El reloj marcaba las once de la noche, me encontraba en la estación de policía, esperando que alguien tomará mi declaración, no sabía nada sobre Nazario, no sabía si lo había matado, la última vez que lo vi estaba inconsciente por el golpe que le di en la cabeza. Tenía puesto unas esposas en las muñecas, y una en el tobillo derecho que me mantenía en la silla, para no moverme o intentar escapar.
La puerta se abrió y entro el padre de Neydi, el oficial Herrera, a quien golpeé. Se sentó en la silla enfrente de mí, puso algunos papeles sobre la mesa.
—Seré yo quien tome tu declaración —dijo al momento de abrir una carpeta y prendiendo una grabadora—. Nombre completo
—Andrei Torres García.
—Edad.
—17 años.
—¿Qué sucedió?
—¿No sé supone que alguien más tiene que estar presente? —Pregunté.
—Hable con tu madre, ella me dijo que me ponía de responsable.
—Entiendo —no me tenía que sorprender que ella prefería estar con su pareja, no tenía de otra que contar lo sucedido—. Al llegar a mi casa Nazario estaba golpeando a mi madre, me fui en contra de él, para que se detuviera. Sin darme cuenta él se encontraba encima de mí, golpeándome, yo solo me defendí, tomé la botella de cerveza vacía y lo golpeé en la cabeza, ¿No es necesario un abogado?
—Se te otorgara uno, ¿Por qué no llamaste a emergencia?
—No lo pensé, solo quería defender a mi madre.
No lo miraba, esta avergonzado por lo que hice, y más con él, era como un tío para mí, hasta nos había ayudado en varias ocasiones. Él y mi madre fueron amigos desde la secundaria.
Tenía las manos esposadas por delante, miraba la sangre seca de las mangas de mí playera, con ellas me había secado la sangre del labio y de la nariz, a causa de los golpes que me dio Nazario.
—¿Sabes que estas metido en un gran problema? —Me preguntó.
—¿Lo maté? —Me estremecí en solo pensarlo.
Estaba en mi cabeza esa pregunta desde que había llegado, lo miré a los ojos por primera vez en toda la noche, y pude ver su fría mirada, él negó con la cabeza, y suspiré de alivio.
—No, pero si eso sucede, no habrá forma en que pueda ayudarte, y sobre todo cuando dijiste que lo querías matar, ¿él te hizo lo del cuello?
No sabía que contestar, podía mentir y decir que él lo había hecho, tal vez funcionaria para el futuro, o inventar algo. Pero no fue necesario dar una explicación debido a que la puerta se abrió, un chico delgado y alto entró, tenía algunos papeles entre las manos.
—Llamaron del hospital, Nazario Calvario retiró los cargos —dijo el chico, entregando lo que traía en las manos—. Dice que alguien tiene que trabajar para pagar los gastos del hospital.
—Gracias Kevin —contestó Herrera tomando los papeles—. Para la próxima toca la puerta.
—Sí, lo siento —se disculpó al cerrar la puerta.
Herrera anotaba algunas cosas en las hojas que se encontraban enfrente de él y apago la grabadora.
—Ya escuchaste, Nazario despertó y vas a tener que pagar por los gastos hospitalarios.
—Lo sé, ¿puedo irme?
—Mmm... No —dijo, sin quitar la mirada en las hojas—. Tendrás que pasar la noche por a ver agredido a un oficial.
—Lo siento, no fue mi intención —me disculpe, él me miró—. De igual manera, no quiero ir a casa.
—Andrei, no pueden seguir viviendo así, busquen otro lugar en donde vivir, o pongan una orden de restricción, un día, y espero que no suceda, Nazario puede matar a Neyra o a ti —dijo mirándome seriamente a los ojos—. O tu a él, y no quiero que suceda ninguna de las dos.
Lo último que dijo hizo que me diera escalofríos, esperaba que eso nunca sucediera, aunque esa noche estuvo a punto de suceder.
—Eso no va a pasar —dije mirándolo a los ojos.
—Eso espero.
José me llevo a una celda, como era un pueblo pequeño, y que solo sucedían algunos pequeños crímenes solo se encontraban tres celdas que las separaba por paredes, en una de ellas se encontraba un hombre que se notaba borracho o drogado, lo habían detenido por hacer destrozos menores por las calles. En la celda solo había una especie de banca hecha de cemento, sobre ella una cobija y una almohada, en una esquina había algo parecido a un retrete y que solo lo cubría una pequeña barda para dar "privacidad". Al entrar, José me quitó las esposas.
El hombre que se encontraba en la celda de mi derecha gritaba en ocasiones, decía incoherencias o hasta cantaba.
—Toma Andrei —dijo el oficial Herrera dándome un sándwich y un vaso con agua. —. No has comido.
Me levante para agarrar la comida.
—Gracias —dije al momento de tomarlo.
—No queremos que te desmalles —dijo antes de irse.
Me regrese a la cama improvisada de cemento, era tan fría y dura que iba hacer imposible dormir, incluyendo los gritos de aquel hombre no me dejarían pegar los ojos durante la noche.
—¡Viene por mí, el demonio viene por mí! —Empezó a gritar el hombre de repente. Lo decía una y otra vez.
Cuando terminé el sándwich, me acosté en la cama improvisada, de repente donde estaban los rasguños en mi abdomen me empezó a punzar, haciendo complicado dormir, otra cosa más que se agregaba a mi lista de poder descansar.
—¡Ya cállese viejo loco! —Gritó uno de los oficiales al momento de pasar por las celdas.
—¡Él está aquí, déjeme salir!, ¡Viene a llevarse mi alma! —Seguía diciendo el hombre.
No sé por cuanto tiempo estuvo gritando el hombre hasta que se cansó de estarlo haciendo, o tal vez solo se durmió. Ya estando en silencio, pude conciliar el sueño, no importo lo incomodo del lugar, por fin pude dormir por unas cuantas horas.
La luz del sol hizo que abriera los ojos, al igual del alboroto que estaba afuera de las celdas, pude ver que varios oficiales estaban viendo la celda derecha, en donde se encontraba el hombre, no sabía que había sucedido.
—¡¿Cómo es posible que nadie se diera cuenta?! —Preguntó gritando un hombre, quien no espero respuestas para volver a gritar—. ¡Son unos inútiles que no saben hacer nada!