Me aferraba al lavamanos del baño para no caer, me sentía cansado, había vomitado lo poco que comí. No fue una buena idea jugar a la ouija, Neydi estaba molesta conmigo, ella creía que yo había sido quien lo movió.
Me enjuagué la boca intentando quitar el mal sabor, al alzar la cabeza pude notar mi reflejo del espejo, mi rostro estaba pálido, parecía que me encontraba enfermo, mis ojeras bajo eran más notorias. Después de que la tabla cayó a mis rodillas, sentí un dolor en el lado derecho de mi abdomen, lo que hizo que vomitara.
El dolor regresó, así que puse mi mano en la zona, al sentir algo húmedo y tibió, bajé la mirada, mi camisa estaba manchada de un rojo oscuro, se trataba de sangre, alcé la tela, pude notar tres cortadas en la zona, no tenía la menor idea del cómo me las hice. Entre en pánico, mis manos estaban llenas de rojo carmesí, tenía que buscar ayuda o moriría desangrado.
Al escuchar tres golpes en la puerta hizo que me sobresaltará, mi respiración se encontraba agitada.
—Andrei, ¿te encuentras bien? —Escuché preguntar a Jesús al otro lado de la puerta.
De mi boca no salía ninguna palabra, estaba paralizado por el miedo, volteé a ver otra vez a mi abdomen, ya no se encontraba ninguna cortada, mis manos estaban limpias, sin ninguna mancha de sangre, solo había sido mi imaginación.
—Si, en un momento salgo—dije, miré mi reflejo del espejo, si antes estaba pálido, ahora era transparente como un fantasma. Otra vez chequé mis manos, estaban limpias. Me enjuagué la cara con agua antes de salir, esperando verme un poco más "normal".
Solo fue mi imaginación. Solo una mala jugada de mi cerebro, muy mala.
Salí del baño, al llegar a la sala Saraí y Jesús se encontraban sentados en los sillones, uno al lado del otro.
—¿Dónde está Neydi? —Pregunté al darme cuenta de su ausencia, ¿Cuánto tiempo estuve en el baño?
—Vino Naim por ella —dijo Saraí.
—¿Naim? —Pregunté con el ceño fruncido, entre los dos se miraron como si ocultaran algo.
—Acaso, ¿no lo sabes? —Preguntó de vuelta ella mientras la miraba a los ojos.
—¿Saber qué?
—Que ellos están saliendo.
¿Por qué no lo sabía?, ¿por qué no me lo contó?, si se supone que éramos amigos desde pequeños.
—Bien por ellos, vámonos Jesús —dije, caminé hasta la puerta, al abrirla el frío del exterior nos estaba recibiendo.
—¿Estarás bien estando sola? —Preguntó Jesús a Saraí.
—Si, no se preocupen —contestó con una sonrisa, desviando su mirada a la mesa que se encontraba enfrente de ella, todavía se hallaba la tabla—. Estaré bien.
El viento frío soplaba haciendo que nuestro cabello se moviera, eran las once de la noche, la calle estaba solitaria, lo único que se escuchaba eran nuestros tenis pisando las pequeñas piedras del camino.
—¿Desde cuándo están saliendo? —Pregunté mirando el suelo.
—No sé, hace un par de días —contestó Jesús tranquilamente.
—¿Por qué no me lo dijo?
Me sentía traicionado, se supone que era mi amiga y nos contábamos todo, ¿Desde cuándo nuestra amistad había cambiado?
—No lo sé, es probable que no lo vio importante —contestó sacando un cigarro, llevándoselo a los labios.
—Dame uno —dije extendiendo la mano.
—¿Desde cuándo fumas? —Preguntó sorprendido.
—Desde ahora.
Nunca había fumado, pero en esta noche sentía que lo necesitaba. El humo estando en mi garganta se sentía tan bien.
—¿Por qué lo hiciste? —Preguntó Jesús rompiendo el silencio—. Poner que Neydi va a morir.
—No fui yo, se movió solo, pero no sabemos si se refería a ella, hay muchos nombres que inician con "N"—dije mirando a los ojos—. Por ejemplo, Nazario, Nicolás, Naim, Nadia, el nombre de mi madre también inicia con "N"
—Andrei, la primera vez que se movió fuiste tú.
—Yo no fui y si no me crees es tu problema, no el mío —dije molesto, empecé a caminar más rápido.
—Le tienes que pedir disculpas a Neydi.
—¿Por qué?
—¡Por tu estúpida pregunta! —Gritó Jesús, me di la vuelta para verlo—. La hubieras visto, estaba aterrada.
—No tengo nada de qué disculparme, solo marcó una estúpida letra —dije tirando la colilla del cigarro al suelo, aplastando lo último que quedaba con mi tenis.
Me di la vuelta para seguir mi camino, no me importaba dejar atrás a Jesús, siempre nos íbamos juntos, él vivía unas cuadras más alejadas de mi casa. Él siguió mis pasos, no dijimos nada hasta que su celular sonó.
—Bueno... —contestó él—. ¿En dónde están?... okay yo le digo... Adiós —colgó su celular—. Me van a recoger en tu casa.
Me detuve en seco, mirando a las dos personas que se encontraban a unos cuantos metros, algo dentro de mí se rompió. Era Neydi y Naim, se estaban besando.
—Vamos —dijo Jesús al jalar de la manga de mi chamarra, sacándome de mis pensamientos.
Rodeamos para no tener que pasar cerca de ellos, todo el camino nos quedamos en silencio, algunas lágrimas se querían salir de mis ojos, pero las contuve, ¿por qué me sentía así?, Al llegar a casa todo estaba oscuro. Se podía sentir el frío envolver nuestro cuerpo.
—No recordaba que tu casa fuera tan fría —comentó Jesús.
—Desde hace días que se siente así —dije cerrando la puerta a mis espaldas y prendiendo la luz, caminamos hasta mi habitación como de costumbre.
—¿Estas solo?
—Sí, mi madre acompaño a Nazario a visitar a su madre.
Al encender la luz de la habitación un vaso que se encontraba en la mesa cayó al suelo, haciendo que nos sobresaltáramos por el inesperado sonido.
—Joder —exclamó Jesús llevándose la mano al pecho.
Me hinque para recoger los pedazos de vidrio, y me percató que la obsidiana también se había caído.
—Mierda —exclamé al sentir como un vidrio atravesó mi piel, haciendo que sangrara de inmediato.
Puse la roca devuelta a la mesa manchándola un poco de sangre, agarré los pedazos de vidrio más grandes para tirarlos a la basura del baño. Abrí la llave del lavamanos para lavar la herida, el contacto del agua con la piel abierta hizo que sintiera un ardor intenso, el agua se pintó de color rojo al instante.