Si soy sincera conmigo misma admitía que tener una cita que no es cita con Gavrel era algo divertido, durante el trayecto hacia auto servidor de comida rápida hablamos trivialidades que parecían tan común entre nosotros, mientras discutíamos sobre el tipo de música pondríamos, la firme mano masculina cubría mi mano izquierda como si no quisiera soltarla jamás, esa era la impresión que me causaba, mis latidos iban a un ritmo acelerado cada vez que Gavrel acaricia el interior de mi mano, caricias lentas e insinuadas que me robaban el aliento haciendo que mi respiraciones fuesen agitadas hasta el punto de marearme.
—Deberías tener las dos manos en el volante…
—Soy un experto en el volante. –Decía despreocupadamente, giraba el volante para doblar hacia la entrada del Burguer King– además me gusta sostener tu mano. Nuestras manos se encontraban entrelazadas de una manera intima que me causaba sensaciones extrañas en mi vientre que me dejaba ansiosa e insegura de cómo interpretar lo que estaba sintiendo.
—Pobre de ti choquemos. –Advierto. Intento des entrelazar nuestras manos cosa que no funciono ya que él me tenía agarrada con fuerza– ¡Me está sudando la mano, Gavrel! es asqueroso.
El idiota solo se reía mientras manejaba hasta la fila de autos, se detenía de forma elegante y precisa detrás de una camioneta negra. Bajo el vidrio de mi puerta para tomar aire fresco, lo necesitaba en estos momentos, me encontraba tan nerviosa que me sudaban las manos. Gavrel dejaba mi mano para que yo pudiera secármela y tomar el control de mis emociones ante su contacto, intento tranquilizarme para que él no se diera cuenta de cuanto me afectaba su contacto.
—Los chicos quiere ir a un bañario este fin de semana, ¿Tienes planes?
Oh no, esto olía a peligro en cada letra pronunciada por aquella voz ronca y grave. Ir a un lugar asi significaba que tengo que usar traje de baño y exponer mi piel, todos verían mis heridas y se preguntarían o sospecharían, lo último que deseaba era dar explicaciones o darle a conocer parte de mi vida.
—Si. –Mentí antes de mirarlo, Gavrel se veía demasiado guapo, demasiado perfecto… su cabello negro desordenado, sus espectaculares ojos azules en marcados por unas espesas pestañas que le daban un aspecto exótico, sus labios carnosos de color rosado que invitaban a ser besados, todo en él era llamativo hasta un punto deseable. Su belleza era su mejor arma ante las chicas, pero no conmigo– Voy a… salir con mi padre.
Ojalá fuese cierto, jamás había salido con mi padre a ningún lugar de chicago o de Illinois, él siempre estaba fuera de casa por su trabajo en el FBI y si estaba en casa se mantenía ocupado realizando trabajos, en lo largo de mi vida jamás he tenido un momento de padre e hija, yo venía siendo como un mueble demás en aquella casa. En mi pecho se formaba un nudo que impedía que respirase y comenzase a sentirme miserable, muerdo mi labio inferior para ahogar mis emociones dolorosas.
Gavrel parecía no creerme, me miraba como si intentara ver atreves de mi y eso me causaba ansiedad, porque comenzaba a sentirme expuesta y vulnerable.
—Está bien. –Sonríe encogiéndose de hombros– te vas a perder de la diversión.
Me encojo de hombros restándole importancia, y le saco la lengua burlándome de él.
—No me gustan las bañarios. –Aquello era verdad. Era un lugar lleno de personas y aquello me desagradaba en lo absoluto.
Gavrel avanzaba en la fila, el aire entraba en el interior del Jeep, cruzo mis brazos sobre mi pecho.
—¿Alguna vez has ido a un bañario? –Me pregunta, me mira mientras avanza en la fila.
—¿Por qué? –Respondo con otra pregunta. Ponerme a la defensiva evitaría que le diera una respuesta.
—Curiosidad. –encogía sus hombros, nos miramos unos segundos antes de que la chica que tomaría nuestro pedido nos interrumpiera.
—Bunas noches, soy Jenny y les tomare su pedido. –Decía la chica energéticamente, miraba a Gavrel como si jamás hubiera visto a un chico guapo, no es la gran cosa. Además, era incomodo por la forma en que le sonreía y se lo comía con los ojos.
Comencé a sentirme molesta por la actitud de la chica y más con Gavrel por darle alas a sus coqueteó, mi enojo incremento cuando la chica le regalaba extra de papas fritas.
—Serian 53.50 dólares.
Sin darme cuenta me inclino hacia Gavrel, coloco mi mano en uno de sus muslos y la otra en su pecho, a la chica se le borra la sonrisa y algo en mi interior cantaba victoria, el idiota me da una mirada de orgullo masculino ante mi acto impulsivo, le paga a la cajera para después darme un ligero beso en los labios e irónicamente me sentí triunfante y premiada, sonrió disimuladamente para no aumentar su ego.
—Gracias. –Gavrel le da las gracias y avanza hacia la otra ventanilla para tomar nuestro pedido, regreso a mi lugar e intento disimular mi arrebato de enejo.
—No estoy celosa… –Dijo apresuradamente al leer su silenciosa expresión.
—A mí me pareció que, si estabas celosa, conejito. –Sonaba divertido al verme según celosa. ¡por supuesto que no estaba celosa!
—En tus sueños, Volkros. –Gruño enojada, le huyo a su mirada. Me estaba sintiendo vulnerable.