Correo equivocado, corazón correcto.

Capítulo 12

La oficina parece más silenciosa de lo habitual. O quizás soy yo la que aún no logra ajustar el ritmo después del desastre. No sé si fue el destino o el universo jugando a reírse de nosotros, pero haber quedado varada con Adrián en medio de la nada y escuchar todo lo que me contó… fue demasiado.
Andrea. Su gemela.
No su novia.
No su pareja.
Solo su hermana.

Me lo repito cada tanto, como si así pudiera convencer a mi cerebro de que el nudo que sentí en el pecho todo ese tiempo fue una exageración, un malentendido. Pero la verdad es que no lo fue. No completamente. Porque cuando lo escuché hablar, cuando me contó que se sintió traicionado por mi frialdad… entendí que yo también lo había herido, sin intención, y eso me duele más de lo que debería.

—¿Puedo pasar? —su voz me saca de mis pensamientos. Está en la puerta del salon de reuniones, con la misma expresión de calma que usa cuando algo lo está inquietando y no quiere demostrarlo.
Asiento, tratando de sonar más natural de lo que me siento.
—Sí, claro. Justo estaba revisando el correo que enviaron del cliente.

Él se acerca, se inclina un poco sobre la mesa y ambos observamos la pantalla. La reunión que no pudimos tener hoy se transformó en un correo extenso con los puntos tratados, adjuntos y fechas tentativas. Todo está en orden, pero la tensión entre nosotros sigue flotando en el aire, como un hilo invisible que ninguno sabe si cortar o jalar.

—Parece que no perdimos tanto —murmura, y su brazo roza el mío. No es intencional, o al menos quiero creer que no lo es.
—Por suerte —respondo, pero la voz me sale más baja, casi un susurro.

Él se aparta apenas, y se sienta a mi lado, leyendo. Yo trato de concentrarme en los números, en las fechas, en cualquier cosa que no sea la cercanía de su perfume. Ese maldito aroma a madera y algo más que no sé identificar, pero que me recuerda demasiado al momento en que estuvimos atrapados en ese auto. me levanto para ordenar unos papeles.

—Camila —dice de pronto.
—¿Sí? — le digo mirándolo
—Quería decirte algo para que no intentes mas evitarme.

Sus palabras me toman por sorpresa.
—No voy a hacer eso.
—Pero lo hiciste, pero espero no volver a pasar por eso. —Sonríe con esa media sonrisa que siempre me desarma.

Lo miro, sin saber qué responder.
Él continúa, más serio ahora.
—Solo quería que supieras que no me fue indiferente todo lo que pasó. Ni tu distancia, ni tu forma de mirarme como si me odiaras. Me volviste loco, Camila. De verdad.

Mi respiración se detiene por un instante.
—Yo… no fue mi intención —digo, torpe, y aparto la mirada—. Todo fue un malentendido.
—Lo sé. Pero eso no cambia el hecho de que me importó. — me dice mirándome fijamente.

Y justo en ese momento, cuando estoy intentando sostenerle la mirada sin desarmarme, decido dar un paso atrás… y tropiezo con una de las patas de la silla.
Siento que el mundo se inclina y que mi equilibrio me abandona en un segundo.

—¡Cami!— exclama él, sujetándome antes de que termine en el piso. Pero la gravedad ya hizo lo suyo, y lo siguiente que sé es que estoy sentada en su regazo, con su brazo rodeándome la cintura y sus ojos fijos en los míos, demasiado cerca, demasiado intensos.

El silencio entre nosotros es un abismo.
Podría jurar que su respiración roza mi cuello.
Y justo cuando siento que voy a decir algo, o hacer algo de lo que probablemente me arrepienta…
Se abre la puerta.

—¡Adrián! ¿Tenés un minuto para revisar lo del presupuesto…? —entra Mabel, seguida de dos compañeros más.
El tiempo se congela.
Todos nos miran.
Yo sigo sentada en su regazo.
Él, con la mano aún en mi cintura.

La escena no necesita explicación.
Tampoco nos dan tiempo para darla.

—Ah… perdón, no sabía que… —balbucea Mabel, claramente conteniendo la sonrisa.
Me levanto de golpe, como si el suelo quemara.
—No es lo que parece —murmuro, sabiendo perfectamente que ya nadie va a creerme.

Él intenta hablar, pero yo agarro mis cosas antes de que pueda.
—Tengo que irme.
—Camila—
—Después hablamos —le corto, sin mirarlo, antes de salir de la sala.

El murmullo detrás de mí me sigue hasta el ascensor. Y lo mas seguro es que mañana volverá a circular otra foto, esta vez con un nuevo episodio que alimentar.
Por más que trate de ignorarlo, algo cambió entre nosotros. Algo que ya no se puede fingir que no existe.




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