Correo equivocado, corazón correcto.

Capítulo 1

Dicen que las primeras impresiones son importantes.
Yo digo que las segundas son inútiles si ya arruinaste la primera.

Llevo exactamente doce minutos y cuarenta y siete segundos en mi nuevo trabajo, y ya conseguí mi primer logro corporativo: enviar un correo con un meme a toda la empresa.
Y no un meme cualquiera. No. Uno que dice:

“Cuando tu jefe piensa que sos un robot, pero en realidad solo estás sobreviviendo al capitalismo.”

El problema no es el meme. El problema es que lo reenvié por error a mi nuevo jefe, el señor Adrián Vega, alias “El inaccesible”,
Y el asunto del correo, por si fuera poco, decía:

“JAJAJA, mirá lo que me mandaron del nuevo director”.

Mi alma abandonó mi cuerpo en el instante en que vi el nombre “A. Vega” en la lista de destinatarios.
Intenté cancelarlo, borrarlo, hackear el servidor, fingir un corte de luz, cualquier cosa. Pero no. El correo se fue. Se fue como mi dignidad.

—Tranquila, Camila —me digo mientras golpeo el teclado con la sutileza de un gato sobre cafeína—. Capaz no lo vio. Capaz se fue a una reunión. Capaz se cayó el sistema global de correos.

Spoiler: no se cayó.
Y a los treinta segundos exactos, mi bandeja de entrada hace pling.

De: A. Vega
Asunto: Re: JAJAJA, mirá lo que me mandaron del nuevo director.
Mensaje: Interesante primer día, Torres. Lo hablamos en cinco minutos.

Cinco.
Minutos.

No me da tiempo ni de fingir una convulsión emocional.
—¿Qué pasó? —me pregunta Sofi, mi compañera de escritorio, mientras mastica una galletita y me mira con genuino interés.
—Nada grave. Solo que acabo de convertirme en una leyenda urbana de Recursos Humanos.

Ella traga.
—¿Mandaste un correo equivocado?
—No uno. El correo equivocado.

Sofi se ríe tan fuerte que casi escupe la galletita.
—Bueno, al menos ya rompiste el hielo.

Rompí el hielo, la confianza y probablemente mi contrato de prueba.

Cinco minutos después, estoy parada frente a la puerta de vidrio que dice “Dirección General – Adrián Vega”.
Intento respirar. No sé si entrar o prenderle fuego a la oficina y huir al extranjero.
Golpeo.
—Adelante —dice una voz grave, profunda y perfectamente compuesta.

Entro.
Y ahí está él.
Traje azul impecable, corbata perfectamente recta, mirada de quien probablemente tiene una carpeta mental con todos los errores de sus empleados.
Y yo, con mi remera con una manchita de café y el corazón compitiendo con un tambor de guerra.

—Camila Torres —dice él, sin mirarme aún, mientras revisa algo en la computadora—.
—Presente —respondo, y mi cerebro decide que “presente” era una buena idea, como si estuviera en un acto escolar.

Él levanta la vista.
Silencio.
Su ceja derecha se arquea de una forma tan precisa que debería estar patentada.
—Así que usted es la responsable del… meme corporativo.
—Depende —respondo, nerviosa—. ¿De cuál de todos hablamos?
Él me mira fijo.
—Del que me incluye.

Silencio número dos.
Yo trago saliva.
—Fue un error. Quise reenviarlo a una amiga y…
—¿Y su amiga se llama “Adrián Vega”? —dice él, con tono neutro, pero con una leve sombra de ironía.

Me quedo callada. Porque sí, merezco eso.
—Prometo que no volverá a pasar —digo al fin—. En mi defensa, mi nivel de torpeza digital es legendario.
Él deja el mouse, se reclina en su silla y me observa.
—Eso ya lo noté.
—Bueno —respondo, con una sonrisa tensa—, al menos soy consistente.

Por un segundo, solo un segundo, juraría que sus labios se mueven apenas, como si contuviera una sonrisa. Pero la ilusión dura poco.
—Puede retirarse, Torres. Y por favor, tenga más cuidado con los envíos. No todos en esta oficina comparten su sentido del humor.

Salgo.
Cierro la puerta.
Y mientras camino de vuelta a mi escritorio, Sofi me hace una seña de “¿seguís viva?”.
Le levanto el pulgar.
—Sigo viva, pero emocionalmente fallecida.

Me dejo caer en la silla.
En la pantalla todavía brilla el asunto del correo maldito.
Y pienso que quizás no fue tan grave…
Hasta que me llega otro pling.

De: A. Vega
Mensaje: “Por cierto, Torres. El meme era bastante gracioso.”

Sonrío.
Ay, no.
Esto va a ser un problema.




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