Caminé por las calles del pueblo, algunos faros iluminaban mi camino. Cada jueves nos reuníamos en alguna casa de mis amigos, ya fuera en la de Saraí, Neydi o la de Jesús, debido a que los jueves no trabajamos, en especial Jesús y yo, los dos éramos empleados de un restaurante que se encontraba en las afueras del pueblo, a un costado de la carretera principal, se trataba de un trabajo de verano.
Solo nos reuníamos para hablar, ver alguna película o jugar algún juego de mesa, en esa ocasión optamos ir a la casa de Saraí. Eran las ocho en punto de la noche cuando llegue, estaba seguro que los demás ya estaban dentro. Golpeé la puerta, esperé un momento hasta que se abrió.
—Hola Andrei —dijo Saraí con una sonrisa al abrir la puerta—. Pasa.
Abrió la puerta para poder pasar, en la entrada se encontraba la sala de estar, ahí ya esperaban Jesús y Neydi sentados en el sillón café.
—Hola —saludé al sentarme en el sillón, quedando enfrente de ellos.
—Hola —saludaron al mismo tiempo Jesús y Neydi, con una sonrisa.
—Pedimos una pizza de pepperoni —dijo Saraí—, ¿No te molesta?
—No, está bien —respondí con una sonrisa.
Nos quedamos en silencio por unos instantes, al sentir que alguien me observaba al voltear noté que se trataba de Neydi.
—¿Estás bien Andrei? —Preguntó Neydi con el ceño fruncido.
—Si, ¿Por qué? —contesté.
—Estás un poco pálido, y parece que no has dormido bien.
—Oh, anoche no pude hacerlo.
—Se nota demasiado —intervino Saraí al darme un vaso con refresco sabor naranja antes de sentarse a mi lado derecho—. Parece que no has dormido en años.
—Desde hace una semana que te ves cansado —dijo Jesús—. ¿Paso algo con Nazario?
No era un secreto el infierno que vivía en mi casa por aquel hombre que tenía por padrastro.
—No, sigue siendo el mismo idiota, solo que... —me quedé callado por un instante, no sabía si comentarles lo que estaba sucediendo en casa, pero también quería encontrar una explicación—. Han pasado cosas extrañas.
—¿Cómo qué?
—Desde hace una semana me han estado sucediendo cosas extrañas, he tenido pesadillas, y amanezco con esto —dije subiendo las mangas de mi chaqueta, exponiendo algunos rasguños en mis brazos que han estado apareciendo de la nada mientras dormía. No eran muy profundas, parecía como si algún gato me hubiera rasguñado—. La semana pasada, les juro que vi un hombre en mi cocina, pero cuando mi madre y Nazario entraron ya no se encontraba, fue como si hubiera desaparecido.
Se quedaron en silencio, no sabían qué decir, o si creerme, pero nuestra atención cambió cuando se escucharon golpes en la puerta, Saraí se levantó a atender, era el repartidor que traía las pizzas. Después de pagarle ella puso las cajas en la mesita que se encontraba en medio de nosotros. Ella y Neydi fueron por unos platos de la cocina, así que nos quedamos Jesús y yo solos.
—¿Por qué no me lo contaste? —Preguntó Jesús, frunciendo el ceño.
—No lo sé, suena estúpido.
—Claro que no, somos amigos, ya si necesitas ayuda psiquiátrica es otra cosa —eso último me hizo reír un poco, al igual que a él—. Puedes contarme cualquier cosa, sin importar lo estúpido que suene, y lo sabes.
—Sí.
Las chicas se acercaron con los platos, cada quien tomó una rebanada de pizza.
—Andrei —Saraí llamó mi atención —¿Cómo era el hombre que viste?
—Era alto, delgado, estaba vestido de negro, tenía un sombrero, no pude ver su rostro porque todas las luces estaban apagadas.
—¿Has escuchado sobre los hombres sombra?
—No —negué con la cabeza—. ¿Son como los hombres de negro?
—Claro que no, los hombres sombra son un ente que se aparece a las personas, hay uno en especial que tiene un sombrero como de detective, tal vez como el que viste.
—¿Y que se supone que hacen?
—Te pueden quitar tu energía.
—Pero es raro como se le apareció a Andrei —intervino Jesús.
—¿Por qué? —pregunté confundido.
—Dicen que se aparece cuando la persona está durmiendo.
—Al menos que fuera un demonio —dijo de repente Saraí, mientras le daba una mordida a la rebana de pizza.
—No creo que sea un demonio —dije seriamente, sonaba estúpido aquello.
—¿Lo averiguamos?
—¿Cómo? —La miré a los ojos, ella sonrió ampliamente, como si hubiera ganado algo.
—Ya verás.
Se levantó y caminó por el pasillo, en pocos minutos traía unas veladoras y una tabla de madera.
—Con esto—dijo dejando la ouija en la mitad de la mesa.
—¿Es broma? —Pregunté, era algo absurdo, no era muy creyente en eso.
—No, tal vez así hacemos contacto con el ser que te está persiguiendo.
—Es peligroso chicos, no deberíamos de hacerlo —dijo Neydi, se notaba en sus ojos la incomodidad por objeto que se encontraba en la mesa.
—¿Desde cuando tienes un tablero de ouija? —preguntó Jesús.
—Es de mi hermano —contestó Saraí de lo más normal—, ¿lo intentamos?
—Va, pero creo que esto es falso —dijo Jesús dándole el último sorbo a su vaso.
—Está bien, pero no creo que suceda nada —dije, estaba seguro que no pasaría nada.
—¿Qué dices Neydi?, ¿juegas? —Preguntó Saraí, ella se veía incómoda por la situación—. No pasa nada malo.
—No creo que suceda algo, también dudo que se vaya a mover —le dije mirándola a los ojos—. Pero si eso sucede, estoy contigo.
—Está bien.
Quitamos todo de la mesa, solo quedó el tablero de ouija y unas veladoras prendidas, nos sentamos en el suelo para estar más cerca, y por último apagamos la luz, solo nos quedamos con las luces tenues de las veladoras. Los cuatro pusimos nuestro dedo índice en el testigo.
—Bueno, ahora ¿Qué tenemos que hacer? —Pregunté.
—Tenemos que hacer preguntas, ¿No has visto las películas acaso? —Contestó Saraí de lo más obvio—. Empecemos, ¿Se encuentra alguien presente?
No sucedió absolutamente nada, volvió a repetir la pregunta tres veces más, pero no se movió.