Al despertarme, miré la hora de mi reloj, marcaban las doce del mediodía, ya era tarde, me senté en la cama, noté que la cama de a lado se encontraba vacía, Simón no estaba en la habitación, lo primero que pensé era que él se había ido, ya que la cama estaba tendida.
Escuché algunos ruidos afuera, así que me puse mis botas y caminé hasta donde provenían los sonidos, hasta llegar a la que se suponía que era la cocina. Ahí se hallaban todos reunidos, a excepción de Kenia. Zareb sacaba algunas cosas de un baúl, mientras que Nelly y Simón se encontraban a su costado, viendo con atención las cosas que había adentro.
—Buenos días —saludé al entrar a la cocina.
Me voltearon a ver, caminé hasta donde se encontraban el baúl.
—Mejor dicho, buenas tardes —dijo Zareb, se notaba un poco de ironía en su voz, no hice caso.
—Andrei, ya despertaste —escuché decir a Kenia detrás de mí.
Entró a la cocina con una garra llena de leche recién horneada. El lugar había una especie de granja, ya que tenían gallinas, conejos, cabras y vacas. Creo que era necesario en ese lugar, el sitio era remoto, no había una clase de tienda, súper o mercado cerca, por lo tanto, era mejor tener animales para poder comer.
—¿Cómo dormiste? —Preguntó la mujer dejando la jarra en la mesa.
—Bien.
Era mentira. Después de lo sucedido en la noche no pude dormir, quien quería entrar a la habitación era Zareb, había escuchado los golpes que provenían del exterior, así que fue con nosotros para ver que estaba sucediendo. Él fue quien se asomó por la ventana, junto con una escopeta.
Simón tenía razón, era la persona que buscaba las rocas Zareb disparo y logro herirlo, escuchamos como se había quejado, el sujeto logro huir, así que no sabíamos si seguía vivo o no. Pero fue hasta las cinco de la mañana que puede dormir, todo el tiempo sentía que volvería, y que en esta ocasión lograría lastimarme.
—Andrei, ¿sabes disparar con un arma? —Preguntó Zareb mostrándome una que sacó del baúl.
—Si —contesté, él me pasó una de sus armar con su nombre tallado en el mango del objeto.
Cuando era pequeño, el padre de Neydi me enseñó cómo utilizarlas, según él era para protección.
—¿Nelly?
—Sí —contestó la chica, tomando la otra arma y la observo—, mi abuela me enseñó a utilizarla.
—Yo también se utilizar una —dijo Simón, con una sonrisa mientras estiraba el brazo.
Cualquier persona que lo viera, no hubiera notado lo que sucedió el día anterior, parecía como si no le había pasado nada.
—Después hablamos sobre ello —dijo Zareb cerrando el baúl.
—Dejen eso para después, primero coman algo —dijo Kenia.
Hicimos caso, bajamos todo de la mesa y la limpiamos.
†
Después de comer, y de tener todo preparado, estábamos listo para poder encontrar al ave Fénix. Siempre pensé que no existían, que solo eran cuentos de niños, que se encontraban en los libros de mitología y en cuentos de hadas. Tal vez también existen las hadas.
Entre Nelly y yo, bajábamos algunas cosas que ya se encontraban en la parte trasera de la carreta, para poder subir lo que llevaríamos. Pusimos algunas redes y una mochila, mientras que Zareb preparaba los caballos.
Estando todo listo Nelly y yo nos acodamos en la parte trasera, Simón estaba a punto de subir cuando Zareb lo tomo del hombro.
—Simón, tú te quedas —dijo Zareb seriamente.
—¿Por qué no puedo ir? —Se quejó el chico mientras hacia un puchero.
—No estás en condiciones de ir, te quedaras con Kenia.
—Pero yo quiero ir, aquí es muy aburrido.
—Vamos hacer algo divertido —dijo Kenia pasando su brazo por el hombro—. Le daremos de comer a los animales o vamos al rio.
El chico se notaba que estaba un poco molesto, Zareb se despidió de la mujer con un beso.
—Se cuidan chicos —se despidió Kenia de nosotros.
Zareb se subió en la parte delantera de la carreta, hecho andar a los caballos, mientras que nos íbamos Simón y Kenia se despedían agitando la mano. Desde que Simón despertó, se comportaba de una forma extraña, era como si se hubiera convertido en un niño de nueve años, según Kenia se debía a que la persona que lo lastimo, le robo su memoria temporalmente. Lo iba a recuperar con el pasar del tiempo, pero por el momento se comportaría de una forma infantil.
—Primero pasaremos por unos amigos que nos ayudaran —dijo Zareb.
Durante el trayecto nos quedamos en silencio, solo mirando el paisaje, los cerros eran verdes, en algunas partes estaban repletos de árboles y maleza, pero en otras no había nada, aunque el sol estaba en lo más alto del cielo, no llegaba a quemar, el aire era fresco.
Llegamos a una casa, durante todo el trayecto solo había visto algunas cuantas, Zareb silbó, en menos de un minuto la puerta se abrió y de ella salieron dos personas, una chica y un chico rubios, eran de mí misma edad, los dos eran altos, vestían con un overol de mezclilla y una camisa blanca de manga larga, la chica tenía dos trenzas. Eran muy parecido, lo más seguro es que eran hermanos.