ADVERTENCIA: Este capítulo tiene contenido violento, se debe leer con precaución, en ningún momento estoy promoviendo la violencia.
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Mis manos estaban cubiertas de rojo, un líquido tibio recorría por mis dedos cayendo gota por gota al suelo, en mi mano derecha se encontraba un cuchillo cubierto del mismo color. El olor a sangre fresca era predominante en el aire, provocando que las nausea viniera consigo.
Dejé caer el cuchillo, el sonido metálico hizo eco en la habitación desolada, ¿Qué había pasado?, mi cuerpo estaba temblando, el miedo se había apoderado en cada parte de mi cuerpo, inspeccioné la habitación, había una mujer en medio. Caminé lentamente hasta llegar con ella, tenía miedo, mis piernas comenzaban a temblar con cada paso.
—Tú lo hiciste —escuché que alguien dijo a mis espaldas, volteo a ver a mi alrededor, pero no había nadie, pasé saliva por los nervios.
Volví a ver a la mujer que se encontraba en medio de la sala, un charco de sangre se había formado debajo de ella. Me acerque poco a poco, el rostro de la mujer volteaba al lado contrario en donde me encontraba, haciendo imposible saber de quién se trataba, mi respiración se volvió entrecortada al ver la zona de su abdomen donde tenía una cortada, como si la hubieran apuñalado.
—Tú lo hiciste —volví escuchar, la voz era gruesa y tenebrosa.
Me aleje de la mujer que se encontraba inerte, no estaba seguro con signos aun de vida. Me hinqué cerca de ella, sin importar que manchara mi ropa. Con duda agarre su cabeza para ver de quien se trataba.
Abrí los ojos sobresaltándome, me senté en la cama pasándome las manos por mi rostro intentando despertar bien después de la pesadilla, esa era la tercera vez que soñaba sobre eso, nunca podía ver el rostro de aquella mujer.
Habían pasado tres días desde lo sucedido en el bosque, se lo conté a Saraí y a Jesús, reaccionaron como esperaba, me juzgaron como loco, diciendo que fue mala idea combinar la cerveza con el vodka, y que tal vez tenía delirios por los golpes, aunque Saraí estuvo presente cuando aquella cosa quería entrar a la casa, lo justifico con que se trataba de Jair y Naim. Estaba seguro de lo que había visto, en estos dos días no había salido de la casa por miedo a que se me apareciera aquel monstruo, animal, no sabía que era exactamente y aparte que mi cuerpo me dolía por los golpes.
Me levante de la cama para darme una ducha antes de ir a trabajar, por fortuna Rosalio me dio aquellos días para que descansara, ya que le explique lo que sucedió, omitiendo sobre la persecución, pero ahora no tenía otra opción. Agarre un pantalón de mezclilla color azul y una playera negra de manga larga para ocultar los moretones.
El agua sobre mi cuerpo se sentía muy bien, era relajante, que podía estar todo el día metido bajo la regadera. Pero ese momento de paz, fue interrumpido por gritos que provenían de la cocina, mi cuerpo se tensó, otra vez estaban discutiendo Nazario y mi madre, pero en esta ocasión no estaba dispuesto a meterme entre ellos.
No entendía lo que se gritaban mutuamente, no sabía de qué estaban discutiendo. Al terminar de bañarme me vestí, al abrir la puerta me encuentre con Nazario, él solo bajo la mirada al entrar al baño, cerrando la puerta detrás de él. Desde el incidente, él evitaba mirarme o estar en el mismo lugar que yo, y mucho menos intentaba de hablar conmigo.
Volví a mi habitación y me puse mis tenis, mis ojos se dirigieron a la mesita de noche que se encontraba al lado de mi cama, vi la obsidiana, era notable algunas cuarteaduras y el color había cambiado un poco, era probable por todas las veces que la avente en diferentes lugares. La tomé y la metí en un bolsillo de mi pantalón, otra vez intentaría deshacerme de ella, pero era claro que no iba a funcionar.
Miré el reloj, marcaban las doce del mediodía, tenía tiempo para comer algo antes de ir a trabajar, ya que entraba a la una. Caminé hasta la cocina, al entrar vi a mi madre sentada en la silla del comedor, soltaba pequeños sollozos, al notar mi presencia se limpia las lágrimas que ya hacían en sus mejillas.
—¿Por qué discutieron? —Pregunté mientras cortaba unas rebanadas de plátano, para ponerlo en el pan tostado con mermelada. No me importaba lo que sucedió entre ellos.
—¿En realidad te importa? —Preguntó mi madre sarcásticamente.
—Sólo quería ser amable.
—Nazario se va ir —dijo dé repente, detuve lo que estaba haciendo, mi mano derecha sostenía el mago del cuchillo—, ¿Sabes por qué? —Preguntó, le estaba dando la espalda así que no la podía ver, sólo escuchaba como sorbía su nariz, no respondí—. Por ti se va ir, ¿te es difícil aceptarlo como un padre?
Sentí como cada parte de mi cuerpo se puso tenso, mis nudillos se volvieron blancos al tomar con fuerza el mango del cuchillo. Di la vuelta para verla, sus ojos estaban rojos por estar llorando, pero lo que más me llamo la atención fue el círculo morado en su pómulo derecho.
—¡Si, me es difícil! —contesté molesto—, daté cuenta de cómo nos trata, en especial a ti.
—Andrei, no lo entiendes yo lo amo, y sé que él también me ama —dijo mi madre levantándose de la silla.
—¡Claro que no te ama!, si en realidad te quisiera, aunque sea un poco no te golpearía —sólo bajo la mirada—, a veces me dan ganas de matar a ese desgraciado.