El cielo azul junto con algunas nubes blancas, contrastaba con el verde los pinos y la maleza, todo fue perfecto para tener un día de senderismo por las montañas de Ataraxia. Un pequeño pueblo que apenas contaba con 5,000 habitantes. Las sombras de los árboles hacían que el calor del verano se sintiera menos.
—Andrei ven —escuché gritar a Neydi. Caminé hasta donde se encontraba, a un costado del arroyo.
—¿Qué sucede? —Pregunté, al momento de ponerme en cuclillas a un lado de ella.
—Mira hay pequeños renacuajos nadando —contestó mientras apuntaba a las pequeñas criaturas que se encontraban en el agua nadando, pude notar una pequeña sonrisa sobre sus labios.
Neydi y yo habíamos sido amigos desde que iniciamos la escuela primaria. Teníamos alrededor de cinco años cuando nos conocimos, y desde entonces nunca nos habíamos separado. Ella era alegre y divertida, siempre siendo bondadosa con los demás, había estado a mi lado en los momentos más difíciles.
—Deja adivinar, ¿Te quieres llevar algunos? —volteó a verme, todavía tenía la sonrisa, pude notar sus ojos verdes iluminarse.
—¿Qué comes que adivinas?
—Será que somos amigos desde hace muchos años, y siempre que salimos te quieres llevar todos los animales que nos encontramos, ya sea un pájaro, un perro, un gato, y sin olvidar la ardilla que me mordió al momento de atraparla, y que por esa razón me tuvieron que vacunar contra la rabia.
—Ya sabes que me gustan los animales, y lo de la ardilla si fue una idiotez. Pero éramos pequeños y no sabía que podían tener rabia —en su voz se notaba que estaba arrepentida de aquel día.
Teníamos unos ocho años cuando fuimos a la granja del abuelo de Neydi, estábamos jugando cuando vimos a una ardilla pasar.
—Mira Andrei, una ardilla —dijo con alegría Neydi. Volteé hacia donde apuntaba. Se encontraba una pequeña ardilla, que actuaba un poco rara—. ¿Me ayudas a atraparla?, creo que está enferma —me lo dijo juntando sus manos y haciendo un puchero, se veía tan tierna que era difícil decirle un no—. Por favor.
Lo dudé por unos instantes, pero al final acepté.
—Está bien, pero trae una jaula para encerrarla y que no se escape.
— Gracias —contestó en un grito alegre, y salió corriendo hacia una pequeña bodega, en menos de dos minutos llegó con la jaula.
Perseguimos a la ardilla, hasta que pude atraparla, pero al momento de meterla a la jaula me mordió el dedo hasta el punto de sacándome la sangre. Después de tener al animal regresamos a la casa, en donde se encontraba la familia de Neydi.
—Mira mami lo que atrapamos —dijo Neydi enseñando a la ardilla atrapada, sus tíos que estaban presente voltearon a verla.
—Neydi, ¿Por qué una ardilla? —Preguntó su madre con voz incrédula. Su abuelo se acercó a ver mejor al animal.
—Creo que está enferma, por eso la atrapamos para cuidarla —contestó la niña con una sonrisa.
—Pues como no va estar enferma, si la ardilla parece tener rabia —dijo su abuelo —. ¿No los mordió? —Preguntó con una voz preocupada.
—Sólo a Andrei, cuando la quiso meterla a la jaula —contestó Neydi mientras me apuntaba con el dedo, le enseñe mi dedo, la sangre ya se había detenido y solo quedaba unas pequeñas costras.
Me llevaron al hospital, recibí demasiadas inyecciones, y a la ardilla la tuvieron que matar. Desde esa ocasión ya no volvimos a intentar en atrapar más ardillas.
—Está bien —dije al final—. Aunque tú madre no va a estar feliz con los nuevos inquilinos.
—No se va a enterar de esto, me encargaré de eso, y cuando crezcan los voy a traer de vuelta.
—Bueno, después no quiero que me digas si puedo cuidarlas en mi casa, Jesús tiene las botellas vacías.
—Eso no sucederá, confía en mí, por cierto, ¿Dónde está? —Preguntó Neydi. Volteamos a todos lados buscándolo.
—¡Chicos vengan a ver esto! —Lo escuchamos gritar, provenía detrás de algunos árboles.
—¡¿Dónde?!—Grite de vuelta.
—¡Por las cuevas!
Nos levantamos y caminamos hacia donde nos indicó. Nos sorprendió lo que vimos al llegar, las rocas que se encontraban arriba de las entradas de las cuevas estaban totalmente negras como si habían sido expuestas al fuego, las ramas de los pinos de alrededor estaban dañadas, sobre el suelo existía una capa de polvo negro.
—¿Qué pasó aquí? —Preguntó Neydi con el ceño fruncido.
—No tenemos la menor idea —contestó Jesús.
—¿Hubo un incendio? —Pregunté, mientras examinaba el suelo.
—No lo creó, hubiera sido noticia en todo el pueblo —contestó Saraí con su cámara en las manos, mientras tomaba algunas fotografías a lo que veía.
—¿Un meteorito?, eso también hubiera sido noticia —dijo Jesús, viendo a su alrededor— No creo que hubiera sido un meteorito porque no se ven fragmentos, o un hueco. Pero lo que haya pasado aquí, me está dando mala pinta, creo que es mejor irnos
Era cierto se sentía extraño estar en ese lugar, había algo que hacía sentir el ambiente frío. El viento provocaba que las ramas de los pinos rechinaran, parecía como si estuvieran a punto de caer sobre nosotros.
—Es mejor, aparte que está a punto de oscurecer —dijo Saraí, mientras señalo el cielo.
Miré arriba, y en efecto, sobre nosotros predominaba los colores rojizos, era la "hora dorada" como lo llaman los fotógrafos, solo teníamos unos cuantos minutos antes de que oscureciera y que se volviera complicado regresar.
Volví a mira nuevamente el suelo y algo llamó mi atención, una roca de color negro, la recogí y le retiró el polvo al pasar mis dedos sobre ella, fue como si tocara un vidrío. Era muy extraño ya que en ese lugar no había visto algo parecido. Media alrededor de 5 cm, y su forma era de un ovalo perfecto.
—Andrei ya vayámonos —escuché decir a Neydi. Volteé a verla y ella me miraba con el ceño fruncido.
—Si hay voy —contesté, metí la roca en mi bolsillo, y corrí hasta donde se encontraba— ¿Jesús y Saraí? —Pregunté al llegar con ella.