Corrompido

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ADVERTENCIA: este capítulo puede ser un poco fuerte para algún lector, así que se recomienda discreción, pueden dejar de leerlo en cualquier momento.
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Corrí lo más rápido que pude, el frío viento golpeaba mi rostro como si intentaba atraparme, las copas de los árboles se movían con cada ráfaga de aire, haciendo que rechinaran las ramas, lo único que podía escuchar, era mi respiración agitada y el pisar de las hojas.

El cielo oscuro hizo presente a la lluvia, las gotas empezaron a caer una por una, golpeándome el rostro. Encontré en donde refugiarme, era una cueva dentro del bosque, al entrar me dejé caer al suelo llevándome las manos al cabello.

Las imágenes se hacían presentes una y otra vez al ver mis manos manchadas de la sangre seca. Mis ojos se llenaron de lágrimas, al recordar lo que había sucedido.

—Yo no lo hice —repetía mientras me abrazaba a mí mismo—. No soy un asesino.

Me encontraba en la cocina, desayunando cereal con leche, no había necesidad que lo terminara pronto, no tenía que ir a trabajar, la cafetería había sufrido algunos daños considerables en el área de cocina a causa del incendio. Me encontraba en silencio hasta que el teléfono sonó, mi madre estaba cerca, así que ella contestó.

—Bueno...—dijo mi madre cuando levantó el teléfono—, buen día José... si... Entiendo—empezó a cambiar el todo de su voz, significaba que algo malo le estaba contando—. Si yo le diré, gracias.

Dejó el teléfono en su lugar, se pasó los dedos sobre su cabello negro, significaba que estaba molesta. Se volteó para verme, mientras que yo seguía comiendo el cereal tranquilamente.

—Andrei, me puedes explicar, ¿Por qué golpeaste a Naim? —Me preguntó enojada, no contesté —, quieren que paguemos los gastos del hospital.

Después de haber golpeado a Naim me fui del lugar, al día siguiente, Jesús vino a mi casa, me contó que tuvieron que llamar a una ambulancia, Naim había quedado inconsciente y en el hospital despertó, no le había sucedido nada grave. Le hicieron varios estudios para poder descartar cualquier daño, los cuales ahora tenía que pagar.

—José me hablo —continúo hablando mi madre—, dice que en la tarde vayas a su casa, tiene que hablar contigo sobre una orden de restricción que te van a poner, para que no te acerques a Gabriela. ¡¿Qué está pasando Andrei?!

—No lo sé.

Era verdad, no sabía que me estaba pasando, me había vuelto violento, me enojaba fácilmente, estaba seguro que algo en mi había cambiado, pero no estaba seguro que era. Gabriela y yo compartíamos el mismo salón en la preparatoria, así que, si me pondrían una orden de restricción, ¿Cómo lo iba a respetar?, no tenía la opción de cambiarme de preparatoria, era la única del pueblo.

—¿Te has estado drogando? —preguntó mi madre, la mire confundido.

—No.

—Andrei, antes no eras así, desde hace semanas que has actuado diferente, dime la verdad.

—No me drogo, ¿Por qué para ti todo se trata de drogas o de alcohol?

—Si no es eso, entonces, ¿Qué te está sucediendo?

—No lo entenderías —contesté bajando la mirada, si le contaba, iba a sonar que en realidad me drogaba.

—¿Qué no entendería? —Preguntó mi madre cruzando los brazos.

—Olvídalo, en la tarde voy con José.

Me levanté de la silla y caminé a mi habitación, no quería discutir ella, ahora que Nazario ya no vivía con nosotros, me sentía mejor, tal vez por él estaba sucediendo todo.

El sonido del metal se escuchó al momento que golpeé la puerta, metí mi mano en el bolsillo de la sudadera negra, mientras que esperaba a que alguien me abriera. Miré el cielo cubierto de nubes grises, haciendo anuncio que la lluvia estaba a punto de llegar.

La puerta se abrió, pude ver esos ojos verdes, que al principio mostraban incertidumbre, ahora era de molestia, como si mi presencia no le agradaba.

—¿Qué quieres Andrei? —Preguntó Neydi con fastidio, era evidente que no me quería ver en ese momento.

—Vine para hablar con tu padre —contesté.

—No se encuentra, sigue en el trabajo, llega más tarde —dijo, sólo baje la mirada, era obvio que no le agradaba mi presencia. Hubo un momento de silencio—. Pasa.

Abrió más la puerta para poder entrar, era un lugar muy cálido, desde que estábamos pequeños me la pasaba en su casa. Era un lugar perfecto para estar, en ocasiones veíamos algunas películas con Jesús y Saraí. Pero todo eso cambió.

La seguí hasta llegar a la cocina, se notaba que estaba molesta por mi presencia, lo más seguro por lo que sucedió con Naim. Ella se encontraba picando algunas verduras para una ensalada mientras que yo me sentaba en un banco, nos quedamos en silencio, no sabía que decir.

—¿Qué está pasando contigo? —Preguntó Neydi rompiendo el silencio.

—Nada.

—No mientas Andrei, algo está sucediendo, antes no eras así —se calló, como si buscara las palabras correctas—, te has vuelto violento, la manera en la que golpeaste a Naim, pareciera que no eras tú, a parte que Gabriela te quiere poner una orden de restricción.




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