comprado el día anterior.

Estaba sola...sin idea de qué debería hacer.

Lo más lógico sería intentar llamar a mis padres, conociéndolos como lo hago, dejarían automáticamente lo que estuvieran haciendo por ir en mí búsqueda, me regañarían, pero estarían más feliz de que estuviera bien. ¿Ya mencioné que soy una estúpida? Porque lo soy, mí orgullo era tan grande que en vez de llamar a mis padres y que ellos me salvarán terminé vagando por las calles, hasta que ya era media noche, luego, una "dulce" y "amable" mujer me preguntó si estaba bien, en ese momento pensé que ver a una adolescente sola en medio de la noche la asustó, luego me enteré de que en realidad es un modo operandi común de la secta: envían a Hombres físicamente atractivos para seducir tanto a mujeres como a otro hombres para luego hacerlos viajar a una ciudad distinta, allí los abandonan y miembros de la secta se hacen pasar por personas buenas que solo quieren ayudar. Y yo caí miserablemente en la trampa.

Los primeros días fueron buenos. Esa mujer cuidó de mí, me animaba y era muy dulce en general. Se suponía que ella me llevaría a casa, pero en el camino tuvimos que hacer una parada en Villanelle, al parecer el auto se había dañado, paso una semana, luego dos, incluso tres y después fue un mes, y yo seguía sin ir a casa.

Así que, estúpidamente creí que simplemente podría irme. Tomé mis cosas e intenté salir por la puerta, pero dos hombres me detuvieron y Portia intentó convencerme de quedarme, de que esperará un poco más, cuándo dije que no, que debía irme, su expresión dulce y maternal desapareció, siendo reemplazada por una de odió y asco, una bofetada fue su respuesta y esa noche fui violada por casi siete hombres. Al terminar la noche Portia se acercó a mí, me acarició el cabello y luego me ayudó a limpiarme, estaba confundida y adolorida, cuando ya estaba en la cama ella me miró y dijo, de la forma más tranquila y aterradora del mundo:




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