—Hasta que llego el perdido —escuché decir a Nazario al momento en que cerré la puerta al ingresar a la casa, se encontraba recostado en el sofá, mirándome a los ojos mientras se llevaba la botella de cerveza a sus labios, dándole un gran trago, como ya era costumbre—. ¿Crees que tengo todo el tiempo para esperarte a cenar?
—No me hubieran esperado a cenar, así de simple, y no te hubieras muriendo de hambre —contesté indiferente, mientras lo miraba fijamente.
—Dile eso a tu madre, es ella la que te está esperando —contestó al ponerse de pie, dispuesto a ir a la cocina.
—No tengo hambre —dije, sin quitar la mirada a Nazario mientras caminaba, sin previo aviso aventó la botella contra la pared, a tan solo centímetros de mí, los vidrios volaron al momento del impacto, algunos pedazos chocaron en mi pierna izquierda.
—¡Vas a cenar, no te estuvimos esperando por dos horas! —Gritó, no me había percatado que mi madre se encontraba en el marco de la puerta del pasillo, Nazario la empujó al momento de pasar—. ¡Para que solo vengas a decir que no tienes hambre!
Pude sentir como mi cuerpo se tensaba, odiaba a ese hombre. No soportaba como nos trataba en especial a mi madre. Tenía tantas ganas de golpearlo en ese momento, lo seguí por el pasillo, estaba dispuesto en hacerlo, pero me detuve al sentir la mano de mi madre en mi brazo, al momento de pasar a un lado de ella.
—Hijo tranquilízate —dijo con tranquila, como si nada hubiera pasado.
—¿Cómo quieres que me tranquilice?, te acaba de empujar. Además, estuvo a punto de golpearme con la botella —dije agitado por el enojo.
—Ya sabes que no le gusta que le hables de ese modo, es tu padre.
—Ese hombre jamás va ser mi padre.
Pude notar un poco la tristeza en los ojos de mi madre, como si mis palabras la lastimaran.
—¡¿Qué es lo que estás esperando para venir a servir?! —gritó Nazario desde la cocina, apreté la mandíbula por el enojo.
—Ven a cenar, por favor —dijo mi madre con la voz en un hilo.
Caminé junto a ella, al entrar a la cocina Nazario ya tenía otra cerveza en la mano, me miraba a los ojos de forma desafiante, eran tan negros y fríos, sin ninguna emoción en ellos. Me senté en la silla que se encontraba enfrente de él.
Nunca he sabido lo que vio mi madre a ese hombre, con tan solo verlo me daba asco.
Todo sucedió cuando nos abandonó mi padre, yo tenía 5 años de edad, mi madre cayó en una depresión. Tuvimos que vivir por un tiempo con mi abuela, ya que mi madre no era capaz de cuidarse y mucho menos de cuidarme. Duró dos años así, hasta que decidió ir a un grupo de ayuda, donde iban personas que se encontraban en situación de violencia, duelo por la muerte de un ser querido, problemas con las drogas, alcohol, depresión, ansiedad, etc. Era un grupo pequeño que ayudaba a todas aquellas personas que lo necesitaban.
Mi madre se unió por la depresión, y Nazario por su problema de alcoholismo, lo cual no le ayudó en absoluto. Se conocieron en las reuniones, salían juntos dos veces a la semana después de cada reunión, con el pasar del tiempo no era lo suficiente verse en las reuniones, empezaron a salir los fines de semana, posteriormente entre semana y así sucesivamente.
Mi madre nos presentó cuando tenía 8 años, al principio daba la impresión de que ese grupo le ayudado y había cambiado para bien, pero no fue así, después de dos años de relación decidieron empezar a vivir juntos. Es donde sucedió el cambio, o mejor dicho, en donde se mostro como era. Empezaron los gritos, una vez a la semana, dos, cuatro, hasta llegar a un punto que eran todos los días, y posterior los golpes. ocho años viviendo en un infierno, pero mi madre nunca quiso ver el monstruo que era ese hombre.
En un momento llegué a pensar que él iba a ser como el padre que nunca tuve, pero estaba demasiado equivocado.
Al acabar de cenar me di una ducha, estaba cansado, enojado, frustrado, solo quería acostarme a dormir. Nazario cada vez que se emborrachaba se ponía a gritar, insultar, discutir sin sentido, en ocasiones llegaba hasta los golpes. Muchas veces le dije a mi madre que nos fuéramos, pero siempre me decía lo mismo "no lo puedo dejar yo lo amo, y sé que él también me ama". No se daba cuenta de la verdad.
Saqué el celular del bolsillo de mi sudadera, haciendo que cayera la roca sobre mi cama. La tomé y pude ver que todavía tenía polvo negro, le pasé un pañuelo húmedo hasta limpiarlo, se notaba el brillo. Era hermoso, algo que nunca había visto en toda mi vida. Una pregunta pasaba por mi cabeza, ¿Por qué se encontraba en las cuevas?, lo poco que conocía de geología, era lo suficiente para saber que en ese lugar no se daba ese tipo de roca.
"¿Cómo se crean la obsidiana?", Tecleé en el buscador, salieron bastantes páginas, así que decidí abrir la primera página que apareció. Sabía que se trataba de una roca de tipo obsidiana porque lo había visto en un libro.
"La obsidiana se forma con el enfriamiento rápido de la lava volcánica. Cuando un material geológico se enfría rápidamente, no da tiempo a que se formen cristales como los que observaríamos en minerales como el cristal de roca, sino que da como resultado masas algo más amorfas..."
No existía ningún volcán cerca del pueblo, como para que se haya creado ese tipo de roca. Posiblemente alguien que estaba paseando por la montaña se le cayó y no se dio cuenta, era la única explicación más coherente que le encontraba, o la página estaba mal, y tal vez se pueden crear en otros lugares, pero ¿Qué era ese polvo negro?, ¿Qué es lo que había sucedido en ese lugar?
Todo estaba en silencio, hasta que se escuché el sonido de pisadas que provenían del corredor, lo primero que pensé era que Nazario buscaba otra cerveza. De repente, la habitación se volvió más fría, empezó a bajar la temperatura, era como si me encontraba en un refrigerador.