Unos brazos me agarraron y me llevaron hasta la superficie antes de perder la conciencia. Al salir comencé a toser, provocando que escupiera el agua que había tragado.
—¿Te encuentras bien? —Preguntó Héctor, su rostro mostraba preocupación, asentí con la cabeza, no podía parar de toser—. Salgamos de aquí.
Nadamos hasta llegar a la orilla, estando ya fuera me recosté en el frio y sucio suelo, intentaba que mi respiración se normalizara, estaba cansado y asustado, Héctor se sentó a mi lado.
—Gracias —dije, solo miraba el cielo pintado de azul. De no ser por él, posiblemente esa cosa hubiera hecho que muriera ahogado.
—No hay de que —contestó el rubio.
Me enderecé de golpe y volteé hacia todos lados buscando algo o a alguien. El recuerdo de la noche del bosque vino a mi memoria, esa criatura no estaba sola, sino acompañado de alguien, de un hombre.
—¿Sucede algo? —Preguntó Héctor con el ceño fruncido.
—No, solo que... —fui interrumpido cuando escuchamos el sonido de un silbato.
Zareb nos había dado uno, para dar aviso que alguno de nosotros atrapamos al ave Félix. Héctor se levantó y extendió su mano para ayudarme ponerme de pie, lo tomé, al apoyar mi pierna derecha, siento como me pulsa el tobillo, alcé el pantalón y noté que alrededor de mi tobillo estaba morado y en algunas partes de color rojo, como si me hubiera quemado.
—¿Qué te paso? —Preguntó Héctor al ver la herida.
—No lo sé.
—¿Puedes caminar?
—Sí, no te preocupes.
Durante el camino de regreso íbamos despacio, cada vez que apoyaba mi pierna dolía, era un ardor, nuestra ropa estaba empapada y con cada ráfaga de aire sentíamos frio. El viento y el sol ayudaron a que se secara un poco la ropa.
Al llegar a la carreta de Zareb, notamos que las chicas estaban arriba hablando tranquilamente con el hombre, la primera en notar nuestra presencia fue Nelly que nos di una sonrisa, pero después se desvaneció cuando se da cuenta que arrastraba mi pie.
—¿Qué te paso Andrei? —Preguntó la chica, Liz y Zareb voltearon a vernos.
—Nada, solo me lastimé el tobillo —contesté.
—¿Por qué están mojados? —Ahora fue Liz quien preguntó.
—Aprovechamos en nadar —contestó Héctor molesto, Liz solo rodo los ojos.
—Bueno, ya sabemos quiénes perdieron —dijo Liz.
Al acércanos vimos una jaula, adentro se hallaba un ave, ellas habían sido quienes soplaron el silbato. Liz y Héctor empezaron a discutir, era más como una pelea de hermanos. Cada quien volvió a sus lugares para regresar.
Los chicos decidieron ir a la casa de Zareb, para mi impresión, era como si ellos se conocían desde hace tiempo, era probable que fuera así, tenían el mismo ¿trabajo, oficio o pertenecían a la misma secta o culto?, no estaba seguro de cómo describir a lo que se dedicaban.
Al llegar, Kenia y Simón nos recibieron con una gran sonrisa, al bajarme de la carreta el dolor se agudizó cuando apoye mi pie en el suelo, Kenia al notarlo se acercó a mí.
—¿Te sucedió algo? —Preguntó la mujer.
—Sólo me lastime el tobillo, pero estoy bien —contesté.
—Déjame ver —alcé el pantalón lo suficiente para que la mujer viera la zona—. Vamos a dentro, Zareb puedes traerme sábila.
Zareb se acercó para ver la herida de mi tobillo, al igual que los demás chicos, sin decir nada el hombre se alejó.
Kenia me ayudo a entrar a la casa, pero antes de llegar Liz habló.
—Kenia, ¿Podemos hacer un pastel?
—Sí, solo que limpian todo lo que ensucien.
Al llegar a la habitación, me senté en la cama, Kenia me quito la bota mojada y la dejo caer al suelo, al igual que el calcetín, Zareb entro con una rama de sábila y un pedazo de tela que parecía una venda.
—Esto parece más una quemada —dijo Kenia mientras me ponía la sábila, solté un quejido cuando lo colocó—, ¿Qué fue lo que paso?
No estaba seguro si contarlo, pero le tenía que comentar a Zareb que había perdido su arma, era el momento perfecto.
—Al caer por la cascada, Yoali me tomo del tobillo con uno de sus tentáculos, intento sumergirme, le disparé, pero fue inútil —empecé hablar, no me atrevía en alzar la vista—, sentí como si me quemara, fue diferente que la primera vez no me dejo marca. Lo siento Zareb, me quito tu arma.
Al no escuchar que hablaran, alcé la vista, se notaba que estaban confundidos, como si lo que había dicho había sido puras incoherencias, entre ellos se voltearon a ver.
—No importa lo del arma —fue Zareb quien habló—, pero lo que sabemos, es que Yoali no hace eso, él no se puede transformar o convirtiese en otras cosas.
Ahora era yo quien estaba confundido.
—¿Cómo era? —Preguntó Kenia.
—Era como una especie de masa negra con tentáculos, pero la primera vez que me topé con esto, también me tomo del tobillo y no me hirió.
—La vez que te topaste con esto, ¿intento hacerte algo? —Pregunto Kenia, en sus ojos se notaba un poco de preocupación y miedo.