Capitulo 4
“Reclutas para un ejercito de muerte (parte dos de dos)”
Zeo salió por su lado y Víctor por el suyo. El dotado de agua caminó por las oscuras calles del centro bajo de la ciudad, en busca del ejercito civil conocido como: “Los Comunes”
Un bar, en la zona este de la capital, lleno de agentes de la armada totalmente helados; congelados desde la sangre. Víctor está sentado en los taburetes junto a la barra, tranquilo y sin preocupación. A su lado, estaba un militar casi congelado. Se podía ver su aliento al respirar, y su piel estaba semi-azulada debido a las bajas temperatura en su cuerpo.
Con gran relajación, lo interroga:
-Dime… ¿Sabes donde están los comunes?...responde y terminaré con tu sufrimiento.
Temblando, y casi sin poder moverse por el frio, le responde iracundo:
-¡¡Muérete!!
Víctor, pone sus dedos índice y pulgar sobre la frente del agente, y le arranca un pedazo de carne congelada, con un tono malévolo, le comenta:
-Tú no vas a morir hasta que me respondas. El frio no afectara nada vital si yo no lo quiero, así que dime; o se pondrá peor….
El militar se queda en silencio. El cantinero estaba del otro lado de la barra, algo nervioso, pero seguía limpiando los vasos como si nada; ya que sabía que el sin ley no le haría nada, puesto que, no tiene nada que ver en el asunto.
El joven de negro se exaspera, pone su dedo índice en su frente mirando hacia el suelo por expresión a su estrés, y le dice:
-Olvídalo…me obstinan la gente como tú, que uno necesita saber algo y no lo dicen.
Al momento en que comentó esas palabras, la piel y la sangre del militar se congelan totalmente, causándole la muerte.
Al ver que lo que sucedió. El cantinero: un hombre alto de una constitución fornida, calvo, con un gran bigote, ojos oscuros y una expresión facial seria; vistiendo la típica ropa de cantinero, le dice con una voz gruesa:
-¿Estas buscando a los comunes?
El adepto levanta la mirada de forma inesperada, y sorprendido le pregunta:
-¿Sabes algo de ellos?
Mientras limpiaba un vaso con un trapo blanco, le responde:
-Digamos que conozco a unos cuantos, pero… ¿Para qué los buscas?
-Tengo un trato que proponer.-Le responde el joven.
El cantinero observa a Víctor detenidamente. Deja el vaso de cristal sobre la barra, estira el brazo, y baja un interruptor que está a su izquierda: Las luces en la parte de afuera del local se apagan. El hombre se agacha, levanta una puerta de madera en el suelo, y el cantinero baja por estas. El joven se levanta del taburete, rodea la barra y baja por las escaleras.
Al descender, se encuentra en la bodega de licores: Un espacio cerrado, con las paredes un tanto polvorientas y estantes llenos de botellas de vinos.
A mitad del cuarto, había una mesa con dos sillas, en la que estaban sentados dos hombres: Uno de treinta-y-cuatro años, cabello castaño, una estatura promedio, con ojos oscuros vistiendo botas negras, pantalón oscuro y una chaqueta de cuero de color marrón clara.
El otro personaje, se veía de la misma edad, de cabellos oscuros y ojos claros, una barba de sombra, usando zapatos deportivos negros con rojo oscuro, de pantalón tenue con bolsillos en las ante piernas y usando un suéter blanco.
Al lado de cada uno, yacían dos escopetas cargadas. Ambos individuos se encontraban jugando cartas, cuando el cantinero se les acerca, y les habla sin mucha formalidad:
-Un dotado parece que quiere unirse.
Los dos semejantes, extrañados, dejan de jugar, y observan a Víctor. Con sarcasmo, el hombre de la chaqueta marrón le pregunta.
-¿Y por qué te quieres morir tan joven?
Con sorna, le responde:
-Los que se pueden morir son ustedes si no los ayudo.
Los tres sujetos, al oír la rápida respuesta del joven, se comienzan a reír por gracia a lo que dijo. Después de un momento de carcajadas, el cantinero le habla muy dignamente.
-Bien, chico. A ver que puedes hacer. Un grupo de los nuestros va a aprovechar que el ejército de los mentirosos está ocupado, para movilizarnos, y tomar cosas que necesitamos. Ve con ellos y asegúrate de que no los atrapen.
-Bien… ¿Y exactamente qué haremos?-Pregunta el adepto.
Los dos sujeto se levantan de sus asientos. Y uno le dice:
-Robaremos a los ladrones…será peligroso. Así que no somos responsables de lo que te pase, niño.
El joven se ríe como respuesta a las palabras del común. Y sin decir nada, se voltea; para ponerse en marcha en su misión.
En la parte trasera del bar. Se encontraba, Víctor, junto con los dos comunes que estaban jugando a las cartas. Estaban contiguos a una camioneta de carga de color gris.
Después de un rato de silencio, el hombre de la chaqueta marrón rompe el hielo, y se presenta:
-Soy Carlos, por cierto. Él es Alex.
-Víctor. Mucho gusto.-Se presenta cordialmente el dotado sin muchas palabras.
Al cabo de varios minutos esperando sin mucho que decir; solo unos cuantos chistes. Él joven se impacienta, y pregunta:
-¿Qué estamos esperando?
-Calma. Estamos esperando a que lleguen Nicol y Esteban.-Le responde, Carlos con un suspiro, cansado de esperar.
Editado: 10.10.2018