Al llegar a la casa de Zareb, una mujer embarazada con aspecto africano de unos 30 años de edad nos recibió, metieron al chico a una habitación para curarlo.
El lugar se encontraba dentro del cerro, la casa era de una sola planta y pequeña, que le daba aire acogedor, alrededor había algunos árboles, no eran pinos como en mi mundo, eran de diferentes especies, algunos hasta tenían frutas. Un alambre de púas separaba la propiedad con lo ajeno.
Nelly y yo esperamos afuera de la casa, sentados en unas sillas, Nelly le rascaba la panza a un cachorro labrador color negro, era lo único que compartía con Neydi, al menos por el momento. No sabíamos que hacer, no conocíamos el lugar como para ir explorar, y no queríamos estar adentro de la casa, mientras que la pareja se encontraba con el chico, no sabíamos nada sobre su estado de salud.
—Eres un buen chico, ¿Cómo te llamas? —Preguntó Nelly al perro, como si le iba a contestar.
Yo solo miraba la manga de la camisa, se había manchado de rojo por la sangre de Simón, eso hizo que se me vinieran algunos recuerdos, la vez que golpeé a Nazario, a Naim y en especial la muerte de Neydi.
—Su nombre es Zeus —dijo Zareb al salir de la casa.
—¿Cómo se encuentra el chico? —preguntó Nelly.
—Sólo fue una herida superficial, estamos esperando a que despierte —dijo el hombre, soltando un suspiro—, necesitamos saber que sucedió, no sabemos si fue atacado por un cazador —metió las manos en el bolsillo del pantalón—. Vengan, los llevare en donde se quedarán está noche.
Nos levantamos y tomamos nuestras mochilas, a Nelly le toco en otra habitación, para mi buena o mala suerte me toco compartir con Simón. Al entrar, la mujer que nos había recibido, se encontraba sentada en la cama que se hallaba a un lado de Simón, cuando la mujer me vio, me sonrió en forma de saludo.
El pelirrojo se encontraba acostado, como si estuviera durmiendo, tenía encima una cobija que le tapaba el cuerpo a excepción de los brazos, era notable que no tenía alguna prenda que cubriera su torso, su cabello rojizo se encontraba despeinado, que resaltaba por lo pálido de su rostro.
—¿Se pondrá bien? —Le pegunté a la mujer.
—Sí, sólo necesita descansar —la mujer se levantó de la cama, caminó hasta quedar enfrente de mi—. Es posible que duerma toda la noche, no te preocupes por ello, puedes descansar, te hablare cuando la comida este lista.
—Gracias... —Me quede en silencio, no sabía cuál era su nombre.
—Kenia —dijo la mujer, como si hubiera notado mi duda.
Kenia salió de la habitación, dejándome con el chico.
†
El color naranja del fuego iluminaba nuestro rostro, era perfecto por el frio que estaba haciendo. El lugar era como si habíamos viajada por el tiempo, en donde todavía no existía la electricidad, o el gas para poder hacer la cena.
Todos estábamos afuera a excepción de Simón, que todavía se encontraba dormido, estábamos esperando que la cena estuviera lista, Nelly hablaba con tranquilidad con Zareb y Kenia, como si se conocieran de toda la vida, era un poco confuso para mí, ya que Neydi era un poco más tímida, era notable que se trataba de otra persona, mientras que yo solo me quede en silencio. Simplemente no sabía de qué hablar con ellos.
—¿Por qué todos utilizan este tipo de ropa? —Preguntó Nelly, así que comencé a prestar atención.
—Es el inicio de primavera, en este lugar se acostumbra que las personas utilicen este tipo de ropa —hablo Zareb—, se cree que nos trae salud, felicidad, y la abundancia para nuestras tierras.
—Qué raro, en donde vengo apenas inicia el otoño.
—En algunas dimensiones o línea paralela, las estaciones pueden cambiar.
—¿Qué sucede si la gente no lo utiliza? —preguntó la chica.
—Aparte de que Rey decidió encarcelar a las personas no lo usa, las demás te culparan si las cosechas no se dan, hasta te pueden linchar —escuchamos decir una voz rasposa detrás de nosotros.
Volteamos y vimos a Simón que se acercaba con dificultad, camino hasta la silla vacía que se encontraba a mi derecha, no traía camisa, solo se podía ver que tenía una gasa en la zona de la herida. Kenia se acercó con una cobija, para dárselo al chico.
—Eso me sucedió a mí —continúo hablando.
—Claro que no —dijo Zareb con el ceño fruncido—. No te sucedió eso, cuando te encontramos tenías la camisa puesta.
—Ellos me hicieron esto —señalo la parte de la herida, lo más curioso era que en ningún momento apartaba la mirada del fuego, era como si le llamaba mucho la atención.
—¿Te encuentras bien Simón? —Preguntó Zareb, se notaba un poco de preocupación en su voz.
Kenia volvió hacia el chico, lo tomo del rostro, miraba sus ojos, él parecía estar perdido, como si no supiera que estaba pasando, era como si estuviera drogado o algo parecido.
—¿Qué te hicieron? —preguntó la mujer.
Al decir eso, él chico se desvaneció en los brazos de Kenia, por suerte la mujer lo pudo sostener antes de que cayera al suelo, me levanté para poder ayudarle. Zareb hizo lo mismo, se pusó y se acercó al chico, con señas me indica que lo volviéramos a meter a la habitación, hice caso, lo tomé de los brazos, mientras que Zareb de las piernas, y entramos a la casa, hasta llegar a su cama.
Simón era más alto que yo, parecía ser un chico delgado, pero al cargarlo era evidente que no. Lo pusimos hasta su cama, no estaba seguro si estaba durmiendo, o se había desmayado.
—¿Qué le paso? —Pregunté.
—Está débil, solo necesita descansar —dijo Zareb, era notorio su preocupación—. Creo que le robaron sus recuerdos.
¿Eso era posible?, al saber que se puede ir a otras dimensiones o universos paralelos, todo me era ya posible. Volteé a ver a Zareb, la poca luz que se filtraba por la ventana me permitía verlo, era como si estuviera viendo una escena, en donde el padre ve a su hijo enfermo.
Kenia entro con la cobija y tapo a Simón, era evidente que lo conocían desde hace tiempo, sus rostros se transformaron en preocupación.