ZOE
No.
No voy a ir.
No voy a caer.
No voy a retroceder en mi progreso emocional.
No voy a volver a…
Voy.
Me abrazo a él porque soy débil y él está calentito y huele a hogar. A hogar tóxico, sí. Pero hogar al fin.
Él me sostiene, me aprieta, me besa la cabeza. Y yo no puedo ni respirar.
—Zoe—susurra—. Lo que pasó ayer…
—No soy un accesorio para tu club.
—Lo sé.
—No voy a dejar que ellos decidan mi vida.
—Nunca decidirían tu vida.
—Querían que quedaras bien conmigo y con Camila a la vez, es lo que han plagado sus trolls en redes sociales para que quedes como un ganador y yo como una facilona. Como quede Camila me da igual. ¿Te crees que no me doy cuenta de las cosas? Las redes sociales me dieron todo lo que soy y tengo ahora, entiendo cómo funcionan y quién opera qué.
—Fue ridículo.
—Ajá, y tú ¿qué dijiste?
—Que no estoy dispuesto a mentir.
—¿De verdad?
—Sí.
—¿Y cómo van a resolverlo?
—No sé. No me importa. Solo… tenía que verte.
Ay no. Ay no. No me diga estas cosas, señor. Yo soy sensible. Tengo corazón. Tengo debilidades. Mi sistema operativo no soporta estos niveles de (aparente) sinceridad con abdominales.
Me separo apenas para mirarlo.
—Thiago… no hagas esto más difícil.
—No lo hago difícil. Sé honesto.
—Lo que pasó ayer fue un error.
— Entonces repitámoslo, así podemos confirmar.
— …
— ¿No?
— No.
— ¿Tal vez?
— Thiago.
— Solo digo que científicamente hablando, una sola muestra no es suficiente.
— Eres insoportable.
— Pero te gusta.
— No lo admito.
— No hace falta.
Lo quiero golpear.
En la boca.
Con mi boca.
Me alejo, necesito oxígeno para pensar con claridad. Necesito salir de la casa. Necesito aire que no tenga aroma a él.
— Necesito irme —digo.
— Te llevo.
— No.
— ¿Por qué no?
— Porque si pasamos cinco minutos más juntos…
— ¿Qué?
— Voy a…
— ¿A qué?
— ¡A NO SÉ! ¡A EXISTIR DEMASIADO!
Él se ríe. Se ríe como si esto fuera gracioso. Como si no estuviéramos en pleno colapso en escala mundial.
—Zoe —dice suave—, te escribí para hablar. No para pelear.
— Pues soy latina, cariño. Hablo peleando.
— También besas peleando.
—No es noticia para ninguno de los dos.
Mi celular vibra otra vez. Miro. Mensaje de mi mejor amiga/manager: “TENEMOS QUE HABLAR URGENTE. Llama YA.”
Genial. Todo se derrumba. Todo el tiempo.
— Tengo que irme —repito.
— Déjame al menos...
— No, Thiago.
— ¿Podemos vernos después?
— No lo sé.
— ¿Puedes decir que sí?
— No puedo decir nada.
— Zoe…
— No empieces.
— No estoy empezando.
— ¡Sí estás empezando!
— No.
— Sí.
— No.
— Thiago…
— Zoe.
Nos miramos por un momento que parece eterno y al mismo tiempo un santiamén. Hay electricidad. Hay historia entre los dos. Hay desastre.
Y yo… yo soy una mujer débil en presencia de este hombre.
Thiago da un paso. Solo uno. Pero ese paso me desarma más que todo lo de ayer.
Me besa. Un beso corto. Suave. Como si quisiera recordar que puede. Y antes de que él diga algo que me rompa la estructura molecular, lo interrumpo.
— Adiós.
— Hasta luego.
— No dije que habría un luego.
— Lo habrá.
Lo odio un poquito.
Lo quiero un montón.
Lo extraño incluso cuando estoy con él.
Soy un caos.
Salgo del departamento y me detengo afuera. Respiro fuerte y entonces veo algo que me baja la presión a los tobillos:
Tres fotógrafos escondidos en la calle. Uno con la cámara directa apuntando en mi dirección como si nada. Otro en un auto. Otro fingiendo hablar por teléfono.
ME ESTÁN FOTOGRAFIANDO SALIENDO DEL DEPARTAMENTO DE THIAGO RIVAS A LAS DIEZ DE LA MAÑANA.
Me tomo la cabeza como si esto fuese a impedir que estalle en cualquier instante. El universo me odia. El destino me odia. Los medios me odian. Mi madre me odia cuando no la llamo.
Yo misma me odio por ser tan predecible. Subo a un taxi y me hundo en el asiento mientras reviso el “notición” que mi amiga tenía para mí.
Soy tendencia global por haber sido pescada anoche entrando al apartamento de Thiago. Otra vez.
¿Dónde me está llevando todo este torbellino, por todos los cielos?
Tendencia.
GLOBALLLLL.