Después de la repentina aparición de Yoali en aquella noche lluviosa, tampoco volví a escuchar esa voz diciéndome que alguien va a morir. Aunque la roca volvió aparecer, la única explicación que encontraba era que Jesús la dejo en la entrada antes de irse, esperaba a que él me lo confesara, pero no sucedió, parecía más distante conmigo y no estaba seguro del porqué.
Los siguientes días intenté deshacerme de la gema, primero tirarlo en el lago, pero no funcionó, fui por diferentes caminos para botarla, pero siempre volvía aparecer sobre mi cama.
Ya habían pasado una semana desde la última vez que hable con Neydi, no me contestaba las llamadas y los mensajes, eso significaba que estaba molesta conmigo, tal vez se había enterado lo que paso con Nazario o era por la vez que jugamos a la ouija, pero cuando nos vimos al día siguiente no lo parecía estar enojada conmigo, o eso creí.
Era domingo, y para mi buena suerte Marco me estaba ayudando en la cocina, Jesús fue a visitar a sus abuelos. El reloj marcaba las seis de la tarde y para mi sorpresa no había mucha gente, como en otras ocasiones, era un día tranquilo, o eso pensé hasta que Rosalío entro a la cocina enojado.
—Andrei, ¿me puedes explicar esto? —Preguntó Rosalío enfadado, dejando la hamburguesa de mala gana sobre la mesa.
—¿Qué es una hamburguesa? —Pregunté irónicamente, lo cual lo hizo molestar más.
—Ábrela.
Le quité la tapa ya mordida, moví los vegetales solo exponiendo la carne, a simple vista se podía ver algo sobre saliente, jalé el palillo de madera.
—¿Cómo llego eso ahí? —Preguntó Rosalío molesto.
—No lo sé, un accidente —dije tratando de defenderme, no tenía una respuesta.
—¿Un accidente?, ¿Cómo pudieron llegar tres palillos a la carne? —No espero mi respuesta—. ¡Andrei si es tu responsabilidad!, haz otra y antes de llevársela al cliente vas conmigo para ver que se encuentra bien y le vas a pedir una disculpa al cliente.
—Pero...
—¡No quiero ninguna excusa! —me interrumpió—. Haz lo que te he dicho, si no me hicieran falta personal, ya te hubiera despedido.
Se dio la vuelta para salir de la cocina, lo último que dijo hizo que me sintiera mal. Tuve que hacer otra hamburguesa, ahora siendo más cuidadoso, revisando la carne más de una vez, cuando ya estuvo lista salí de la cocina. Caminé hasta la caja registradora en donde se encontraba Rosalío, la puse sobre el mostrador quitando la tapa de la hamburguesa y dejado ver la carne, dio la aprobación y salió por la puerta del mostrador haciéndome una seña para seguirlo.
Caminamos hasta llegar a la mesa con el número tres en donde se encontraban dos personas, para mi mala suerte se trataba de Naim y Neydi, que al parecer estaban en una cita. Lo único malo de vivir en un pueblo y trabajar en el único lugar de comida, era que te encuentras a medio pueblo en un solo día. Puse la hamburguesa en la mesa frente a Naim.
—Por parte de la Cafetería González, me disculpo por el incidente —dije mirando a Naim.
—Los accidentes pasan —dijo él mirándome a los ojos, con una sonrisa de lado.
Volteé a ver a Neydi, cuando nuestras miradas se encontraron, ella la desvío rápidamente hacia la mesa.
—Por cualquier cosa que necesiten no duden en avisarnos —dijo Rosalío con una sonrisa amigable—, tengan por seguro que la comida va por nuestra cuenta.
—Pues muchas gracias —dijo el chico todavía con la sonrisa—. Si es así, deberías de equivocarte más seguido Andrei.
—Con permiso, buen provecho —dije con una fingida sonrisa, ignorando lo que dijo.
Caminé de regreso a la cocina, volviendo a mi trabajo.
†
Me puse mi sudadera y la mochila, cerré la puerta del almario y caminé a la salida, Rosalío les había pagado a las chicas y a Marco antes de que se fueran. Al pasar por el mostrador Rosalío me llamo.
—Andrei —dijo extendiendo el sobre amarillo con mi nombre, que por cierto estaba mal escrito—. Te tuve que rebajar el incidente de hoy.
—Está bien —dije tomando el sobre y metiéndola a la mochila.
Antes de abrir la puerta lo volteé a ver.
—¿Por qué no lo has hecho? —Pregunté, él me miró con incertidumbre, no tenía idea de lo que hablaba—. El despedirme, ¿Por qué no lo has hecho?, y no digas que es por el personal, sé perfectamente que puedes conseguir otra persona, han venido a preguntar si les puedes dar trabajo.
—¿Por qué no lo he hecho? —Preguntó de vuelta poniendo su espalda recta para verme mejor—. Sé que lo necesitas, a parte en estos dos años eres uno de los mejores empleados que he tenido, aunque en las últimas semanas al parecer no han sido la mejor para ti, ¿Qué sucede Andrei?, ¿Está todo bien en casa? — Preguntó el hombre levantando una ceja.
Estábamos los dos solos, por un momento el silencio reino en el lugar, él buscaba alguna respuesta a través de mis ojos.
—Todo está bien, solo que no he descansado bien —mentí.
—Andrei, no he tomado el tema contigo, pero me entere lo sucedido con tu padrastro...
—Él no es mi padrastro —interrumpí bajando la mirada.
—Bueno con Nazario, ¿están bien las cosas con él?
—Si —contesté secamente, solo miraba los pinos a través de la puerta de cristal.
—Cualquier cosa que necesites, o si solo quieres hablar, sabes que puedes venir conmigo —dijo Rosalío con sinceridad.
—Lo tomare en cuenta —lo miré a los ojos—. Gracias, buenas noches —dije abriendo la puerta, sintiendo el liguero viento nocturno golpear mi rostro y mover mi cabello.
—Descansa —escuché que dijo antes de cerrar la puerta.
Me subí a mi bicicleta para ir a casa, durante el camino vi la figura de una mujer, estando más cerca noté que se trataba de Gabriela, cuando estuve a su lado me bajé de la bici lo que hizo que volteará a verme.
—Eres tú —dijo mirándome.
—¿A quién esperabas? —Pregunté con una sonrisa.
—Al rey de Inglaterra —me regresó la misma sonrisa—. ¿Ya vas hacia tu casa?