Cortemos (pero no del todo)

21. Manual de supervivencia para crisis en tendencia

ZOE

Entramos a la sala de control.
Esperaba algo tipo oficina aburrida con una tele vieja, pero esto parece la NASA, si la NASA estuviera dirigida por gente paranoica y tuviera más filtraciones que el Titanic y menos cohetes. Hay pantallas cubriendo tres paredes enteras. Monitores con gráficos de barras subiendo y bajando, mapas de temperatura de redes sociales, y transmisiones en vivo de todos los canales de noticias del país.

El aire aquí está refrigerado a temperaturas polares, probablemente para evitar que los cerebros de los analistas de marketing se derritan. Hay tres tipos sentados frente a las consolas, tecleando como si estuvieran hackeando el Pentágono. Cuando entramos, se giran. Sus caras son un poema: una mezcla de reverencia y terror al ver a Thiago.

En la pantalla principal, gigante, están retransmitiendo el programa de chimentos más venenoso y popular de la televisión. El conductor, un hombre con tanto autobronceante que parece radiactivo, está al borde del éxtasis periodístico.
El zócalo rojo sangre en la parte inferior de la pantalla reza: EXCLUSIVA: EL CLUB TAURUS EN CRISIS POR THIAGO RIVAS.

—Suban el volumen—ordena Thiago. No pide. Ordena.
Uno de los técnicos obedece con manos temblorosas.

La voz del conductor llena la sala:
“...y si pensaban que lo habían visto todo, escuchen esto. Tenemos en EXCLUSIVA un audio filtrado hace apenas quince minutos desde las entrañas mismas de la directiva del club. Un audio donde un miembro interno reconoce que desprestigiar a la influencer Zoe Valdés... ¡era parte del plan!”

Mi estómago decide que es un buen momento para intentar mudarse a mis talones. Me aprieto contra el brazo de Thiago. Él no se mueve, es una estatua de furia contenida.

En la pantalla, ponen una imagen estática de una grabadora y le dan play. Se escucha una voz distorsionada, metálica, pero inconfundiblemente arrogante. La reconozco. Es la voz del Director de Métricas, ese tipo que siempre me miraba como si yo fuera una mancha de mostaza en su corbata de seda.

“Camila genera más retorno que esa influencer de cuarta. Necesitamos que la narrativa sea clara: Thiago sigue enamorado de Camila. La otra... Zoe, o como se llame, solo sirve para el ruido inicial. Hagan ver que es una trepadora. Cuanto más la odien, más van a amar a Camila cuando 'vuelva' con él. Es matemática simple.”

Silencio en la sala de control.
Un silencio denso, pegajoso.

Siento que la sangre se me drena de la cara.
No fue un error.
No fue mala suerte.
No fue que el público simplemente "no me entendió".
Fue diseñado.
Fui el cebo. Fui el sacrificio. Fui la villana escrita en un guion que nunca leí.

El conductor de la tele retoma la palabra, casi gritando:
¡Ahí lo tienen! Casi que se confirma que Zoe no solo no fue parte de ningún engaño, sino que fue víctima de una maniobra corporativa asquerosa para limpiar la imagen de Thiago Rivas y seguir haciendo crecer los números del club por sobre la verdad. Y la audiencia... señores, la audiencia está reaccionando.

Cambian la imagen a una serie de gráficos.
Líneas verdes que se disparan hacia el cielo como cohetes.
Nubes de palabras donde los insultos de esta mañana ("interesada", "falsa", "fea") han desaparecido, reemplazados por un tsunami de nuevas etiquetas explicadas por un analista de redes que parece recién sacado de un tiktok mal hecho.

#PerdónZoe
#TodosSomosZoe
#ZoeVictimaDelClub
#JusticiaParaZoe

Y yo me quedo… inmóvil.
Inmóvil como cuando ves algo tan grande, tan absurdo, que tu cerebro late con retardo. Parpadeo mirando las pantallas. Miles de tweets por segundo. Gente defendiéndome. Gente que hace dos horas pedía mi cabeza en una pica, ahora quiere erigirme una estatua en la plaza principal.

—¡DIJE QUE HABÍA ENERGÍA NEGRA! —el grito de mi madre rompe el trance con la sutileza de una explosión—. ¡LO SABÍA! ¡MI TERCER OJO ESTABA PICANDO DESDE EL DESAYUNO! ¡Y AHORA SE ESTÁ CALMANDO!

En su euforia mística, mamá hace un movimiento tan descomunal, tan amplio y teatral con el palo santo —que sigue humeando como una chimenea industrial— que la punta encendida roza, con precisión milimétrica, el sensor del detector de humo del techo.

Pasan dos segundos.
Dos segundos donde Thiago, el técnico y yo miramos el sensor.
Y entonces...
BIP. BIP. BIP.
No se activa la lluvia de agua (gracias a Dios y a todos los santos veganos de mi madre), pero sí una luz roja intermitente en la consola de seguridad.

Thiago se atraganta. Intenta toser para disimular, pero es inútil. Se está riendo. Se está doblando de la risa.
El asistente se tapa la boca con ambas manos, con los ojos llorosos.
Yo quiero evaporarme, convertirme en una partícula de polvo y desaparecer, y a la vez... quiero agradecer al universo por girar a mi favor, aunque sea de una manera tan ridícula.

—¡Ups! —dice mi madre, bajando el palo santo—. Es que la energía era muy densa, el sensor lo sintió.

Un chico del equipo de marketing, con gafas de pasta y cara de no haber dormido desde 2015, se gira hacia mí ignorando a mi madre.
—Zoe —dice, señalando una curva en la pantalla—. Estás subiendo más rápido que Camila. De hecho, Camila está perdiendo seguidores. El público te ve como la víctima del sistema corporativo patriarcal y despiadado. Eso genera empatía instantánea. Es... es oro puro.

Ah. Genial.
Soy víctima.
Pero soy una víctima con engagement.
Soy la mártir del algoritmo.

A la Zoe de hace un año, la Zoe idealista que quería hacer videos para las redes y creía en el amor puro, le daría un ataque de indignación. Le gritaría a estos tipos que no soy un número inepto, que tengo dignidad e inteligencia.
Pero a la Zoe de hoy…
La Zoe que tiene a su papá en una cama de hospital con medicinas que cuestan más por día de lo que yo gano en un mes sin el acuerdo que me espera.
La Zoe que hace malabares con las facturas de luz y el alquiler.
La Zoe que ha sido humillada gratis y ahora tiene la oportunidad de ser reivindicada...
Honestamente, a esa Zoe le sirve.



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En el texto hay: comedia romantica, amor-odio, romcom

Editado: 24.11.2025

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