Cortemos (pero no del todo)

7. Mi ex, su trepadora y la crisis de mi reputación

ZOE

El día comienza con una orquesta desafinada de pitidos y vibraciones. Mi celular, poseído por el espíritu de un DJ con trastorno de ansiedad, decide que es el momento perfecto para arrancar a las seis de la mañana. No es mi alarma habitual de "despierta y conquista el mundo", sino la cacofonía infernal de las notificaciones que me anuncian que, una vez más, soy el plato principal en el buffet de la humillación pública.

Abro un ojo, luego el otro, y la pantalla de mi celular es una ventana al infierno. Una ventana muy brillante, por cierto. Mi mano tiembla un poco mientras intento enfocar la maldita cosa. Y ahí está: el titular. En mayúsculas y en negritas, como un letrero de neón que grita mi desgracia:

"THIAGO RIVAS ENVUELTO EN UN TRIÁNGULO AMOROSO CON SU EX, ZOE VALDÉS, Y LA MODELO CAMILA TORRES: ¿EL ROMANCE MÁS COMPLICADO DEL AÑO?"

Debajo, el combo de las tres fotos del apocalipsis personal:

  1. Thiago en la cafetería de ayer, con su maldita cara de mártir, el pelo perfectamente despeinado como si se acabara de levantar de una sesión de fotos, y esa mirada intensa que hace que las mujeres suspiren y yo quiera lanzarle un ladrillo. Sale guapísimo, claro. Porque la vida es injusta.
  2. Camila Torres de pie, con una sonrisa que amenaza con dislocarle la mandíbula, los ojos chispeantes de triunfo y el aura de quien acaba de inventar el oxígeno y patentarlo. Brilla. Demasiado. Como si se hubiera bañado en purpurina.
  3. Y yo. Oh, yo. Salgo caminando con la misma expresión que tendría una cucaracha si se diera cuenta de que está atrapada en un incendio y sus patitas no dan para más. Mi gorra de béisbol está torcida, mis gafas de sol están medio caídas, y en mi labio superior hay una sombra que parece bigote y solo es mala la toma. La foto grita "persona al borde del colapso con problemas de triejas problemáticas". Fantástico.

Cierro los ojos. Respiro hondo. Me pregunto si existe alguna dimensión paralela en la que soy feliz, en la que mi ex no se ve tan espectacular con un esmoquin, y en la que mi cara no es un meme. Lo dudo. Probablemente en esa dimensión soy un calcetín perdido.

La puerta de mi habitación se abre de golpe, con el estruendo de un terremoto. No es un golpe. Es un estruendo. Carolina no conoce la palabra "discreción". O "privacidad". La privacidad, como mi carrera estable, murió hace mucho tiempo.

—¡Buenos días, bombona! —Carolina, mi manager y mejor amiga, entra con la energía de quien se ha tomado tres cafés y una bebida energética. Me lanza una taza de café, que aterriza con un golpe seco sobre la manta. El café se tambalea peligrosamente.

—¿No puedes simplemente tirarme la taza en la cara, Carolina? Así me ahorro el trago y el drama. Mándame al otro mundo.

—Ya viste las noticias, ¿no? —pregunta, ignorando mi sarcasmo con la maestría de una maestra zen.

—No estoy segura. ¿Qué pasó? ¿El mundo explotó o solo mi dignidad? Porque si es lo segundo, me parece que lo mío ya lleva un tiempo en proceso de deflagración.

—Más o menos lo segundo —dice, revisando su celular con una velocidad digna de un hacker. —Camila dio declaraciones.

Mi corazón da un vuelco. Oh, no. Camila. La "C". Mi némesis.

—¿Qué tipo de declaraciones? ¿Del tipo "soy una psicópata y adoro el café con leche caliente"?

—Del tipo "Yo respeto a Zoe, pero lo de Thiago y yo es algo especial". —Carolina hace una pausa dramática, levantando una ceja.

Casi escupo el café, que por suerte aún no había llegado a mi boca. La indignación me ahoga.

—¿¡Qué!? ¡Esa mujer no tiene vergüenza! ¡No tiene cerebro! ¡No tiene un sentido mínimo de la realidad! ¡Thiago y ella son tan "especiales" como yo y un plato de lechuga marchita!

—No, pero tiene miles y miles de seguidores nuevos desde ayer—dice Carolina, deslizando el celular con un tono que suena a velorio digital para mi reputación—. La llaman "la nueva reina del corazón de Rivas".

"Reina del corazón". Mis ojos se abren de par en par. La risa histérica burbujea en mi garganta.

—¿Reina del corazón? Más bien usurpadora del trono de las trepadoras, Carolina. ¡Eso no es un corazón, es una empresa de marketing de tercera! ¡Esa mujer es un cactus con ambición y sin raíces!

Carolina me mira con esa paciencia profesional que solo una manager y mejor amiga que ha visto todos tus dramas puede tener.

—No te alteres, Zoe. Si juegas bien tus cartas, esto puede beneficiarte, necesitabas un escándalo para repuntar luego que un escándalo casi te sepulta. ¡Casi!

La miro con odio puro. Un odio tan puro que podría purificar el agua. A veces creo que mi mejor amiga y mi representante están poseídas por el mismo demonio del marketing, uno que se alimenta de mi angustia.

Me levanto de la cama, en mi bata de terciopelo que parece que ha librado mil batallas, despeinada, con el orgullo colgando de un hilo dental que se rompió hace horas. Abro Instagram. Y la verdad me golpea como un camión de ladrillos.

Ciento cincuenta mil likes en la foto donde salgo ignorando a Thiago.
El hashtag del momento: #TeamCamila.
¿Yo? Ni siquiera segundo puesto. Soy un pie de página en la tragedia romántica del mes. Soy la nota a pie de página de un chismorreo. Soy la ex que no termina de irse.

—Necesito hacer algo —digo, mi voz cargada de desesperación. —Necesito desaparecer. Necesito un agujero negro que me trague. Necesito fingir mi muerte y mudarme a una isla con llamas y cocos. ¡Renuncio a las redes sociales, haré una carrera universitaria!

—Sí, cariño, pero luego de que levantes un contrato millonario con tu popularidad en auge—responde Carolina, mientras revisa correos con la rapidez de una secretaria ejecutiva. —Thiago convocó una conferencia de prensa hoy.

—¿Qué? —Mi mandíbula cae hasta el suelo. —¡¿Qué!? ¿Y no me avisó?

—Te copió en todo, pero sabes que su email va al spam de tu casilla. Al parecer quiere "aclarar la situación". —Carolina hace comillas con los dedos, con un sarcasmo que no me pertenece.



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En el texto hay: comedia romantica, amor-odio, romcom

Editado: 24.11.2025

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